Real Sitio de San Ildefonso: La vida entre palacios

Piensen un municipio que atesore en sus límites tres palacios reales. Si buscan lo encontrarán en Segovia, en el Real Sitio de San Ildefonso. Valsaín, La Granja y Riofrío, por orden cronológico de construcción, forman una trilogía única y excepcional, a la que se unen jardines, fuentes monumentales, iglesias, casonas y añejas fábricas de vidrio, que disfrutan miles de visitantes y aún más los vecinos de este paraíso patrimonial, histórico y natural.

Tres palacios reales y tres historias en un lugar al que volvieron sus ojos los monarcas para no cerrarlos jamás. De los Trastámaras a los Borbones, con paso intermedio por los Austrias, esta tierra es tan real, como sus palacios. Todo empezó con el de Valsaín, pabellón de caza del muy segoviano Enrique IV en el XV y luego palacio erigido por Felipe II; hoy poco permanece en pie, después de que en 1686 fuera pasto de las llamas.

Entonces, los recién estrenados Borbones tornaron la mirada a San Ildefonso, un lugar con una pequeña granja de los Jerónimos. Felipe V no dudó en 'afrancesar' la zona con un palacio que está integrado en la naturaleza y que cuenta con unos jardines al estilo Versalles, pero más coquetos que los galos, veintiséis fuentes monumentales y un mar en pleno centro de la península.

Tanta fue la entrega de la nueva casa real a este paraíso a los pies de la sierra de Guadarrama que, muerto el rey Felipe, su viuda, Isabel de Farnesio, mandó edificar lo que iba a ser el tercer palacio real en apenas unos kilómetros, el de Riofrío.

Y así, desde hace siglos, aquí la vida transcurre entre palacios. Como lo hace también vinculada al vidrio gracias a la Fábrica de Cristales Planos, de 1727, que fue pionera en La Granja; las de cristales labrados y entrefinos, y, finalmente, la Real Fábrica de Cristales, paradigma de patrimonio industrial en todo el mundo.

Tanta relación con el vidrio, quizá haga de La Granja un lugar cuya hermosura dependa del color del cristal con el que se mira. Porque el pueblo no termina en su palacio, ni en sus viejas fábricas vidrieras. Va más allá, va camino de un paseo por sus calles en las que puede irse de la Puerta de la Reina a la de Segovia; de un edificio de la red de Paradores (Casa de Infantes) a otro (Cuartel de Guardia de Corps); o de una iglesia, la barroca de Nuestra Señora de los Dolores, a otra, la del Rosario o del Cristo.

Y por qué no, se puede ir de casa en casa, de la de Canónigos a la de Gentiles Hombres de Cámara, después de pasar por la de Oficios. O entrar en el Pozo de la Nieve, convertido en espacio de exposiciones.

El fin del trayecto bien puede ser el que tomaron Felipe V e Isabel de Farnesio, los monarcas que abrieron la ventana –de cristal, claro– al mundo que hoy es el Real Sitio de San Ildefonso. Ellos acabaron en la bella Real Colegiata, junto al palacio, enterrados en un mausoleo, después de haber vivido entre palacios, como ahora los vecinos que han heredado este paraíso.