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Francisco Antonio Sánchez. Antonio Tanarro

Segovia

Las desheredaciones aumentan de forma exponencial por la pandemia

Francisco Antonio Sánchez se retira tras 42 años como notario en los que ha dado fe a fenómenos como que los padres retiren a sus hijos del testamento

Lunes, 30 de septiembre 2024, 09:36

Francisco Antonio Sánchez deja de ser uno de los cuatro notarios de Segovia y pone fin a una carrera de 42 años; los diez últimos, ... en la Avenida del Acueducto. La vida de un cronista social. «Los cambios de mentalidad de gente se traducen en sus necesidades jurídicas. Y no todos a mejor». Un mundo de sorpresas que le dio la última con el aumento exponencial de las desheredaciones durante la pandemia, padres que quitaron a sus hijos del testamento. «Con el aislamiento, la gente mayor tuvo sensación de abandono. Confío en que sea algo transitorio, desheredar a tu hijo no deja de ser un fracaso vital del ciudadano. No es un acto placentero, sino la consecuencia de sufrimientos profundos».

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Antes de la pandemia, Sánchez cuenta con los dedos de una mano las desheredaciones de más de tres décadas de profesión. «Y pasé a hacer las mismas mensualmente después de la pandemia». No basta con desheredar, hay que argumentar. «Eso da pie a que supurara un poco la herida. La gente lo hace porque considera que no recibe un trato justo y normalmente va unido a la soledad. Te cuentan situaciones espeluznantes». Además del abandono, habla de malos tratos, hurtar fondos o no dejar que el abuelo vea al nieto. En algunos casos hubo acusaciones de delito. El proceso consiste en señalar como heredero a otro hijo, hermanos o incluso un vecino. «Aquí ya no se mira a quién se beneficia, sino a quién se castiga».

El proceso obliga a demostrar que la causa para cambiar el testamento es cierta, pero se da la paradoja de que cuando llega el momento de hacerlo el protagonista ya no vive. ¿Cómo demostrar el abandono? Así que es previsible que en los próximos años haya más litigios por parte de los herederos que después dejaron de serlo. Sánchez habla de «prueba diabólica» por la dificultad para validar el cambio y espera que en el futuro se elimina la conocida como legítima. «No tengo obligación de dejar dos terceras partes de mi patrimonio a descendientes que a lo mejor no han sido justos merecedores. Soy partidario de dejar libertad».

Sánchez narra una vida en constante aprendizaje. «No aplico en torno al 50% el Derecho que yo estudié». Recuerda sus inicios en La Vellés, un pueblo pequeño de Salamanca en el que no había fotocopiadora. «Había documentos que era un infierno hacerlos. Teníamos que describir cómo era una letra, que en el ángulo superior izquierdo había un sello del Banco Santander, por ejemplo». Tras casi 25 años en Barcelona, retornó «como los elefantes» al sitio de origen, Castilla, y se asentó a Segovia. Tras su vacante, quedan tres notarios en la ciudad a la espera de que se celebre un concurso con su plaza.

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Habla de la «tristeza» que siente por dejarlo a los 72 años. «Me he dedicado en cuerpo y alma. Mi mujer ha atendido a mis cuatro hijos, yo nunca me he preocupado ni de ir al médico. Mi profesión me ha gustado y ahora siento un gran vacío. Tocas los problemas humanos y te dicen cosas que nadie sabe. Confían en ti no por tus méritos, sino por los de tus antecesores». Su primera enseñanza cuando empezó era no generar deméritos en la profesión, mantener ese legado. «Me aceptaron por el simple hecho de ser notario, sin saber si era un bala perdida». Aprovechará ahora para leer, pensar y ayudar a la gente. Volverá a Salamanca y planea abrir un despacho gratuito. «Retornar un poco lo que a mí la sociedad me ha dado». Seguirá dando fe.

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