PROCEDIMIENTO ESTABLECIDO
En plena eclosión autonómica, el referéndum andaluz pone en evidencia el lado más grotesco del proceso La necesidad de contentar a todos convierte la pregunta de la consulta popular en un galimatías del que todos se burlan
JAVIER AGUIAR
Domingo, 21 de febrero 2010, 02:02
En febrero de 1980 se estaba gestando el tremendo follón del mapa autonómico español. Para unos, la auténtica división de la patria, si bien luego se subieron al carro de la división y comprobaron en sus propias cuentas lo rentable que podía llegar a ser. Para otros, que curiosamente después harían idéntica comprobación, se trataba de dar salida a los legítimos derechos de los diferentes pueblos que conforman la plural realidad española.
El caso es que ya entonces muchos políticos, a pesar del escaso entrenamiento en democracia, habían intuido las grandes posibilidades de enriquecimiento -popular, me refiero, no hay que ser malpensados- que presentaba el nuevo mundo de las autonomías.
Y así, había quien pedía territorios del de al lado sin contar con él, quien invocaba derechos históricos que negaba a su vecino -mucho menos histórico, dónde iba a parar-, quien demandaba envidioso todo lo que los demás pedían -«nosotros también, nosotros también», decían- y quien quería dar categoría de comunidad autónoma -la de Reino ya no se servía, que si no también- para su modesta aldea.
Con toda la manada de lobos tratando de morder su trozo de la pieza, el Gobierno de Suárez, el pobre en horas más que bajas, no sabía cómo sacudirse las dentelladas. Los artículos de la Constitución se estiraban como un chicle y aquélla que empezaba aclarando que todos los españoles éramos iguales ante la ley, acababa siendo utilizada para hacer más categorías de ciudadanos que habitantes había. Y luego, todo este maremágnum se metía en la batidora y se llevaba a referéndum.
En el de Andalucía, la pregunta que se lanzaba al pueblo era: «¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el Artículo 151 de la Constitución a efectos de la tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?». Y lo malo es que entre las respuestas posibles no había una que dijera '¿mandeee?'
EL NORTE extractaba en un artículo de Pedro Conde Zabala los mejores comentarios al respecto en la prensa nacional. Máximo, en 'El País', añadía a la pregunta: «Piénselo con calma, consciente del complejo entramado de concausas originarias del proceso conducente a un voluntarismo de autoidentificación geo-histórico-cultural proclive a la autoafirmación pro-pre-autonómica y su desarrollo en el tiempo».
La revista 'La Calle', dirigida por César Alonso de los Ríos, sacaba en su número cien una comparativa extrapolando la pregunta a una boda. «¿Está usted de acuerdo con la iniciativa prevista para poderse casar con la que puede ser su compañera a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido para quienes se pueden casar con quienes pueden ser sus compañeras?».
En la misma página, un artículo de Norberto Alcover se titulaba 'Autonomías: el meollo de la cuestión' y terminaba así: «En resumen, hay que vocear menos la urgencia autonómica y explicar mejor de qué se trata. Lo demás son zarandajas».
Pues eso, que llamen a Camps y nos lo explique.
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