Varios pequeños con los brazos en alto intentan atrapar una bolsa.

¡Manos arriba!

Medio millar de niños participan en la pedrea infantil

Raquel Martínez Carrascal

Jueves, 16 de abril 2015, 11:31

Medio millar de niños de entre 3 y 12 años se concentraron en la tarde de ayer a los pies de la ermita de Santo Toribio, en el cerro del Otero, esperando que lo que cayera de lo alto fueran solamente bolsas de pan y queso y no el agua de las nubes que durante todo el día se mostraron amenazantes en el cielo palentino. Y hubo suerte, porque la única lluvia la protagonizaron las 500 bolsas que desde el balcón de la ermita lanzaron el alcalde, Alfonso Polanco; el presidente de la Asociación de Vecinos del Barrio del Cristo, Miguel Ángel Brugera; varios concejales del equipo de gobierno y de la oposición y hasta el obispillo, Alberto Merino.

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Dos cohetones

El lanzamiento de dos cohetones marcó el inicio de la pedrea infantil, una iniciativa impulsada para que la tradición arraigue entre los más pequeños y para darles la oportunidad a ellos de participar en una fiesta de interés turístico regional que tendrá su máximo exponente el domingo, con otra pedrea más multitudinaria y tumultuosa protagonizada por miles de adultos.

Los vecinos y voluntarios encargados de coordinar la actividad dividieron a los niños en dos grupos, de 3 a 6 y de 7 a 12 años, para que la diferencia de edad no provocara incidentes a la hora de atrapar el bien más cotizado en la tarde de ayer: una bolsa de pan y queso. Sin embargo, no fueron las luchas o las dificultades para hacerse con el pan y el queso lo que provocaron los primeros llantos de la tarde, sino el lanzamiento de los dos cohetones desde el balcón de la ermita, que obligó a algunos padres a tranquilizar a sus hijos, al tiempo que les animaban a no abandonar la pedrea por la puerta de atrás y sin premio.

Enjugadas las lágrimas y ahuyentado el miedo al ruido de los cohetones, el primer grupo de niños de entre 3 y 6 años se aproximó con una mezcla de vergüenza e incertidumbre a los pies del balcón para ser apedreados. Todos se habían aprendido bien la lección que antes, mientras esperaban el inicio de la actividad, les dieron los organizadores: una bolsa por niño. Así que cuando lograban coger una, abandonaban el campo de batalla sin rechistar y llevándosela a sus padres como si fuera el mayor de los trofeos (no pasará lo mismo el domingo, cuando la multitud no se moverá hasta que se lance la última bolsa y todos los asistentes competirán por conseguir el máximo posible).

Y si los cohetones marcaron el inicio de la pedrea infantil, también sirvieron para marcar el fin de la lluvia de pan y queso, aunque esta vez ya no hubo lágrimas, porque, para entonces, la mayoría de los pequeños ya se encontraban disfrutando de su merienda tranquilos en los entornos del cerro del Otero.

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