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Llegada de los niños Saharauis al Colegio Gonzalo de Córdoba en Valladolid.

Los niños del campo de refugiados de Tinduf comienzan sus 'Vacaciones en Paz'

La iniciativa les permite pasar dos meses alejados del calor del 'Hamad', infierno en su idioma y nombre con el que conocen al desierto

S. LÓpez carpizo

Lunes, 4 de julio 2016, 22:29

«Vienen con lo puesto y una botella de agua sucia.», es el testimonio de Maribel Escudero, la mujer de una de las familias de acogida del programa 'Vacaciones en Paz'. Por segundo año consecutivo, ella y los suyos se harán cargo de Makfula Daddi, una niña de 11 años del campo de refugiados de Tinduf, en Argelia.

Aquí en Valladolid, Makfula podrá disfrutar de jugar en la piscina o de comer chocolate, como cualquier otro chiquillo de su edad en la ansiada época estival, tras el fin de las clases. Además de aportarles la experiencia de entrar en contacto con gente de una cultura con elementos y un idioma muy diferentes a la suya. «Nos dijeron que no nos asustáramos si dormía en la alfombra.», recuerda Maribel Escudero, riendo.

Sobre la razón que la llevó a ser parte de la iniciativa 'Vacaciones en Paz', se encoge de hombros y sonríe: «Te entran ganas de ayudar. Aprendemos nosotros más de ellos que al revés; la importancia que le damos a las cosas que creemos importantes y realmente no lo son... Te dan otra visión de la vida.»

El programa Vacaciones en Paz

Makfula no es la única. Al igual que ella, otros niños entre 9 y 12 años del campamento de Tinduf podrán beneficiarse de la iniciativa. Este año, Castilla y León acoge 300. De ellos, 30 se quedarán en la provincia de Valladolid durante los próximos dos meses.

«Son más que en 2015, aunque menos que en los años previos a la crisis» puntualiza Blanca López, coordinadora de 'Vacaciones en Paz' y tesorera de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en la provincia de Valladolid. «Conocer otras culturas, gente que no tiene nada, ser solidarios y ayudar con el proyecto, ayudar a hacer a estos niños felices. Aprenden y aprendemos mucho de ellos. Todos salimos ganando.»

La iniciativa fue, en origen, idea de las madres saharauis, en los años 90, tras el conflicto en el Sahara Occidental. No querían que sus hijos tuvieran que soportar la rigurosidad del verano argelino.

El programa, sin embargo, no se hizo efectivo hasta 1996. Desde entonces, cada año, 'Vacaciones en Paz' ha permitido que cientos de niños saharauis vengan a España a pasar los meses de julio y agosto, donde, además de vivir las vacaciones de cualquier niño normal, tienen acceso a servicios médicos.

«Se necesita participación. Hay muchos niños que no pueden venir. Con esto les das la oportunidad de ser seres humanos normales.», afirma Rufus Martín, presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. «Ellos acaban aportando más a las familias que al revés.»

La vida en un campo de refugiados

Aunque algunas estancias pueden alargarse. Es el caso de Taufig Moulay, de 25 años. Cuando era pequeño fue uno de los niños saharauis acogidos durante los meses de verano. Después, entre los 12 y los 18 años, gracias al proyecto 'Madrasa' de la Asociación Estudios en Paz, pudo quedarse a estudiar. Actualmente vive en España.

«La vida allí era difícil», recuerda. «El proyecto da la oportunidad de vivir un verano diferente, como un niño verdadero, sin el extremo calor, la falta de agua...» No por nada, añade, la palabra con la que se refieren al desierto es 'Hamada', infierno en su idioma. «Cuando yo era pequeño, te podías levantar a la hora que quisieras, pero normalmente era a las 7 y pico de la mañana. Como se duerme en la calle en verano, a partir de esa hora ya tienes que levantarte porque te empieza a dar el sol en la cara.», explica.

«Normalmente en verano a los niños se les suelen mandar tareas como cuidar el ganado, dar de comer a las cabras, ir a por el pan... », describe, recordando su día a día. «A partir de las 10 el suelo quema. Y hay que empezar a resguardarse. Se hacen las comidas y a esas horas no hay nadie en la calle. Nadie. A las tres de la tarde, después de comer, se duerme la siesta para intentar pasar el rato lo más rápido posible. Y a partir de las 10 es cuando empieza a atardecer. La noche es cuando se vive.»

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