Tenerife, donde el Real Valladolid batió todas las marcas
La Vista Atrás ·
El Pucela ascendió en la isla a ocho jornadas del final de la Liga y con una nueva victoriaJosé Miguel ortega
Valladolid
Viernes, 4 de marzo 2022, 14:59
La 2006-07 fue una temporada inolvidable, con algún que otro desliz al principio, pero con dos rachas victoriosas impresionantes. En la primera, 21 jornadas consecutivas sin perder, hasta un serio tropiezo frente al Deportivo de La Coruña en «Riazor» (4-1), aunque con una inmediata capacidad de reacción, encadenando 13 partidos sin conocer la derrota, para coronar en el estadio «Heliodoro Rodríguez» la formidable hazaña de ascender a primera división cuando todavía faltaban ocho jornadas para el final de la Liga.
El Real Valladolid batió, además de ése, otros récords en la categoría de plata, ya con 88 puntos, le sacó 8 al Almería, segundo clasificado, 12 al Real Murcia, tercero, y 54 al Vecindario que fue el colista. Los blanquivioletas consiguieron 26 victorias y10 empates,sufriendo solamente 6 derrotas, con un total de 70 goles a favor y 35 en contra, lo que proporcionó al portero Alberto el Trofeo «Zamora», de segunda división.
Carlos Suárez había hecho una apuesta fuerte, muy fuerte, una especie de todo o nada que le salió bien, pero que si no hubiera sido así, muy probablemente el club hubiera entrado en bancarrota y con serio riesgo de desaparecer. Trajo a un entrenador valiente, conocedor de la categoría y con una capacidad de motivación extraordinaria, José Luis Mendilibar, que iba a ser el principal artífice del éxito final, convirtiéndose en el indiscutible ídolo de la final.
El presidente puso en sus manos una plantilla con experiencia y calidad con una serie de fichajes de gran rendimiento, como el portero donostiarra Alberto, Iñaki Bea, Sisi, Álvaro Rubio, Borja Fernández, Gonzalo Vicente, Manchev, Toché, la cesión del centrocampista Mario Suárez y el retorno de García Calvo y Rafa, que se reencontraron con futbolistas del altísimo nivel de Víctor y Llorente.
El arranque fue bueno, con sendos triunfos sobre el Sporting y Las Palmas, pero una serie de tropiezos posteriores encendieron las alarmas y llegaron a poner en riesgo el crédito del propio Mendilibar, que fue capaz de responder con la primera de esas rachas triunfales ya comentadas y, tras el tropiezo de «Riazor», la segunda hasta la visita, en la jornada 34, al C.D. Tenerife, el 22 de abril de 2007.
Desde hacía varias semanas se sabía que el Valladolid, tarde o temprano, iba a ser equipo de primera. Había un indisimulado ambiente de euforia entre los aficionados, e incluso dentro de la plantilla, por mucho que Mendilibar no fuese partidario de vender la piel de oso antes de cazarlo. Así que, aun a sabiendas de que ganando en Tenerife se podía ascender aquel mismo día, el Valladolid encaró el partido como uno más, concentrado y sin pensar en fiestas.
Víctor a los 23 minutos y el búlgaro Manchev, a los 84, trasladaron al marcador la superioridad vallisoletana que, en efecto, constituyó la certificación del ascenso, tras un partido arbitrado por el madrileño Del Cerro Grande, y estas alineaciones. C.D. TENERIFE: Bernardo; Marc Bertrán, Culebras, Sicilia, Héctor Sánchez; Iriame (Cristo Marrero 52'), Ayoze, Óscar Pérez, Ricardo; Juvenal (Hormiga 64') y Raúl Sánchez (Ángel 52'). R. VALLADOLID: Alberto; Baraja, Iván Hernández, Gonzalo Vicente (Marcos 28'), Pedro López; Iñaki Bea, Álvaro Rubio, Capdevila (Manchev 64'); Sisi (Borja Fernández 73'), Llorente y Víctor.
Naturalmente, hubo en el hotel donde se alojaba la expedición blanquivioleta una especie de aperitivo nocturno de la fiesta multitudinaria que tendría lugar al día siguiente en la capital vallisoletana. La expedición llegó al hotel A.C. Santa Ana y allí se embarcó en la «Leyenda del Pisuerga» para recibir, en el trayecto hasta la playa de Las Moreras, un insólito homenaje que emocionó a todos y cada de los integrantes de la plantilla, técnicos y directivos, pues las riberas del río, atestadas de aficionados, transmitían todo el cariño y admiración que, sin duda, merecía aquella temporada triunfal.
Después, los protagonistas pudieron llegar a duras penas en autocar a la Plaza Mayor, tradicional escenario de celebración de los éxitos del Real Valladolid, donde la alegría se desbordó hasta límites insospechados, obligando a hablar desde el balcón del Ayuntamiento a todos los protagonistas, entrenador, jugadores, presidente…
Nunca antes había acudido tanto público al corazón de la ciudad para festejar un triunfo deportivo, nunca antes un ascenso a primera división tuvo el significado de aquel, que todavía hoy se sigue recordando con nostalgia por la masa social del club y por todos los vallisoletanos en general. Los jugadores y el técnico, auténticos protagonistas, siguen emocionándose tantos años después, cuando se les pregunta por la temporada de los récords, la 2006-07 que, muy probablemente, salvó al Real Valladolid de su desaparición. No nos olvidemos del órdago valiente de Carlos Suárez…
primera, 21 jornadas consecutivas sin perder, hasta un serio tropiezo frente al Deportivo de La Coruña en «Riazor» (4-1), aunque con una inmediata capacidad de reacción, encadenando 13 partidos sin conocer la derrota, para coronar en el estadio «Heliodoro Rodríguez» la formidable hazaña de ascender a primera división cuando todavía faltaban ocho jornadas para el final de la Liga.
El Real Valladolid batió, además de ése, otros récords en la categoría de plata, ya con 88 puntos, le sacó 8 al Almería, segundo clasificado, 12 al Real Murcia, tercero, y 54 al Vecindario que fue el colista. Los blanquivioletas consiguieron 26 victorias y10 empates,sufriendo solamente 6 derrotas, con un total de 70 goles a favor y 35 en contra, lo que proporcionó al portero Alberto el Trofeo «Zamora», de segunda división.
Carlos Suárez había hecho una apuesta fuerte, muy fuerte, una especie de todo o nada que le salió bien, pero que si no hubiera sido así, muy probablemente el club hubiera entrado en bancarrota y con serio riesgo de desaparecer. Trajo a un entrenador valiente, conocedor de la categoría y con una capacidad de motivación extraordinaria, José Luis Mendilibar, que iba a ser el principal artífice del éxito final, convirtiéndose en el indiscutible ídolo de la final.
El presidente puso en sus manos una plantilla con experiencia y calidad con una serie de fichajes de gran rendimiento, como el portero donostiarra Alberto, Iñaki Bea, Sisi, Álvaro Rubio, Borja Fernández, Gonzalo Vicente, Manchev, Toché, la cesión del centrocampista Mario Suárez y el retorno de García Calvo y Rafa, que se reencontraron con futbolistas del altísimo nivel de Víctor y Llorente.
El arranque fue bueno, con sendos triunfos sobre el Sporting y Las Palmas, pero una serie de tropiezos posteriores encendieron las alarmas y llegaron a poner en riesgo el crédito del propio Mendilibar, que fue capaz de responder con la primera de esas rachas triunfales ya comentadas y, tras el tropiezo de «Riazor», la segunda hasta la visita, en la jornada 34, al C.D. Tenerife, el 22 de abril de 2007.
Desde hacía varias semanas se sabía que el Valladolid, tarde o temprano, iba a ser equipo de primera. Había un indisimulado ambiente de euforia entre los aficionados, e incluso dentro de la plantilla, por mucho que Mendilibar no fuese partidario de vender la piel de oso antes de cazarlo. Así que, aun a sabiendas de que ganando en Tenerife se podía ascender aquel mismo día, el Valladolid encaró el partido como uno más, concentrado y sin pensar en fiestas.
Víctor a los 23 minutos y el búlgaro Manchev, a los 84, trasladaron al marcador la superioridad vallisoletana que, en efecto, constituyó la certificación del ascenso, tras un partido arbitrado por el madrileño Del Cerro Grande, y estas alineaciones. C.D. TENERIFE: Bernardo; Marc Bertrán, Culebras, Sicilia, Héctor Sánchez; Iriame (Cristo Marrero 52'), Ayoze, Óscar Pérez, Ricardo; Juvenal (Hormiga 64') y Raúl Sánchez (Ángel 52'). R. VALLADOLID: Alberto; Baraja, Iván Hernández, Gonzalo Vicente (Marcos 28'), Pedro López; Iñaki Bea, Álvaro Rubio, Capdevila (Manchev 64'); Sisi (Borja Fernández 73'), Llorente y Víctor.
Naturalmente, hubo en el hotel donde se alojaba la expedición blanquivioleta una especie de aperitivo nocturno de la fiesta multitudinaria que tendría lugar al día siguiente en la capital vallisoletana. La expedición llegó al hotel A.C. Santa Ana y allí se embarcó en la «Leyenda del Pisuerga» para recibir, en el trayecto hasta la playa de Las Moreras, un insólito homenaje que emocionó a todos y cada de los integrantes de la plantilla, técnicos y directivos, pues las riberas del río, atestadas de aficionados, transmitían todo el cariño y admiración que, sin duda, merecía aquella temporada triunfal.
Después, los protagonistas pudieron llegar a duras penas en autocar a la Plaza Mayor, tradicional escenario de celebración de los éxitos del Real Valladolid, donde la alegría se desbordó hasta límites insospechados, obligando a hablar desde el balcón del Ayuntamiento a todos los protagonistas, entrenador, jugadores, presidente…
Nunca antes había acudido tanto público al corazón de la ciudad para festejar un triunfo deportivo, nunca antes un ascenso a primera división tuvo el significado de aquel, que todavía hoy se sigue recordando con nostalgia por la masa social del club y por todos los vallisoletanos en general. Los jugadores y el técnico, auténticos protagonistas, siguen emocionándose tantos años después, cuando se les pregunta por la temporada de los récords, la 2006-07 que, muy probablemente, salvó al Real Valladolid de su desaparición. No nos olvidemos del órdago valiente de Carlos Suárez…
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