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Alberto Vázquez-Figueroa, durante la presentación de su conferencia en el Museo Patio Herreriano. l
«Para inventar algo hay que preguntarse a quién perjudica y no a quién beneficia»

«Para inventar algo hay que preguntarse a quién perjudica y no a quién beneficia»

Vázquez-Figueroa lamenta en el Aula de Cultura las dificultades para innovar en España

JESÚS BOMBÍN

Martes, 30 de septiembre 2014, 11:28

Alberto Vázquez-Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) presume de su condición de escritor de best sellers, de inventor y de aventurero. Ayer llenó de historias y de público el salón de actos del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo, en Valladolid, a donde acudió convocado por el Aula de Cultura de El Norte de Castilla, foro que cuenta con el apoyo de la Denominación de Origen Toro y la Junta de Castilla y León.

Durante hora y media mantuvo cautivo al auditorio con el relato apoyado en fotografías y gráficos, de vivencias que le han deparado su niñez, su vida de reportero y de novelista pero, sobre todo, su faceta de inventor. Tiene pensadas soluciones para impedir que los inmigrantes se ahoguen en las travesías, disminuir la población de medusas o las hambrunas, tres inquietudes que le han movido a cavilar en busca de remedios. De hecho, en su próxima novela, Hambre, demostrará «que podemos reducir el hambre en el mundo a una tercera parte».

Su sabiduría se nutre de viajes y experiencias vividas, aunque eso sí, previno al auditorio de sus limitaciones: «De música apenas distingo a los Beatles de Mozart; mi cultura es escasa, solo hice Bachillerato y sé hablar de la guerra, de viajes, submarinismo, cine y mujeres».

Tiene una legión de seguidores que refrendan con el paso de los años su hacer literario. A sus espaldas, más de cuarenta libros publicados y treinta millones de ejemplares vendidos. Un bagaje de conocimiento que ayer le llevó a exhibir un desfile de anécdotas y aventuras. «La guerra del Chad fue para mí la peor, la más dura, con una temperatura que alcanzaba los 50 grados y no sabías por qué te disparaban».

Contó que su afán por viajar le llevó durante quince años a un centenar de países como enviado especial de La Vanguardia y Televisión Española, una experiencia que le permitió conocer guerras y revoluciones en África y Latinoamérica principalmente. Ha vivido los efectos de terremotos y catástrofes naturales, pero nada parecido a lo que definió como la experiencia más trágica de su vida, la que más le impactó: la ruptura de la presa de Vera de Tera, que en 1959 arrasó la localidad zamorana de Ribadelago y dejó 144 muertos. «Aquello era dantesco. Recuerdo que era profesor de submarinismo y vinieron dos policías a buscarme a la Facultad de Periodismo, reuní un equipo de doce personas y estuvimos varios días sacando del agua cadáveres mutilados; fue la experiencia más dura y difícil que he vivido».

Guerras y catástrofes

A partir de aquello se exigió no volver a pensar en las imágenes que vio en Ribadelago. «Nunca jamás», dijo. «Y lo conseguí, hasta que 50 años después me llamó Agustín Remesal para hacer un documental y sucedió algo que por primera vez en mi vida me llevó a creer en lo sobrenatural: estábamos rodando en la zona donde ocurrió la catástrofe y a las tres de la tarde sonaron campanadas a muerto y allí no había nada».

Habló de la dureza de las imágenes de conflictos armados, aunque en su condición de reportero remarcó que «a la guerra se va porque te pagan más, es una experiencia, una emoción y se descarga adrenalina». Su imaginación no deja de concebir mundos, tramas y situaciones que llevar al papel. Presume de tener suerte e intuición para tratar asuntos que ponen el dedo en la llaga, como en su obra Medusa, obra que publicó el pasado año en la que arremetía contra gobiernos «ineptos, cobardes y dependientes» y en la que imaginaba qué pasaría en caso de apagón tecnológico.

Asegura que a pesar de cavilar e imaginar, de la vida extrae la mayor parte de los argumentos que transforma en relatos. «Me pagan por pensar y que se me ocurra una idea». Ofuscado por el fracaso de las desaladoras en España «El Gobierno gastó 3.500 millones en construir 50 y solo funciona una al 12%» se lamenta de que no se tome en consideración un prototipo que él defiende. Su frustración le llevó a intervenir en un congreso de inventores en España para darles un consejo en estos términos: «Cuando ustedes inventen algo, no se pregunten a quién beneficia, sino a quién perjudica». «El problema de los políticos que roban dijo ayer, no está en lo que roban, sino en que por una comisión de 30 millones se gastan 800 millones para hacer aeropuertos sin aviones o autopistas a ninguna parte».

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