
La tradición hecha arte
Sin su esfuerzo y pasión por esta indumentaria popular, es muy probable que la tradición se hubiera perdido
ISABEL GARCÍA / ICAL
Martes, 2 de febrero 2016, 12:09
La continuidad del traje charro en Salamanca tiene nombre de mujer y este es Feli Cañada. Sin su esfuerzo y pasión por esta indumentaria popular, es factible que la tradición se hubiera perdido, o al menos relegado a las casas particulares de algunos amantes de la vestimenta típica salmantina.
Publicidad
Su interés por la elaboración y la restauración de estos trajes comenzó cuando formaba parte de la Sección Femenina siendo muy joven. «Entonces me fijaba en los trajes que tenía alguna de las mujeres que estaban en el grupo y comencé a restaurarlos. Tal era la expectación que despertaba nuestra indumentaria en el extranjero y la calidad del trabajo, que hasta el museo Metropolitano de Arte de Nueva York nos compró un traje y está ahora mismo expuesto», detalla una orgullosa Feli.
No obstante, ese solamente fue el comienzo de una pasión, ya que en el año 1982 comenzó a dar cursos con un éxito de público impresionante. Amas de casa, maestras y campesinas, había de todo en esas primeras clases de difusión de la elaboración del traje charro. Tan solo unos años después, en 1985, nacería la Asociación del Traje Charro, de la incansable mano de Feli Cañada.
«Desde entonces y hasta la actualidad, doy clases todos los días. Ha habido épocas de más apogeo, no lo voy a negar y las nuevas tecnologías están jugando en nuestra contra pero todavía hay gente interesada en aprender nuestra historia», indica Feli Cañada mientras apunta algunas directrices a sus alumnas.
Y es que, hay muchas cosas que se nos escapan de este reconocido traje que mantiene ocultos aún muchos secretos de nuestra historia. «En el camisón de los hombres se puede ver la figura de la esvástica desde hace más de 200 años y de la porcelana se sacaban muchos de los motivos y dibujos que hoy podemos ver, como la granada o la ya desterrada imagen de los soles salmantinos, una figura que equivalía a las aspas de un molino», explica Feli Cañada. Ésta, además, apunta a que eran las jóvenes las que llevaban el colorido en el mandil y los mayores ostentaban tonos más oscuros.
Publicidad
Sus más de 25 años en este oficio se vieron recompensados cuando en el año 2007 recibió el Premio Encina Charra, la primera vez que alguien que no fuera músico se alzaba con este galardón, que entrega el municipio salmantino de Ciudad Rodrigo. Sin embargo, y pese a llevar 16 años jubilada, Feli no piensa renunciar a su pasión pese al sacrificio que supone y asegura que seguirá en la guerra de volver a resurgir esta bonita tradición, que tanta valoración tiene en el extranjero, mientras tenga fuerzas. Su continuidad no obstante, está asegurada de la mano de alguno de sus más aventajados discípulos.
Nueva generación
Entre la vocación y las circunstancias de la vida llegaron a este mundo José Antonio Martín y Sergio Martín, dos hermanos que regentan la única tienda especializada en la indumentaria tradicional charra en Salamanca. «De pequeños estábamos en un grupo de folclore y nuestra madre nos confeccionaba los trajes. Nos mandaba a comprar los materiales y nos dimos cuenta que había mucha carencia, que casi todo se trataba de lo mismo», detalla José Antonio.
Publicidad
Fue así como empezaron a simpatizar con este arte, al que las clases de Feli Cañada les sumergió de una manera más profesional. En la tienda, que lleva abierta tres años y se conoce como Caireles, se pueden encargar el traje charro entero o por piezas, además hacen restauraciones de piezas antiguas y enseñan a otras personas a confeccionar sus propias prendas.
«Es muy complicado vivir de este negocio solamente y ya que las piezas son confeccionadas artesanalmente y con los mejores materiales, el presupuesto que se necesita para hacerlas es alto. Por eso, hay mucha gente que prefiere aprender y hacerlas ellos mismos», apunta José Antonio.
Publicidad
En el taller de estos dos hermanos se pueden encontrar autenticas piezas de colección, cuidadas al más mínimo detalle y con una gran cantidad de abalorios de multitud de colores y brillantes. Y es que, pese a lo que se pueda creer, el traje charro está en continua evolución. Antiguamente era negro y fue en el siglo XIX, al traer unas monjas de Macotera de Italia la mostacilla, cuando se comenzó a popularizar este colorido tan característico que hoy tiene la indumentaria.
Se trata del más complejo de toda España y al que más horas hay que dedicar para su confección, se puede llegar a invertir más de 500 horas. Consta de unas 17 piezas entre mandileta, manteo, dengue, pololos o puñetas y para ponérselo es necesario contar con ayuda y aguantar un peso considerable. A la hora de la confección, la parte más aparatosa llega cuando hay que dar forma a esos miles de abalorios. «Para hacer los dibujos y que estos coincidan con lo que se presupone de la zona hablamos con gente o investigamos en manuscritos», explica Sergio Martín.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión