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Yo leo a Kierkegaard

VICENTE ÁLVAREZ

Jueves, 13 de mayo 2010, 02:50

Aterrizaron en el teatro Carrión el pasado viernes para presentar su último espectáculo, el sexto en 25 años de carrera. Lejos quedan sus comienzos en el Retiro y sus primeros pasos en la tele, donde ganaron fama y tuvieron programa propio: 'El orgullo del Tercer Mundo'. Hablo de los geniales e inimitables Faemino y Cansado. Unos tipos irreverentes, absurdos y subversivos que llevan su humor surrealista e inteligente a unos límites que rozan la genialidad. Saltan al ruedo como dos estrellas de rock y escupen uno de sus gritos de guerra: «Todo esto lo hacemos por la pasta». De gritos de guerra saben mucho. Cuando empezaron en la televisión les obligaron a elegir uno que les identificara. A ellos les pareció una chorrada y buscaron en una película de Woody Allen la frase menos pegadiza posible. De ahí surgió «yo leo a Kierkegaard», que pronto se convirtió en una de sus más famosas y recurrentes frases junto a «córtate esas uñas, guarro, que parecen mejillones» o a «buenas, soy un ser ignominioso». Repiten míticos 'sketchs' que suenan distintos porque los retuercen, los manipulan y los gesticulan de distinta manera, siempre desde la austeridad llevada al límite: un escenario, dos micrófonos y dos tíos contando historias. Sus chispazos de genialidad absurda siempre nos sueltan una descarga eléctrica: «Estaba yo el otro día escarbando entre los dientes y a qué no sabes lo que me encontré: pues diez mil millones de pesetas». Su verborrea ácrata les permite gritar que Jamaica no vale ná y que los rayos X tendrían que llamarse rayos Gómez; nos hablan del casino de Ghana, de los vórtices energéticos o del punto G de los esquimales; siguen encontrándose con el mismo chaval en moto antes de llegar al teatro y continúan tomándose sus copitas de coñac, travestidos de Arroyito y Pozuelón. Son los únicos que se atreven a juntar en un chiste a Schopenhauer, a un ornitorrinco y a Cristiano Ronaldo. Sus trajes con chorreras, uno azul y otro rojo, su espectáculo que «surge de la soledad de los montes de Soria y de la reflexión after-punk», sus 'sketchs' de superhéroes, todo en ellos mueve a la risa. Buena falta nos hace. Son dos, están aquí dentro y cuanto más viejos más pellejos. Son de Carabanchel y están para encerrarlos. Pero no en la cárcel, sino en un frenopático. Bendita locura.

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