
Pablo Puyol: «La de actor es una profesión tan inestable que hay que estar muy seguro mentalmente»
El intérprete encabeza el reparto de 'Un secreto a voces' la comedia de enredo que este sábado la lía en el Teatro Cervantes
«He ido muchas veces a Valladolid con varias obras», cuenta Pablo Puyol, el actor que este sábado día 11 se sube a las tablas ... del Teatro Cervantes (20:30 y 23:00 horas) para representar 'Un secreto a voces'. «Fui con 'Crimen perfecto', con 'El intercambio', con 'Venidos a menos'. Y siempre me he encontrado con un público que me ha tratado muy bien. Y es un público complicado, ¿eh?, porque está muy acostumbrado a ver teatro y no le gusta cualquier cosa, como debe ser».
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-¡Qué fama tenemos!
-Pero no es mala, al contrario. Ser un público difícil no significa ser un público malo. Tienes que apretarte los machos porque no puedes hacer cualquier cosa, tienes que estar a tope y que la propuesta que lleves sea interesante. Y en este caso, con 'Un secreto a voces', estamos haciendo algo muy bonito.
-¿Qué es 'Un secreto a voces'?
-Una comedia muy divertida, con tres grandes actores y yo, que nos lo pasamos muy bien encima del escenario. Hata ahora, en todas las funciones que hemos hecho el público ha respondido muy bien, riéndose desde el primer momento. En cuanto entran al tipo de comedia que es y a la situación, va todo rodado. Además, trata un tema tan actual como la pandemia.
-¿Está ambientado en pandemia?
-Sí, sí. Con todas sus situaciones posibles y lo que conlleva este momento terrible/absurdo/inesperado. A veces no sabe uno cómo actuar, ni siquiera con la gente con la que más confianza tiene. Todo eso se utiliza para esta comedia de enredo, que sucede en un mismo espacio, el salón de una casa en la que cuatro amigos (dos de ellos son pareja) se encuentran y se desencuentran. Hay un malentendido con una situación y esos personajes se van alocando poco a poco hasta un final apoteósico.
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-¿Es complicado tomarle el pulso a la comedia?
-Sí, a mí me parece mucho más difícil. De hecho, estoy indignadísimo con que jamás se le den premios a la gente que hace comedia. Me parece mucho más difícil hacer reír al público que hacerle llorar o sentir cosas. Sé que hay muchos actores que esto no lo piensan, no lo comparten, o se llevan las manos a la cabeza. Pero yo lo tengo clarísimo: lo más difícil es hacer reír y conseguir que tu personaje sea tan creíble como en un drama. Por eso creo que deberían darse más premios a los grandes actores de comedia que tiene este país.
-Con ese secreto a voces, el «te voy a contar una cosa, pero no se la cuentes a nadie» es un peligro..
-Correcto. Es que al final las cosas se saben. Lo bueno aquí es que el público sabe el secreto desde un principio y los personajes no. Y el público ve cómo se enreda todo por una tontería.
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-Hay secretos que nos queman en la boca.
-Hay una frase que me gusta en la obra y que dice el personaje de mi chica en la función: 'Hay secretitos y secretos'. Secretitos son esas cosas pequeñas que uno va soltando porque si no, se hace costra. Los secretos son ya cosas más serias, que uno se tiene que guardar porque si no puede generar un caos. Y eso pasa en esta obra: un secretito, que es una tontería y que no pasaría nada si se hubiera dicho desde un principio, genera un malentendido. No se dice como se debería y al final acaba siendo una hecatombe.
-¿Son más peligrosos esos malentendidos fortuitos o los que van a mala leche?
-Los peores son los fortuitos. Los que van con mala intención y con ganas de hacer daño son peligrosos, pero te los puedes esperar de la otra persona. El problema es cuando, sin intención, piensas que estás haciéndolo bien y resulta que eso acaba en una batalla campal. Y todo por un pequeño desliz o por pensar que no hacía falta decir algo.
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-¿En qué momento decidió que quería ser actor?
-Fue un poco por casualidad. Yo estaba terminando el instituto, jugaba al volley casi a nivel profesional y un amigo me dijo: '¿Por qué no te pasas por el taller de teatro de la universidad, que creo que se te daría bien?'. Y yo pensaba: 'Qué pinto yo ahí, si jamás he hecho teatro ni se me ha pasado por la cabeza ni ná de ná'. Y el otro: 'Que sí, vente, que tú eres muy payaso y te gusta hacer el tonto...'. Y al final, pues sí, venga voy, porque eso sí, siempre he sido muy de hacer tonterías. Así que fui un día a probar, me subieron al escenario, el profesor me mandó hacer unos ejercicios... Me gustó lo que hizo, al director también le gustó lo que vio... Empecé a ir, tanto fui, tanto fui que dejé la carrera (había empezado Biología) y comencé con arte dramático. Dejé de entrenar, dejé todo por la interpretación. Y ha sido un cambio muy importante en mi vida. Porque como jugador de volleyball no me habría ganado la vida y por suerte encontré mi pasión y mi profesión.
-¿Es este mundo como te esperabas?
-Es que este mundo, hasta que no lo vives desde dentro, no sabes de qué va. La ilusión y la fantasía que la gente puede ver de este mundo, lo del glamour, esta cosa así como bonita (que lo es, que lo tiene), conlleva detrás mucho trabajo del día a día: de estudiar, de prepararse, de no dejar nunca de estar pendiente de ti, de lo que le pasa a tu cuerpo cuando está en escena, a tu mente. El trabajo es constante. No hay un carné de actor que lo tienes y ya está. Esta es una profesión en la que nunca dejas de aprender, siempre puedes mejorar cosas. Y además, es tan inestable que hay que estar muy seguro mentalmente. Estás siempre puesto a examen, ya sea para los castings, para que te seleccionen, como luego durante el propio trabajo, en el que el público te pone a examen.El público te valora, te juzga un poco. Así que tienes que estar muy fuerte mentalmente porque si no, puede acabar contigo.
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