Un hombre observa uno de los cuadros que pintó Guido Caprotti de Ávila nevada.

Medio siglo atrapado por la nieve

Una intensa nevada atrapó en el invierno de 1916, durante tres días en la estación de tren de Ávila, al expreso París-Madrid y con él al pintor italiano Guido Caprotti, que se apeó para unas horas, y se quedó cincuenta años

roberto jiménez-efe

Sábado, 7 de febrero 2015, 12:43

Bajó Caprotti en busca del recomendado Hotel Inglés, situado junto a la catedral, una madrugada de luna clara y con la ciudad cubierta de nieve, cuando escuchó el grito de un sereno que cantaba la hora con el consabido '¡Ave María Purísima!', en medio de un silencio que sedujo el espíritu artístico del pintor italiano.

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Un año después, el artista, que se dirigía al Museo del Prado para copiar un cuadro de Velázquez por encargo de un coleccionista francés, colgó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su primera exposición individual en España, el 23 de abril de 1918, de la que formó parte 'Los ojos de la noche' (1917), inspirado en esa visión nocturna. Este cuadro, que reúne a un grupo de serenos insinuados a la luz de sus candiles, con el mástil de sus chuzos y al resguardo de uno de los arcos de la muralla, es el que recibe a los visitantes que acuden a la Casa Museo Caprotti, inaugurada en octubre de 2013 en el Palacio de los Condes de Superunda, un caserón de traza palaciega levantado a finales del XVI y que Caprotti compró en 1930, y el cual reúne algo más de un centenar de las cerca de 350 obras y doscientos bienes muebles cedidos por la familia.

La nieve, con frecuencia catalogada como un fenómeno meteorológico adverso, ha retribuido a la ciudad de Ávila con alguna de las estampas más conocidas de su paisaje urbano y monumental y compensado, aunque de forma accidental, con el legado de un pintor extranjero que dedicó el grueso de su obra a captar su misticismo.

Coetáneo de Anglada Camarasa, Ignacio Zuloaga y Joaquín Sorolla, a quienes conoció y trató, Caprotti se adentró en el alma de la vieja ciudad castellana con tipos y personajes como serenos, mozas de cántaro, frailes, monjas, penitentes, labradores, arrieros y otros menesterosos que reunía en torno a escenas costumbristas, en muchas de las cuales no faltaba la nieve como elemento recurrente.

Nacido en Monza (Italia), en 1887, orilló los estudios de Arquitectura por el Arte en la Academia de Bera, donde recibió clases del paisajista Cesare Tallone, apunta José Carlos Brasas, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Salamanca en su libro 'Un pintor italiano en Ávila' (2000). En 1915, con su maleta y paleta de colores, viajó a España huyendo de la I Guerra Mundial y visitó Burgos, Toledo, Segovia, Murcia y Elche, pero se quedó en Ávila con frecuentes visitas a Madrid, de cuya vida intelectual y artística fue partícipe activo.

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Se casó en España con Laura de la Torre y tuvo dos hijos: el escultor Óscar Caprotti de la Torre y su hermano Edgard, que fue jugador de baloncesto del Real Madrid entre 1945 y 1950.

Otros pintores como Benjamín Palencia, Eduardo Chicharro y Jose Antonio López Mezquita sucumbieron al misterio de la ciudad amurallada y su provincia, y en ella disfrutaron de prolongadas estancias, como el caso de este último, que instaló su estudio junto al ábside de la ermita románico-mudéjar de Santa María de la Cabeza.

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