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Miles de kilos de patatas almacenadas. Brais Lorenzo-Efe

Toneladas de patatas del páramo de Cuéllar esperan una salida

Los agricultores lanzan un SOS para el consumo de tubérculo de la zona, tras el cierre de los canales Horeca

mónica rico

Cuéllar

Lunes, 18 de mayo 2020, 12:54

En torno a un millar de toneladas de patatas se encuentran almacenadas en la zona de Cuéllar sin salida, una cifra que asciende hasta las 8.000 en el conjunto de la región, según estimaciones realizadas por algunos productores, que se han encontrado sin poder dar salida a su producto debido al cierre de los canales Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías).

En su mayoría, se trata de patata de variedad agria, aunque también en algunos casos se encuentran sin poder dar salida a la patata roja Rudolph. Los productores han pedido a las administraciones soluciones para dar salida a la producción almacenada y compensar así la pérdida de su principal canal de comercialización, que se ha visto cerrado debido a la actual crisis sanitaria.

La intención de los productores es que se pueda ofrecer al consumidor una patata que cuenta con un elevado valor culinario, tal y como están queriendo dar a conocer. Para llegar a la población, uno de estos agricultores, Víctor Alonso, lanzó en redes un vídeo en el que comparaba una patata agria con una francesa lavada, en cuanto a su aspecto exterior, pero principalmente el interior y en una fritura, con claras diferencias de calidad. Una vez que se encuentra cerrado el mercado habitual de venta, ahora la patata agria se encuentra almacenada y sin salida, puesto que su destino fundamental es el canal Horeca, ahora cerrado. Habitualmente, los patateros de la zona del páramo de Cuéllar guardan sus patatas hasta época del año, cuando empiezan a llegar las nuevas. Pero desde mediados de marzo se encuentran sin salida aquellas cuyo destino final suele ser la hostelería y la restauración, un mercado que se decanta por una patata de mayor calidad que la lavada que viene de Francia, lo que no ocurre en los supermercados.

Con parte de la producción almacenada se encuentran varios agricultores de la zona del páramo de Cuéllar, que llevan semanas reclamando a las administraciones que se haga un esfuerzo porque el producto tenga cabida en los supermercados para la cesta de la compra individual, pero a pesar de numerosas reuniones, aún no lo han conseguido.

A ello se suma otro problema: la patata nueva que va llegando desde el sur de España, de lugares como Murcia o Andalucía. En Castilla y León prácticamente se está sembrando ahora, puesto que en la región se suele ser de patata tardía, que se cosechará a finales de septiembre o durante el mes de octubre. Posteriormente es más complicado debido a la climatología. Además existe la incertidumbre de qué ocurrirá en otoño, puesto que si existe otro brote gran parte de la cosecha puede quedarse en los almacenes. Además, en el páramo de Cuéllar la patata se saca a mano, debido a las características del terreno. Las dudas e incertidumbres en el sector agrícola son cada vez mayores.

Óscar Suárez. El Norte

Óscar Suárez (agricultor)

«No sabemos si las podremos sacar al mercado o las tendremos que tirar»

En el caso de un agricultor de la zona, Óscar Suárez, finalmente pudo vender toda su producción de patata agria, aunque tiene almacenadas unas 160 toneladas de variedad Rudolph, una patata roja de carne blanca, fácil de pelar y muy versátil, indicada tanto para patata cocida como frita. «Es una patata que se adapta», apunta Suárez, pero se suele servir lavada. En estos momentos ya no se lava, por lo que «no sabemos si las vamos a poder sacar al mercado o al final las vamos a tener que tirar».

Al igual que la patata agria, esta se ha estado vendiendo también para hostelería, además de varios viajes para lavar, «pero ha llegado un punto que los lavaderos ya no quieren más», y todo eso después de realizar numerosas labores para ello, como quitar los tallos a mano o realizar tratamientos para mantener la calidad en la conservación. «Ahora dicen que nos les valen para lavar», por lo que se han quedado almacenadas. En el caso de Suárez, se trata de unas 160 toneladas.

El agricultor explica que en estos momentos se está importando patatas de lugares como Francia, Israel o Egipto, mientras que la suya se encuentra almacenada. Además, al igual que el resto apunta que comienza a llegar la patata nueva de Andalucía, que también llega lavada, por lo que los problemas se multiplican y las dificultades para dar salida al excedente almacenado cada vez son mayores.

En su caso, las patatas están en sacas guardadas en el almacén desde hace ya varios meses, aunque «están bastante bien conservadas para estar sin frío». En estos momentos no necesita el espacio para otro producto, pero «más pronto o más tarde hay que darle una salida, cuando haga falta el sitio. Habrá que aguantarlas lo que se pueda, pero al final hay que quitarlas de allí, está claro».

La venta directa al consumidor a través de sacos, en estos momentos no se lo plantea por falta de tiempo, puesto que necesita un manipulado, mano de obra, preparar los sacos, servirlos a los clientes… Suárez apunta que en cercanía se podría realizar, «pero si es un poco lejos, al final vale más el porte, el transporte o un mensajero, que las patatas». Así detalla que en el mercado local de Cuéllar o alrededores se podría realizar, «pero más lejos no compensa para el que va a comprar, por supuesto», puesto que si los agricultores tuvieran que hacerse cargo de los portes, «mejor tirarlas directamente».

Manolo Merino. El Norte

Manolo Merino (agricultor)

«Es lamentable que tengamos que importarlas y tirar las nuestras»

Para Manolo Merino, agricultor del páramo de Cuéllar, la situación en estos momentos es «más que crítica», teniendo en cuenta de que «se trata de unas patatas de primerísima calidad y es una pena que nos estén importando patatas de fuera». Explica que han varias conversaciones con Jesús Paradinas, Jefe del Servicio de Comercialización Agraria y Asociacionismo de la Junta de Castilla y León, con el fin de pedir a los envasadores que paren un poco la importación, hasta el momento sin resultado.

Destaca la gran calidad del producto, una patata agria desconocida para gran parte de los clientes, que se sorprenden cuando la prueban. Para Merino «esta era una ocasión de oro para que la gente conociera estas patatas», aunque desde su punto de vista a los envasadores no les interesa incluir en la cesta de la compra ese producto de gran calidad, porque la gente podría optar por él en lugar del lavado, con mejor aspecto pero calidad menor.

En su caso tiene patata agria de un calibre un poco más grande, destinada al canal Horeca, que ha cerrado, por lo que el producto se ha quedado sin salida. «Es lamentable que la patata se esté importando y la nuestra haya que tirarla», asegura, señalando que en muchos casos está llegando de Marruecos e Israel, sin que les pidan los requisitos y controles de fitosanitarios que se cumplen en España. «Estamos llevando la legislación a rajatabla y nos están metiendo de terceros países unos productos con muchos tratamientos».

Apunta que el cliente «puede comprar lo que quiera», pero pide igualdad de condiciones, que ahora mismo no tienen. Y en una situación excepcional como la que se está viviendo, «si tenemos un excedente de producto y no se puede consumir, se tira, pero hay que consumir lo nacional. Es triste y lamentable que nos estamos consumiendo lo de otros y tiramos lo nuestro, con una calidad suprema».

Asegura que, aunque están en la plataforma Campo de Encuentro, los envasadores ya les conocían porque sus distribuidores se las han ofrecido. «Saben que tienen un tamaño un poco más grande, pero no les interesa, porque su negocio está en la patata lavada. Pero estamos hablando de un caso excepcional y creo que sí que se puede hacer algo, lo que pasa es que falta intención», apunta Merino, que tenía almacenadas unas 130 toneladas, aunque ha podido vender alguna a Portugal, aunque «casi regaladas». También destaca las dificultades de la venta de cercanía.

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