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Lunes 5 de mayo de 2025. El Ministerio de Sanidad comienza a lanzar la adjudicación de las plazas MIR. Hugo Pereira, un joven de Vigo, espera su turno para confirmar la plaza que le ha sido adjudicada. Aunque con «nervios en el cuerpo», confiesa no estar preocupado por acceder a la especialidad deseada debido al buen número de orden que ocupa, el 180. A partir de ese instante, sin él saberlo, se acaba de convertir en el primer médico MIR que elige Valladolid para formarse en 2025. En concreto, pasará los próximos cuatro años recorriendo los pasillos de la sexta planta del Hospital Clínico Universitario.
Apasionado por la biología, siempre supo que su futuro iba unido a la rama sanitaria. Aunque confiesa que tuvo otras opciones como veterinaria u odontología, la medicina siempre estuvo un escalón por encima. Y así fue. Un largo camino de siete años hasta hoy. Ya como médico comenzará a formarse en los primeros días de junio en la especialidad de endocrinología.
El camino lo comenzó a construir 'lejos' de casa. Se afincó en Santiago de Compostela durante los seis años universitarios, una etapa que resume como «hacerse mayor de verdad». Este momento de cambio le otorgó «independencia» y «grandes experiencias».
Cuando terminó la carrera volvió a casa para prepararse el examen MIR. Ahí se dio cuenta de que «lo gordo todavía no había empezado». Hugo tiene claro que el MIR «solo» te permite acceder a una especialidad, pero en «ningún caso te define como médico» y que lo realmente importante viene después con los pacientes.
Siete meses de preparación intensa con rutinas diarias de estudios y test desde primera hora de la mañana y casi hasta la hora de dormir. Una rutina que convirtió su vida en un bucle que hizo que se le «pasara el tiempo rápido»; eso sí, con algún día donde «parece que todo sale mal» y lo mejor es acostarse y esperar al siguiente. Lo recuerda como un momento muy estresante, sobre todo porque «no tienes garantías de que vaya a salir bien», por lo que tratar de apoyarse y ayudarse está a la orden del día. Como hizo Hugo con una amiga –de una academia diferente–, con la que trataba de comprender esa pequeña disparidad de criterios con algunas de las respuestas de los test.
Desde la carrera tuvo claro que quería ser endocrino, lo que ratificó cuando rotó en el hospital. «Quería una especialidad médica, las quirúrgicas no me llaman la atención; no me siento tan habilidoso quirúrgicamente». ¿Por qué endocrino? «Se adapta a mí, a mi perfil de personalidad». Además, señala que considera la endocrinología «fundamental en la medicina actual», aunque lamenta que socialmente no se conozca todo lo que abarca. Y es que, como señala el joven vigués, desde la especialidad se tratan cosas tan prevalentes como la diabetes, la obesidad o los trastornos tiroideos. Además del papel que juega en patologías como el ovario poliquístico, o los problemas de fertilidad. «Todas cosas muy frecuentes y que no solo se abordan con fármacos, sino también con educación alimentaria». En definitiva, «una especialidad con mucho potencial para mejorar la calidad de vida de los pacientes», señala.
Por primera vez, y dentro de su formación, se tendrá que enfrentar a las guardias o, lo que es lo mismo, a jornadas maratonianas de 24 horas en el hospital. Quien «ya ha tenido que sufrirlas», le ha comentado que son «complicadas» y que se duerme más bien poco. No cree que sea lo mejor, sobre todo por tener que «tomar decisiones importantes sobre la salud de la gente sin estar descansado, sin tener la mente fresca». Algo con lo que tendrá que lidiar durante su primer año de residencia, cuando realizará guardias de puerta (en urgencias). «Se trata de un momento en el que estás bajo presión y enfrentándote a cosas nuevas que te permite experimentar un gran aprendizaje», avanza.
Un entrenamiento para los siguientes tres años, en los que no tendrá guardias propias de endocrino. En su lugar entrará en un 'pool de interna'. Un compendio de pacientes con patologías muy distintas, que es precisamente «la complejidad».
En cuanto a la polémica que rodea a las guardias de los médicos en formación por la desigualdad económica que existe entre comunidades, asegura que no condicionó su elección. No obsrante, este joven gallego cree que el salario «no va en relación con la responsabilidad que se tiene». «Después de tantos años formándote y del desembolso económico necesario, que el salario base sea casi el mínimo no me parece justo». Hugo Pereira apunta a que «mucha gente» argumenta que «los médicos cobran más que esos 1.200 euros», algo que es cierto, pero que viene acompañado de letra pequeña: «Un mínimo de cinco guardias al mes que incrementan las jornadas hasta superar las sesenta horas semanales».
Si endocrino lo tenía claro, que iba a ser en Valladolid también. Principalmente, «por la comodidad de una ciudad con gran oferta cultural y de servicios, pero cómoda para el día a día», explica. Además, señala que el Hospital Clínico Universitario de Valladolid le pareció «una gran opción» por «el volumen asistencial que tiene y la variedad de patologías». Aunque sin duda, lo más importante estuvo en la «cercanía del servicio» y la «posibilidad de formarse en investigación».
La nueva vida que empezará en esta ciudad le ha obligado a enfrentarse a la tarea de encontrar casa, a vaces toda una odisea. Por el momento –al menos este primer año–, ha decidido compartir piso, ya que se trata de un sitio nuevo donde no conoce a mucha gente y cree que es «una buena forma» de integrarse en el tejido social vallisoletano. En la primera semana de junio se instalará en un piso «muy cerca del hospital», lo que considera que le dará «mucha calidad de vida».
Valladolid como primera opción, algo que no suele ser habitual y más si se trata de zonas rurales o de Medicina de Familia, que a 23 de mayo solo ha cubierto el 26% de sus plazas (10 de 38 ofertadas). «Socialmente no tiene mucho reconocimiento. Creo que poco a poco nos estamos dando cuenta de que se trata de una de las especialidades más importantes de todas. Es el primer contacto del paciente con el sistema sanitario», afirma este joven graduado. «Es una pena que queden plazas libres, imagino que deberían hacer más atractivos esos destinos para que la gente quiera ir».
El número 18 del paseo de Prado en Madrid se llena de miles de jóvenes de toda España, casi maleta en mano, en busca de la especialidad soñada y el destino perfecto. Y es que Sanidad ha vuelto a la era precovid, cuando la adjudicación de la plaza MIR se realizaba de forma presencial. Hugo Pereira ha sido uno de los miles de médicos que, con nervios, incluso «más que el día del examen», entró en las salas del Ministerio después de recorrer más de cuatrocientos kilómetros. Hugo confiesa que se fue hasta Madrid porque «le daba más seguridad», e incluso lo hizo un día antes para evitarse «problemas con el transporte». Un viaje y unas horas en las que la incertidumbre y cierta angustia se apoderan de la situación. «Llevas mucho tiempo pensando en ese momento y de repente llega, no se puede posponer más, ahí te pones realmente nervioso», explica. Sobre todo, se trata de un día de mucha «emoción». «Llegas al Ministerio, te llaman y eliges la especialidad». Segundos después, y ya con la plaza en el bolsillo, explica que «te quedas en shock, te sientes extraño. Es una sensación a medias, como de 'pues ya está, lo conseguí'. A partir de ahí ya reaccionas y te sientes muy contento».
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