DOLORES ALONSO
Viernes, 10 de julio 2009, 03:15
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Recuerdo perfectamente el día que me pusieron gafas. Al salir de la óptica descubrí un mundo lleno de mensajes -antes brumosos- que esperaban mi lectura, y me dediqué con fruición a matrículas de coches, nombres de comercios, señales de tráfico y anuncios publicitarios. Pero nada como las siglas en carteles y marquesinas, a las que daba significados estrambóticos dependiendo de la simpatía o rechazo que me inspirasen.
Muchos años después conocería una sigla (IOBA) a la que nunca le inventé sentidos raros, porque siempre me ha asombrado la capacidad del equipo de José Carlos Pastor para hacer realidad su significado auténtico, aunando la investigación puntera con la práctica clínica; como dice su última «A», aplicado a la solución de cualquier problema de las personas con sus ojos. Y con otro par de detalles añadidos nada frecuentes: la apuesta por la sanidad pública y la continua colaboración con químicos, físicos, informáticos -y lo que sea menester- para diseñar sistemas expertos de diagnóstico, depurar aceites de silicona redentores de retinas desprendidas, adaptar periódicos digitales a la baja visión, o cultivar y trasplantar células madre que regeneren córneas chungas. «Impresionante», pienso mientras veo a Pastor andar en bici sin manos, y me atrevo a imitarle. ¡Lo que me estaba perdiendo por miedica!
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