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EDITORIAL

23-F, un ejemplo de superación

El fallido golpe de Estado sirvió para consolidar el proceso español de la Transición

PPLL

Miércoles, 23 de febrero 2011, 01:31

Con el marco de una revuelta internacional que pide democracia en el permanentemente convulso escenario del mundo árabe, España recuerda hoy uno de los episodios más relevantes de su historia reciente. La vergüenza, primero, de mostrar ante el mundo los peores arquetipos de una España cuartelera, inculta, intolerante y apartada durante decenios de las grandes corrientes de la política internacional. El orgullo, inmediatamente después, de la respuesta firme de toda una sociedad, desde el primero hasta el último de sus estamentos, en defensa de unos valores cívicos que se han mantenido, con sus aciertos y con sus errores, pero con una inequívoca definición democrática, hasta la fecha.

Visto ahora, con la perspectiva que nos brindan tres decenios de andadura en común, el golpe de Estado del 23-F representa una inflexión necesaria para que el espíritu de la primera gran Transición, liderada por el rey Juan Carlos y Adolfo Suárez, se afianzara definitivamente en la sociedad española y permitiera que nuestro país, después de muchos esfuerzos y de no pocos sinsabores, emprendiera un camino de modernización y de crecimiento que nos llevaría a cotas de progreso absolutamente impensables en aquel 1981. Seguramente la dureza de nuestra crisis, la pérdida de pujanza internacional de España en el teatro internacional y la torpeza con la que nuestros gobernantes actuales gestionan nuestro destino nos impiden ahora juzgar con libre entendimiento lo que han supuesto verdaderamente estos treinta años que empezaron a andar iluminados por el rayo de esperanza que surgió tras el 23-F. Frente a la indignidad de los golpistas, las imágenes de Suárez, de Gutiérrez Mellado, de Carrillo, de Fraga, y sobre todo la gran imagen del Rey difundida por los medios de comunicación, encarnando la fe de todo un pueblo en cambiar el signo de de su historia, permanecen en nuestras retinas como un símbolo de la capacidad que los españoles tuvimos entonces, y que sin duda volveremos a tener cada vez que nos lo propongamos, por superar lo peor de nosotros mismos. Un espejo que no hay que dejar de mirar para seguir adelante.

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