La pandereta, mucho más que villancicos
Un grupo del barrio de San Lorenzo ultima los pasos para crear una asociación que difunda el rico legado del instrumento en la provincia
La pandereta ha quedado en el imaginario actual como ese instrumento que sirve para acompañar villancicos, una mirada reciente que induce al error. Porque hablamos de un instrumento que fue protagonista, que vertebró el folklore –especialmente el femenino– hasta el comienzo del siglo XX. Es la lucha de un grupo de San Lorenzo que se marchó a Valladolid para buscarse una profesora y que ha devuelto el pulso de la percusión a la plaza del barrio, llenando de alegría las tardes de junio durante sus ensayos.
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Como no había profesoras en Segovia, el grupo fue a Aldeamayor de San Martín en busca Cristina Zagaleja, un referente en la región que lleva quince años dando clase. En un primer momento pidió un mínimo de veinte alumnas, pero se conformó con una docena de chicas comprometidas a las que ha dado clase desde octubre. El grupo ultima ahora los trámites para constituirse
como asociación para invitar a más gente a unirse y dar a conocer el repertorio de la pandereta, un instrumento clave en Segovia. «Hasta principios del siglo XX, la mayoría de mujeres se han manifestado con ella cuando había un dibujo o una ilustración. Pero cuando hemos hecho la 'refolklorización' las dulzainas lo han acaparado todo», detalla la experta.
Un verso libre
Zagaleja imparte clase en Valladolid o Burgos y lleva años estudiando la pandereta segoviana. Conoció el instrumento en unos cursos para jóvenes cuando tenía 14 años y fue un verso libre en una familia de dulzaineros o de instrumentos de cuerda. Asumió la investigación de visitar a las pandereteras tradicionales y aceptó el compromiso de dar clase para que ese legado no se perdiera. «Había mucho reclamo y nadie para formar; las pandereteras se iban copiando de madres a hijas, pero no había un método creado para el uso del instrumento», revela la profesora, que en 2020 publicó un libro sobre esta técnica.
El uso de la pandereta, que incluye habitualmente cantar, plantea una experiencia completa. «Se enseña con mucha paciencia. Hay que intentar que la gente aprenda a manejar el instrumento de una manera exhaustiva. Hace falta poco tiempo para manejarla, pero hasta que tocas bien pasa mucho tiempo. En un violín a lo mejor te tiras dos años hasta que suena algo bonito», expone Zagaleja. Su grupo abarca la técnica de Castilla y León: usan los dos tipos de redobles o técnicas como tocar con la parte de atrás de la mano o apoyar la pandereta al pecho y usar las dos manos.

La especialista no tiene la respuesta de por qué es un instrumento vinculado a la mujer desde el año 250 A. C. «Es la pregunta que todo el mundo hace, ha ocurrido prácticamente en todo el mundo. De hecho, sigue siendo igual». Habla de las provincias punteras, como Huelva, con cientos de mujeres que la tocan. También ocurre en Cantabria. En el grupo segoviano hay dos chicos que quieren cambiar la tendencia. La profesora recupera una gracia tradicional. «¡Qué bien tocaba ese panderetero, tocaba casi como una mujer!».
Los patrones rítmicos de la pandereta segoviana son similares a las de las provincias vecinas. «Son patrones sencillos, pero lo que sí ha quedado ligado a ella es un repertorio vocal maravilloso. Hay unos fandangos y unas jotas que se están dejando de utilizar», se lamenta. Una de las causas de la asociación es revitalizar ese legado. En el fin de curso que celebraron en San Miguel del Arroyo ya tocaron dos piezas segovianas: unas seguidillas de Bernardos y un fandango de Olombrada.
El reto es exportar esta cultura en 2023. «Es difícil porque lo hemos sacado de su contexto. Estas manifestaciones estaban cada día en los vecinos de los pueblos, todo el mundo salía a la calle y se ponía a cantar. Era otro espíritu. Ahora nos ponemos la radio, la tele o unos cascos. Es difícil que la gente joven se enganche», apunta Zagaleja. En su análisis, cree que eso ocurre porque la pandereta solo aparece subida en un escenario, una gran manera de difundir que debe complementarse con un concepto más participativo. «Al final, no lo ven como propio. La única manera de que la gente vuelta a cantar y a tocar es que esté en la calle y sea una fiesta. Que todo el mundo toque y no se quede solo en la mano de artistas», anima la profesora.
«En San Lorenzo tienen esas ganas de tocar y pasárselo bien»
A Cristina Zagaleja le encaja que la pasión por la pandereta haya germinado en el barrio de San Lorenzo. «Tienen esas ganas de cantar, tocar y pasárselo bien sin mayor pretensión profesional». El objetivo es ampliar el número de alumnos en octubre y poder dar clase en los tres niveles: básico, intermedio y avanzado. Una cultura de escuela que permita exportar el repertorio. «Eso no dependerá de nosotros, sino de los segovianos que se vayan acercando por allí», matiza. Otro objetivo es estrechar vínculos con otros lugares con conciertos que ensalcen el instrumento. «Traer cada año gente que muestre la pandereta de su provincia», manifiesta Zagaleja, quien reivindica el protagonismo de la pandereta, que ha llevado por sí solo un baile en todo tipo de latitudes como Brasil o el sur del Mediterráneo. Porque hablamos de un arte global. «Tiene mucha miga detrás». Por eso diferencia entre tocar tres acordes de guitarra y ser Paco de Lucía. Mientras estudiar guitarra es lo más normal, cuenta una anécdota habitual. «Cuando cuentas que vienes de clase de pandereta, te dicen: ¿Es coña no?»
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