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Cata de tomates en el centro cívico El Campillo.

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Cata de tomates en el centro cívico El Campillo. GABRIEL VILLAMIL

Al rico tomate pucelano

El centro cívico El Campillo acoge un acto organizado con hortelanos locales

Víctor Vela

VALLADOLID

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Sábado, 22 de septiembre 2018, 20:05

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Están los tomates del terreno de Tudela de Duero (mmm), los vascos de Simancas (tan sabrosos), los corazón de Piñel y los rosa chato de la misma localidad (deliciosos los dos).

Son cuatro de las variedades de tomate que aún se cultivan en Valladolid y que forman parte de un rico patrimonio que, dicen los hortelanos, habría que cuidar. Lo defendió este sábado Guillermo Puerta, de la huerta ecológica Alholva, en la primera jornada Eco Rock organizada por la asociación vecinal Caño Argales.

«Existen entre cinco mil y ocho mil variedades de tomate, pero apenas conocemos dos o tres, que son las que más se venden en los supermercados», asegura Puerta, quien entiende que al estrechar las posibilidades, se pierde una buena oportunidad de darle gusto al paladar. Además, condenar las tierras a una sola variedad también es contraproducente. «Si tenemos una mayor diversidad en el huerto, eso hace que el terreno sea más sostenible y fácil de gestionar».

Eduardo Perote, de Piñel de Abajo, trabaja en la recuperación de variedades autóctonas y en la difusión de semillas que permitan extender el cultivo de más tipos de tomate. «Si dependemos en exclusiva de un solo tipo, el día que llegue una plaga afectará a toda la plantación. Además, nos hará estar a expensas de más de los productos químicos».

Los participantes en las jornadas celebradas en el centro cívico El Campillo entienden que esta apuesta por las variedades autóctonas tienen solo valor para recuperar «una cultura hortícola que se pierde», sino también ventajas para el consumidor. «La más evidente es la del sabor. Hay tomates más ácidos y otros más dulces. Y no todos valen para todo. Lo sabían nuestros abuelos, que utilizan esas variedades de tomate dulce, casi melaza, para hacer mermelada. Y esos no eran los mismos que los de ensalada», añaden. Lo mismo, recuerdan, ocurría con las sandías o melones, con variedades más tempranas o tardías que permitían disfrutar de estas frutas hasta bien entrado noviembre,«y con el tiempo que hacía en los otoños de entonces».

Puerta insiste en la necesidad de recuperar esas semillas y distribuirlas entre los productores, algo que, asegura, no es sencillo, porque el mercado suele demandar variedades muy concretas de tomates. Por eso, la distribución de estas especies autóctonas se suele limitar a los grupos de consumo ecológico o redes de distribución local, presentes ya en la mayor parte de los barrios de la capital, como La Patata Solidaria (Girón) o La despensa del Tío Chaqueta (La Victoria).

«También en la zona centro nos interesa este tipo de asuntos. Puede que las huertas nos pillen más lejos, pero, como consumidores, también nos afecta», explica Teresa García, presidenta de la asociación Caño Argales, promotora de una jornada que ha madurado las ponencias y catas de productos de la huerta, con la música del grupo Rosewood.

Marina Frutos expuso su experinecia en la cría de pollos desde su granja en La Aldea de San Miguel, donde gestiona una nave que fomenta la alimentación de base ecológica. «Mis pollos no están tratados con hormonas, antibióticos, no tienen restos químicos. Yeso es algo que cada vez demandan más consumidores», indica Frutos. En este caso, también el sabor difiere de la carne envasada en bandejas de supermercado. «Estos pollos tienen más sabor, la carne es más tersa. También es más cara porque detrás del cuidado de los pollos no hay una empresa, sino una persona». La distribución y los precios más competitivos, aseguran, son los nuevos retos de esta agricultura y ganadería ecológica.

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