SANTA ÁGUEDA EN SEGOVIA. Las aguederas del barrio del Cristo del Mercado, ayer. :: JAVIER SEGOVIA
CARTA PASTORAL

SANTA ÁGUEDA VIVE HOY

«Con mártires como ella no desaparece del mundo la fe, la esperanza ni la caridad»

ÁNGEL RUBIO CASTRO

Domingo, 7 de febrero 2010, 12:30

Publicidad

En la provincia y diócesis de Segovia, como en Oriente y Occidente recordamos y seguimos celebrando al fiesta de santa Águeda, virgen y mártir del siglo III. Se conservan actas de su martirio y sermones antiguos sobre la santa que fue martirizada por la fe muriendo el 5 de febrero del año 251 en Catania (Sicilia) durante la persecución ordenada por el emperador Decio. Águeda estaba consagrada a Dios por el voto de virginidad y era de familia socialmente bien situada. Es célebre su diálogo con el juez tal y como lo refieren las actas de los mártires:

-«¿De qué casta eres?», le pregunta Quintiano, procónsul de Sicilia.

-«Soy de condición libre y de muy noble linaje», contesta Águeda.

-«Si es así ¿por qué vives como los esclavos?», prosigue el juez.

-«Soy esclava de Cristo», afirma la joven.

Y el tirano continuó el interrogatorio sin poder conseguir lo que pretendía que no eran mártires, sino apóstatas. Pero no sabia con quien se las estaba jugando.

Águeda, desposada espiritualmente con Cristo desde su adolescencia, recibió la embestida lujuriosa de los que querían reducir y pervertir a la joven doncella. Fue llevada ante el juez más de una vez con intención de apartarla de su propósito de entrega total a Dios y se mantuvo firme en la fe y en su virtud. Finalmente, el juez decidió que fuese atormentada: extendida sobre un caballete fue azotada, y cuando ya los azotes habían desgarrado su frágil cuerpo se aplicó fuego a las heridas. La santa aguantó con heroica firmeza el tormento, lo que hizo irritar mucho más al tirano que mandó entonces que le fuesen cortados los pechos, seguidamente su cuerpo ensangrentado fue arrojado a un calabozo donde la joven entró en oración y puso de nuevo su confianza en el Señor. Milagrosamente no terminó de morir por lo que sus verdugos llevaron su cuerpo desnudo y le colocaron en el suelo sobre cascotes de cristal y carbones encendidos. Águeda dando gracias a Dios por haber sido fiel y haber guardado la castidad de su cuerpo expiró en las manos de Dios.

Agueda hizo honor a su nombre que en griego significa 'buena'. Buena de nombre y buena en sus hechos. Santa Águeda es un estimulo para acudir a ella y seguir su ejemplo de fidelidad en cualquier situación de la vida. Su imagen se representa de modos diversos; como atributos lleva la palma del martirio, una antorcha o un cirio encendido en la mano y sus dos senos arrancados con unas tenazas o puestos sobre una bandeja. Es toda una historia convertida en arte, fe y religiosidad popular.

Publicidad

La sangre martirial, en tiempos de santa Águeda como en el actual siglo XXI, constituye la tierra cultivada en que ahonda sus raíces y da frutos de caridad y vida nueva el viejo árbol de nuestra Iglesia. Su memoria revitaliza la savia del Espíritu que la alimenta en la fe y la hace crecer con renovado vigor. Nuestra moderna sociedad permisiva y pluralista tiende a hacer obsoleto o arcaico el martirio y a despojarse de su significación. El martirio es un signo elocuente de la verdad del cristianismo; es, podemos decir, como un control de calidad. Los mártires acreditan con su vida la realidad y verdad de lo que creen y esperan desenmascarando la tentación de convertir las realidades creídas en palabras vacías, interpretaciones, ideas, símbolos o proyecciones. Con mártires como Santa Águeda no desaparece del mundo la fe, la esperanza, ni la caridad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad