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MÓNICA RICO
Miércoles, 1 de septiembre 2010, 02:49
Por tradición, el municipio ha sido lugar de pastoreo y trashumancia, ya que por parte de su término transcurre la Cañada Real Segoviana, con la que el municipio une historia y leyenda y gracias a la cual se cuenta hoy con la ermita de Hornuez, la Virgen con esa misma advocación, y una multitudinaria romería que reúne a cientos de devotos no sólo moraliegos, sino de todos los municipios cercanos a la villa.
La leyenda de la Virgen de Hornuez nos sitúa, como en tantas otras ocasiones, en los tiempos de la invasión de la Península por los sarracenos, quienes profanaban iglesias, así como las imágenes de Vírgenes y Santos que se hallaban en ellas, por lo que los vecinos de los municipios las escondían allí donde pensaban estaban más seguras.
En unos casos se guardaban en cuevas, en otros se enterraban, mientras que en Hornuez, un término existente por entonces y que posteriormente quedó despoblado, los vecinos decidieron dejar la imagen de la Virgen en la copa de un enebro, árbol muy abundante en la zona, en concreto, en un monte cercano.
Según continúa la tradición oral popular, con el tiempo se fue perdiendo el recuerdo de la imagen allí escondida, al igual que el municipio fue perdiendo vecinos hasta quedar despoblado.
No fue hasta que concluyó la dominación de la zona por el mundo árabe, y ya bien entrada la reconquista, cuando unos pastores decidieron pasar la noche en el bosque donde la imagen había sido escondida para evitar su posible profanación. En este caso incluso existe una fecha exacta para la noche del milagro: el 28 de mayo del año 1246. Es por ello que ahora la romería en honor de la Virgen se celebra cada último domingo del mes de mayo, rememorando aquella fecha.
Los pastores, para resguardarse del frescor nocturno del monte, decidieron encender un fuego con leña que recogieron del suelo. Cuando el fuego empezó a aminorar, cortaron unas ramas de un enebro grande, cercano al lugar donde se hallaban. Sin embargo, no dio el resultado previsto, pues al intentar avivar el fuego con estas ramas, éste se extinguió de repente.
Al mismo tiempo los pastores alzaron la cabeza hacia el enebro, donde vislumbraron una gran luz y resplandor, y en su parte más alta, una imagen de la Virgen María con el Niño en los brazos. Uno de ellos decidió ir a contar lo ocurrido hasta el vecino municipio de Moral y todos sus habitantes acudieron hasta el enebral, donde comprobaron la aparición de la imagen.
Entonces decidieron llevarla en procesión hasta la iglesia de Moral y situarla en el altar de San Bartolomé. Pero al día siguiente, cuando acudieron a la iglesia se encontraron con el altar vacío. Al regresar al monte, descubrieron que la imagen se encontraba nuevamente en lo alto del enebro. Los vecinos llevaron la imagen varias veces hasta la iglesia y otras tantas ocurrió que la Virgen volvía en todas las ocasiones hasta su árbol.
Una ermita
Por ello se tomó la decisión de construir una ermita en el lugar donde se encontró la imagen, cercana al enebro. Fue entonces cuando la imagen de la Virgen permaneció en la iglesia, ya sin moverse, hasta la construcción del pequeño templo, que a lo largo de los años fue aumentando de tamaño para dar cabida a los cientos de fieles que con el paso del tiempo han ido aumentando.
Las leyendas en torno a esta imagen continúan tiempo después, cuando la imagen estaba en la iglesia. Según cuentan en el municipio, un pastor del lugar se subió al enebro en el que apareció la Virgen, para cortar ramas que sirviesen de pasto a sus ovejas. Allí se quedó casi 'petrificado' con el hacha en alto. Y así lo encontraron al día siguiente. No lo pudieron bajar hasta que un vecino no ofreció a la Virgen unas maderas para la construcción de la ermita, momento en el que el pastor recobró su movilidad.
En los primeros documentos en los que aparece nombrado el municipio su denominación era únicamente la de Moral, tal vez por la existencia de este árbol en la zona o de dónde provenían sus repobladores. No fue hasta el siglo XX cuando se le añadió el sufijo de Hornuez, en recuerdo al despoblado del mismo nombre o por la devoción de sus vecinos hacia la Virgen de esa advocación.
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