Una imagen incomprendida, bendecida en secreto
Mientras Palencia celebra ahora por todo lo alto los 90 años de la inauguración del Cristo del Otero, en 1931, la bendición se intentó ocultar y pasó totalmente desapercibida
Poco podía imaginarse el propio Victorio Macho la significación e importancia que tendría para Palencia su monumento al Sagrado Corazón. Las polémicas por el diseño inicial, la falta de presupuesto, el rechazo a la colocación de las manos, la frialdad con la que fue recibido por el pueblo, el fervor antirreligioso de la República que él mismo defendía y admiraba... Todo parecía que estaba en su contra, incluso el proceso de construcción, que se prolongó durante ocho meses, estuvo plagado de sinsabores, desesperaciones, enfados, hastío e incluso graves riesgos físicos.
Sin embargo, una vez pudo contemplar el resultado final de su 'Divino coloso', como él mismo llegó a denominar al Cristo del Otero, toda esa frustración se vio compensada. «Y a pesar de infinitos disgustos y preocupaciones, terminé mi obra inspirado por un profundo sentimiento religioso», llegó a reconocer poco antes de su muerte. Y ese sentimiento fue el que le llevó también a solicitar que su cuerpo fuera enterrado a los pies de su magna escultura, donde todavía reposa.
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Pero en 1931, cuando en el mes de febrero finalizaron las obras, aquella ciudad de Palencia que no llegaba a los 25.000 habitantes recibió al Cristo del Otero con discusión, polémica e incomprensión. Los palentinos de a pie no se identificaban con ese concepto de escultura vanguardista que se alejaba sin miramientos de las formas más clásicas. Aunque entre la intelectualidad de la época el rechazo era menor y no faltaban los elogios, a los que se sumaba su más firme defensor, el impulsor de todo el proyecto, el obispo de Palencia, Agustín Parrado, quien rechaza cualquier crítica, al entender que «los reparos son absolutamente infundados, porque la estatua reúne todas las perfecciones religiosas y artísticas».
Sin embargo, a pesar del entusiasmo con el que el prelado palentino recibió la escultura, no llegó finalmente a organizar una bendición inaugural de carácter multitudinario como era su deseo y como había hecho un año antes con el acto de colocación de la primera piedra, el 15 de junio de 1930, cuando buena parte de la ciudad subió hasta el Otero, con representación de las principales autoridades políticas del momento, así como de gran parte de las organizaciones sociales de Palencia para sumarse con alegría al acto de bendecir la cumbre del cerro, «como altar y trono del Corazón de Jesús».
Pero solo un año después todo había cambiado. Las circunstancias políticas del país, y también de la capital del Carrión eran completamente diferentes. El 14 de abril de ese mismo año se había proclamado la República y no corrían vientos favorables para los sentimientos religiosos. El laicismo, incluso un feroz anticlericalismo, se había instalado en buena parte de la sociedad española y, por supuesto, en los representantes de las principales instituciones, también las de Palencia, con un Ayuntamiento que aprueba la decisión de que la Corporación dejará de asistir a toda celebración religiosa, aunque sí podrían hacerlo a título individual los concejales, y con una Diputación que decide trasladar a una capilla ajena a la institución, la imagen del Corazón de Jesús que se conservaba en el Palacio Provincial.
«Los extremistas intentaron volarlo en 1933 con una bomba»
Profesor, estudioso de la historia del pueblo gitano, pedagogo y, por encima de todo, enamorado del barrio del Cristo, Segundo Fernández Morate es uno de los palentinos que más en profundidad ha estudiado desde los puntos de vista histórico y social la magna escultura de Victorio Macho, plasmando sus conocimientos en la obra 'Cristo del Otero. Leyenda, tradición e historia'. Este historiador rememora los problemas con los que se encontró la Iglesia palentina en 1931 para inaugurar su monumento al Corazón de Jesús, así como las vicisitudes que siguieron en los convulsos años de la República y la Guerra Civil. «En 1933, el ermitaño que vivía en el Cristo oyó ruidos por la noche y vio que habían movido el cable del pararrayos, que lo habían tirado. Llamó a las autoridades y subió la Guardia Civil y vieron que en la base del Cristo, que tiene una puertecita por detrás habían colocado una bomba. Y la bomba no llegó a explotar porque parece que habían colocado mal la carga, pero debía ser una bomba bastante importante –unos cinco kilos de peso, con un buje de dinamita y varios detonadores–», explica el escritor, quien señala que nunca se encontró a los autores aunque se sospecha que eran extremistas de izquierdas.
Victorio Macho relató también en sus memorias que algún tiempo después otro grupo de radicales anarquistas, pertenecientes a Juventudes Libertarias, intentaron también dinamitar el Cristo del Otero, aunque desistieron al quedar impresionados por la imagen.
En este contexto, pronto llegan a Palencia las noticias de las quemas de conventos en Madrid, la expulsión del cardenal Segura, la profanación de tumbas de religiosos y las persecuciones, que se extienden a otras ciudades, pero que no llegan a la capital palentina. Y así, ante este cúmulo de circunstancias adversas, el obispo Parrado desiste finalmente de celebrar acto alguno de bendición pública de la imagen del Cristo del Otero, aunque no renuncia por completo y programa una inauguración de carácter privado y casi clandestina para el 12 de junio de 1931, coincidiendo con la festividad del Corazón de Jesús, a cuya advocación está dedicada al escultura.
De esta forma, el prelado solicita al superior de la residencia de los jesuitas, el padre Silverio de la Vega, que a la vez dirige el Apostolado de la Oración, que de forma privada y en su nombre bendiga la imagen. El superior de los jesuitas convoca a sus seguidores y un grupo de ellos, liderados por religioso, ascienden hasta la capilla de Otero, donde ofician una misa, rezan, consagran y bendicen el Cristo, asperjando con agua bendita toda la base de la estatua.
El acto pasó prácticamente desapercibido para toda la ciudad y no se hizo reflejo alguno ni en el Boletín Eclesiástico, que sí relataba otros oficios dedicados al culto del Corazón de Jesús que se habían realizado en los templos de la capital palentina.
Hoy 90 años después, el Ayuntamiento de Palencia salda definitivamente su deuda con el Cristo del Otero, con una celebración por todo lo alto, desde el punto de vista turístico y cultural, de ese nonagésimo aniversario de su inauguración oficial que en aquel momento se le hurtó a la ciudad para que «no se entendiese como una provocación», según reconoció el mismo obispo Parrado.
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