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Una visitante observa el retrato que Catalá-Roca hizo a Dalí. :: GABRIEL VILLAMIL
EXPOSICIONES

El momento del disparo

Una exposición rinde homenaje a Catalá-Roca con fotografías de los cincuenta y sesenta

MARÍA AURORA VILORIA

Viernes, 3 de septiembre 2010, 02:34

Un grupo de chicas cogidas del brazo pasea por la Gran Vía de Madrid en 1959. Al lado, un policía montado está detenido seis años antes junto a un poste de anuncios en una calle de Barcelona. Las dos imágenes presiden la sala de San Benito como símbolo de la colección de más de cien tomadas por Francesc Catalá-Roca que resumen su obra en los años 50 y 60. La exposición, que rinde homenaje a uno de los grandes maestros de la fotografía española, ha sido coproducida por la Fundación Pedro Barrié de la Maza y La Fábrica y desde Vigo, donde comenzó su andadura, ha llegado a Valladolid a través de la Fundación Municipal de Cultura. Su comisario es Chema Conesa, quien con la colaboración de los hijos y herederos del artista, Martí y Andreu Catalá Petersen, y del Colegio de Arquitectos de Cataluña, las ha seleccionado entre más de 200.000 negativos y 17.000 hojas de contacto. Entre ellas hay algunas muy populares que dialogan con otras muchas inéditas o poco conocidas.

La muestra, divida en varios espacios y acompañada de un vídeo de 17 minutos realizado por el comisario y Marta Palacios, es un recorrido por dos décadas de la vida española a través de uno de sus grandes documentalistas, convencido de que el fotógrafo «jamás puede dudar en el momento del disparo» y de que las imágenes resultantes deben estar alejadas de cualquier tipo de manipulación. Catalá-Roca (Valls, Tarragona, 1922-Barcelona, 1998) inició su formación a los 13 años en el estudio de su padre, Pere Catalá Pic, representante de la vanguardia y cineasta. Interesado también por el cine, en 1952 hizo un documental sobre la Sagrada Familia, 'Piedras vivas', galardonado con el primer premio en el Festival de Ancona (Italia). Al tiempo comenzó a participar en diversas publicaciones con obras inspiradas en Gaudí. Cinco años antes había abierto su propio estudio y en 1953 presentó su primera exposición individual en la sala Caralt de Barcelona, a la que siguió otra en la galería Nebil de Madrid, prólogo a las numerosas muestras que colgó posteriormente por todo el mundo, ya que su obra ha viajado por Estados Unidos, Asia y Europa y ha sido galardonada con premios como el Nacional de Artes Plásticas en 1983 o el Ciudad de Barcelona.

Historia bien contada

Por aquella época, principios de los 50, comenzó Catalá-Roca sus colaboraciones en semanarios y editoriales, como 'Revista' y 'Destino', y con los arquitectos del Grupo R. Al tiempo, su obra, que incluye desde el paisaje natural al urbano, empezó a ser un reflejo de la vida cotidiana de la España de posguerra. Convencido de que la mejor fotografía es la que muestra una historia bien contada, siempre buscaba en las suyas un elemento narrativo, un pequeño motivo que potenciara la instantánea una vez eliminado todo lo superfluo. «Encuadraba en vertical y horizontal las fotos que hacía en formato mediano», dijo Conesa, quien explicó que en los sesenta trato de adaptar sus ojos en blanco y negro al color, que empleó en un libro sobre Nueva York aún no editado.

Vida cotidiana

Catalá-Roca retrataba la realidad con profundidad documental y una personal estética basada en la utilización de la luz para crear atmósferas. Colocaba la cámara a la altura del estómago para que las imágenes se dibujaran sobre el fondo y captaba a las gentes en sus tareas diarias, a veces como protagonistas y otras como comparsas. Muchos de ellos vivían en Madrid y Barcelona, donde están tomadas las fotos de la primera parte de la exposición. En ellas se pueden ver sardanas en la Ciudadela, la llegada de los últimos prisioneros de la División Azul, una vendedora ambulante de periódicos en la Puerta del Sol, floristas, hombres anuncio, marineros en el Barrio Chino, escaparates, niños en un suburbio, el parque de atracciones, la bendición de animales el día de San Antón, aguadoras, el metro, el Retiro o mujeres en espera de que salga el 'Gordo'.

Durante estas dos décadas también recorrió España con una moto Vespa y un Seat 600 para cumplir con los encargos de las guías de ciudades que editaba Destino, así que la segunda parte de la muestra incluye imágenes de Cuenca, Ibiza, Castellón, La Coruña, Toledo, Albacete, Ávila, Burgos, Sevilla o Valencia, junto a otras de grandes artistas, como Miró, Hemingway o Dalí. Finalmente, hay un apartado dedicado a una fiesta taurina que organizó Lucía Bosé en Carrascosa del Campo en 1955. Están unidas, todavía húmedas, a un bastidor y sin cristal, una de las formas de mostrar su obra que prefería el fotógrafo.

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