El nuevo hogar de las monjas que entregaron su convento en una dación en pago
Las carmelitas samaritanas han hallado un hogar en Viana de Cega, un año después de lanzar un SOS para permanecer en Valladolid
Víctor Vela
Sábado, 4 de febrero 2017, 17:44
«Hay que ver la mano de Dios detrás de las manazas de los hombres», dice la madre Pilar, mientras sus sandalias recorren los pasillos y estancias de su nuevo hogar, todo blancas paredes en el edificio que ocupan desde el pasado mes de septiembre. Este es en la carretera CL-600, muy cerquita de Viana de Cega el nuevo cobijo de las carmelitas samaritanas, una comunidad religiosa asentada en la provincia desde 1608 y que ha llegado hasta aquí, hasta esta que fue residencia de verano del Colegio de los Ingleses, después de sufrir en sus propios hábitos los efectos del catacrac del ladrillo, víctimas ellas también de la burbuja inmobiliaria, atrapadas en una deuda de 5,2 millones de euros que fueron incapaces de afrontar y que les dejó al borde de un desahucio que pudieron evitar.
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La mano de Dios, dicen.
Las manazas de los hombres.
Los renglones de esta historia se empezaron a torcer en el año 2005. La comunidad decidió dejar atrás el deteriorado convento de San José y, no sin cierta polémica, abandonar cuatro siglos después Medina de Rioseco para trasladarse a la capital, al adquirir el antiguo monasterio de las madres Reparadoras, en el paseo de Filipinos. Para acelerar el trámite, solicitaron un préstamo de 5,2 millones. Confiaban en vender el cenobio riosecano (se llegó a hablar de un empresario interesado en montar allí un hotel) y con ese dinero pagar la inversión que asumían en la capital. Pero estalló la crisis, el fin de la burbuja, para qué contar más. No hubo comprador. No llegó, por lo tanto, dinero para hacer frente a la deuda. El banco apremiaba el pago y las religiosas no tenían dinero suficiente en los cepillos. Al final, llegaron a un acuerdo con la entidad bancaria. Dación en pago. Entregaban los monasterios el de Rioseco y el de Valladolid a cambio de condonar el préstamo millonario.Quedaban sin deudas. Pero también sin techo.
Hace un año, justo un año, a través de las páginas de El Norte, lanzaban un SOS. Pedían ayuda para permanecer en Valladolid. Solicitaban la cesión de un hogar lo suficientemente amplio para acoger a una comunidad compuesta por 32 monjas... y subiendo, porque el suyo es, en un momento de crisis de vocaciones, un caso insólito de llamadas.
La solución obtenida ha sido doble. El Colegio de San Albano (de los Ingleses)les ofrecía la ocupación de la residencia de verano que mantenía sin apenas uso en Viana de Cega. El 19 de marzo firmaron el acuerdo por el que residirán aquí, al menos, durante los próximos 30 años. Pero, además, la comunidad ha vivido una pequeña escisión no había espacio para todas en Viana, solo 28 dormitorios, «comparada con la otra es tan manejable que nos parece una casita de muñecas» y una decena de hermanas se ha trasladado a Asturias para recuperar, por encomienda del arzobispo de Oviedo, el monasterio de Valdediós. Así que están las antiguas carmelitas de Filipinos repartidas entre Asturias y este nuevo monasterio en Viana de Cega donde reside el grueso de la comunidad.Han sido necesarias obras financiadas con la ayuda del Arzobispado, el Colegio de los Ingleses y la congregación para adaptar estas instalaciones a las necesidades de las religiosas:el locutorio, la lavandería, nuevas ventanas en las celdas, una galería exterior cubierta para albergar diversas zonas de trabajo. «Hasta hemos llenado de tierra una piscina que había en la que hemos puesto plantas», indica la madre Pilar.
«Hemos hecho la mudanza a golpe de Jumpy», comenta entre risas con la hermana Ana, joven religiosa procedente de Parquesol. Ese furgón de Citroën ha hecho muchos viajes entre Filipinos y Viana para traer hasta aquí los muebles, las lámparas, las ropas y libros de las monjas. «Quitábamos los asientos y ahí lo echábamos todo. Tan solo tuvimos que llamar a una empresa para que nos trajera las máquinas con las que trabajamos. Pesan más de 500 kilos y no hay quien las levante», comenta.
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Esas máquinas son las que utilizan en la labor cotidiana con la que obtienen dinero para sufragar los gastos habituales de la comunidad. Con ellas fabrican las formas que luego envían a diversas parroquias de Madrid, Almería, Bilbao, Cáceres, también Valladolid. Acompañan sus ingresos con la venta de otros productos, como dulces, jabones, patés de cabrales, mermeladas o inciensos que traen de su convento gemelo en Asturias.
«Hemos vivido todo este proceso como un momento muy doloroso», reconoce la madre Pilar. No es fácil sentirse atrapada por las deudas, por unos pagos a los que no se puede hacer frente. «No sabíamos muy bien cómo afrontarlo porque nosotras trabajamos para el día a día, no para acumular riquezas». La solución de la dación en pago les obligó al traslado... a levantar un convento «casi desde cero».Las celdas todavía tienen en sus puertas el verde del colegio de los Ingleses. Han tenido que adaptar el comedor, que construir una pequeña sacristía para don Sebastián, el párroco de Viana que todos los días se acerca hasta el monasterio para oficiar misa, a las nueve de la mañana.
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La ceremonia tiene lugar en la capilla del inmueble, presidida por el Corazón de Jesús, una réplica exacta de la del Santuario, reproducida a escala (de dos metros, en lugar de seis) y acompañada en esta sala por tallas de la Virgen del Carmen, de Santa Teresa, de San José. Las religiosas también se trajeron desde Filipinos una talla del Corazón de Jesús que han colocado a la intemperie, en la entrada, a las puertas de la nueva estancia. Esa imagen guía a las carmelitas samaritanas en este nuevo hogar en Viana de Cega. Una casa alejada del casco histórico «nos apena no poder ir tan a menudo a ver el Sagrado Corazón» pero también situada lejos, por fin, de las deudas económicas que atraparon sus vidas durante los últimos once años.
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