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Javier García Escudero
Miércoles, 2 de noviembre 2016, 21:32
Una simple cita recogida de El alquimista, la exitosa novela de Paulo Coelho, resume la filosofía con que nació y funciona cada día La Fábrica de Inventos. Y así figura a modo de presentación en su página web: «Es justamente la posibilidad de realizar un sueño lo que hace que la vida sea interesante». Quizás porque, al igual que sostienen los defensores del controvertido superventas del prolífico autor brasileño, la empresa radicada en Valladolid, con sede también en Burgos desde julio, parece dirigirse más al corazón que a la razón. Pero solo en un principio, porque de inmediato se puede comprobar que detrás de un nombre con gancho, capaz de atraer, se encuentra un grupo de personas, ingenieros en su mayor parte, dispuestas a pelear por convertir una idea que les llegue en un producto de gran consumo. Además, cualquier proyecto debe seguir un buen camino para triunfar.
El núcleo duro
Guillermo Alonso, Juan Úbeda, Patricia García y Roberto López constituyen el núcleo duro de La Fábrica de Inventos, creada en marzo de 2012 para dar soporte a empresas y particulares que tengan una nueva idea sobre un proyecto o un producto innovador y que necesiten cualquier servicio que haga que evolucione desde su concepción hasta su comercialización. Los cuatro socios, al igual que su equipo de diseñadores, creativos y especialistas capaces de cubrir y crear necesidades en el mercado, se muestran plenamente convencidos de que toda persona aloja en su interior a un inventor. «Al cien por cien de la población se le ha ocurrido algo nuevo en algún momento, aunque solo el 10% es capaz de persistir para sacar adelante la idea que haya tenido», afirma con énfasis el burgalés Guillermo Alonso, un ingeniero en Diseño Industrial que a los 11 años ya contaba con su propia libreta de inventos.
Así que todos aquellos inventores o emprendedores del siglo XXI que tengan una idea, cualquiera que sea, tanto da un sencillo accesorio doméstico como una gran innovación tecnológica, disponen en dos provincias de Castilla y León de un lugar al que dirigirse, con la garantía de que con el asesoramiento de La Fábrica de Inventos podrán saber si el proyecto que ha alumbrado su mente resulta viable, cómo desarrollarlo y si podrán obtener un beneficio económico.
El primer paso
El primer paso será realizar un estudio de mercado o un plan de viabilidad sobre la idea que ha llegado a la empresa, de tal manera que su promotor sepa pronto si ya existe, cómo mejorarla, en qué sector se encuadra o el proceso que debe seguir para que se convierta en una realidad y tenga éxito. «Está comprobado que con un planteamiento correcto las posibilidades de éxito del proyecto aumentan el 50%», agrega Guillermo Alonso, quien añade otros pasos que deben darse a continuación, como el diseño conceptual del invento o idea objeto de estudio, su posterior diseño industrial, la realización de un prototipo y el registro de la patente si el autor quiere garantizarse sus legítimos derechos. La gestión de su fabricación, la comunicación y el marketing necesarios para dar a conocer el producto y su posterior comercialización terminan por rematar el proceso y hacer visible y rentable lo que inicialmente solo era una ilusión.
«Todos los inventos, todas las ideas, tienen un sentido, no hay nada que inicialmente pueda considerarse disparatado. Lo importante es tener ilusión y saber enfocarlo bien desde el principio», apostilla Juan Úbeda, un vallisoletano que cuenta con pasión y vehemencia los objetivos de la empresa, marcada también por la juventud de sus componentes (las edades de todos sus miembros se sitúan entre los 24 y los 30 años).
Pero no solo se trata de materializar la idea, sino de saber moverla en el mercado. Y es ahí también en donde La Fábrica de Inventos se apresta a colaborar con inventores y emprendedores. Igualmente, la empresa gestiona todo tipo de inversión, desde business angels, crowdfunding, inversiones privadas, créditos, subvenciones o reestructuración de capitales hasta el establecimiento de alianzas estratégicas, sin olvidar, claro, la búsqueda de distribuidores tras la fabricación del producto, de manera que no solo llegue al mayor número posible de clientes, sino que con el tiempo sea aceptado por el conjunto de la sociedad como útil y necesario. También desde el conocimiento empírico de que un invento necesita generalmente de tres a cuatro años para que la inversión que ha requerido llegue a amortizarse.
Mantenerse unidos
Los integrantes de La Fábrica de Inventos se muestran satisfechos de los resultados que han obtenido en estos cuatro años largos de andadura. La empresa recibe alrededor de 400 propuestas cada mes y logra registrar en torno a 50 patentes al año. «El primer año en que se nos expone la idea siempre es el más duro en el plano económico. Los promotores de cualquier producto tienen que buscar otras motivaciones más allá de las meramente económicas», explica Guillermo Alonso.
Ese consejo también ha servido para los propios componentes de La Fábrica de Inventos, que consideran como una de las claves de la pervivencia de su sociedad el simple hecho de haberse mantenido unidos, de no haber perdido los valores iniciales con que nacieron al mercado y haber aplicado siempre el sentido común. «Queremos ser útiles a los inventores y a cualquiera que tenga una idea», recalca Juan Úbeda, porque además La Fábrica de Inventos no solo recoge propuestas, también lanza ideas a la comunidad nacional e internacional de inventores, lo que amplía el círculo de intercambio de proyectos a unas 700 personas. Un mundo con un perfil más amplio de lo que puede imaginarse. «Podríamos decir que el inventor actual tiene entorno a 35 años, con un ligero predominio de los hombres sobre las mujeres, el 60% frente al 40%, con estudios variados, y donde pueden encontrarse buenos especialistas en los sectores en que trabajan. Y todos tienen algo en común: son gente rica en tiempo», concluye Juan Úbeda.
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