Libertad de expresión o de injerencia: Europa en guerra contra la desinformación masiva
La censura de Russia Today y Sputnik y el papel vigilante de Facebook cambian el modo en que se trata de combatir la propaganda tras los casos de Trump o el Brexit
Prohibir un medio de comunicación, en España, chirría. Porque no hace tanto que se vivía la censura más restrictiva y bochornosa. Porque la libertad de expresión se cita como un derecho en la Constitución. Porque, en democracia, es difícil plantear un argumento sólido que justifique la limitación de ese derecho sin que suene como una peligrosa puerta abierta al pasado.
Europa ha decidido suspender las emisiones de Russia Today (RT) y Sputnik, medios rusos. Así lo anunció Ursula Van der Leyen: «Prohibiremos la maquinaria mediática del Kremlin en la Unión Europea. Las empresas estatales Russia Today y Sputnik, y sus filiales, ya no podrán difundir sus mentiras para justificar la guerra de Putin. Estamos desarrollando herramientas para prohibir su desinformación tóxica y dañina en Europa».
Second, we will ban the Kremlin’s media machine in the EU.
Ursula von der Leyen (@vonderleyen) February 27, 2022
The state-owned Russia Today and Sputnik, and their subsidiaries,
will no longer be able to spread their lies to justify Putin’s war.
We are developing tools to ban their toxic and harmful disinformation in Europe. pic.twitter.com/7RcPEn6E14
E inmediatamente se ha planteado el dilema de hasta qué punto se puede autorizar semejante medida. Con un matiz. RT y Sputnik tienen apariencia de medios de información, pero en realidad actúan como medios de desinformación. Esto es, como un arma. Y su prohibición es, en realidad, una medida de defensa que llega tarde, después de que sus maniobras de 'infoxicación' hayan sido denunciadas una y otra vez sin éxito.
La Carta Europea de Derechos Fundamentales dice que «toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o de comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber injerencia de autoridades públicas y sin consideración de fronteras». Y la Constitución española afirma: «Se reconocen y protegen los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción».

Sin embargo, la Constitución, que es incluso más garantista cuando rubrica el artículo 20 con la frase «el ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa», añade un componente relevante. «[Los ciudadanos tienen derecho] a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión».
La clave, como se verá, está en la veracidad.
La propia Carta Europea profundiza en los límites de este dercho. «El ejercicio de estas libertades, que entrañan deberes y responsabilidades, podrá ser sometido a ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones previstas por la ley, que constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública», añade.
«El arma informativa se usa en momentos críticos y la guerra siempre es un momento crítico»
margarita simonián (rt en español), en 2013
La cuestión es si Russia Today (RT) y sus variantes en diferentes idiomas, o Sputnik, son medios de comunicación o deben ser considerados armas. El periodista David Alandete recogía en su libro 'Fake news: la nueva arma de destrucción masiva' (Deusto, 2019) una cita de la directora de RT, Margarita Simonián, en una entrevista de 2013: «El arma informativa, por supuesto, se usa en momentos críticos, y la guerra siempre es un momento crítico. Se trata de guerra. Es un arma como cualquier otra».
Directora del canal RT Margarita Simonián: el informe de los senadores demócratas de EEUU sobre supuestos ataques rusos a la democracia en Estados Unidos y Europa es "un aburrido trabajo escolar"https://t.co/UZ5JDLrvo8@ActualidadRT @mae_rusia @SputnikMundo @inafinogenova pic.twitter.com/OUPGCzLKqM
Rusia en España (@EmbajadaRusaES) January 11, 2018
Estas plataformas actúan en dos vertientes. La primera, creando contenidos sesgados, basados en hechos verídicos, que confluyen con otros denunciados como bulos. La segunda, distribuyéndolos con eficacia y machacona insistencia por las redes sociales, valiéndose de la segmentación de las audiencias y de un ejército de trolls. El objetivo es aprovechar las fisuras creadas por conflictos sociales o identitarios y convertirlas en grietas que desestabilicen a otros países.
El modo de operar de estos medios, y la diseminación de sus mensajes por las redes sociales, tiene poco que ver con la línea editorial de un medio al uso. Lo que intentan es ofrecer a cada cual el mensaje adecuado para conseguir sus fines. Marta Peirano, periodista y autora de 'El enemigo conoce el sistema' (Debate, 2019) explica cómo en 2016 coincidieron ante una mezquita norteamericana dos manifestaciones antagónicas, a favor y en contra del islam. «Los primeros habían sido convocados por una página secesionista de Facebook llamada Heart of Texas. […] Los segundos habían venido por otra página de Facebook, United Muslims of America. […] Si el día merece un lugar especial en la historia es porque más tarde se descubrió que las dos páginas habían sido creadas por la misma persona, y no era un ciudadano de Texas, ni secesionista, ni musulmán. Los dos grupos habían sido creados por cuentas falsas gestionadas desde un ordenador de la Internet Research Agency».
Esa Internet Research Agency es la agencia rusa que, explica Peirano, «ha promocionado o alentado los movimientos independentistas de California, Texas, Escocia, Cataluña y Puerto Rico, mientras los independentistas del Cáucaso, tibetanos, tártaros, kurdos o pueblos de la antigua Yugoslavia son silenciados y reprimidos con mano de hierro». Raul Magallón, profesor de la Universidad Carlos III y autor de 'Unfaking news' (Pirámide, 2019), recuerda como ejemplo que Facebook admitió «que una compañía vinculada al Kremlin llamada Internet Research Agency realizó hasta 80.000 publicaciones en su plataforma entre enero de 2015 y agosto de 2017 -las elecciones estadounidenses fueron en noviembre de 2016-, que fueron expuestas a 29 millones de usuarios». Y añade el investigador que «Rusia ha encontrado en este tipo de propaganda una estrategia a medio y largo plazo para alimentar determinados escenarios de desconcierto a nivel global».
El papel de estos medios de propaganda ha sido analizado exhaustivamente en el mundo académico, con estudios que demuestran los intentos de injerencia de Rusia en procesos electorales, en el 1-O de Cataluña, en el Brexit o en la campaña de Donald Trump. Alandete explica que RT y Sputnik «habían dado ya en el pasado un espacio destacado en sus informaciones a nacionalistas escoceses durante el referéndum de independencia de esa nación respecto al Reino Unido en 2014; se habían convertido en una plataforma esencial para la difusión del mensaje antieuropeo del partido UKIP y los demás promotores del Brexit, y habían interferido en la campaña presidencial francesa amplificando el mensaje del Frente Nacional y de Marine Le Pen. Un año después, en 2018, serían un altavoz prioritario para las protestas de los chalecos amarillos en Francia».
Investigadores del King's College de Londres proponen cambiar el concepto de 'fake news' por el de 'weaponisign news', traducible como 'noticias armadas'
La premio Pulitzer Michiko Kakutani coincidía en su análisis en 'La muerte de la verdad' (Galaxia Gutenberg, 2019). «Rusia ya había intentado meter baza en las elecciones en Alemania, Francia y Holanda, así como en el referéndum del Brexit en el Reino Unido, y la facilidad con que lo consiguió en el caso de las elecciones estadounidenses de 2016 […] hubo de suponer un importante acicate».
Muchos investigadores hablan del «soft power» ruso y de sus implicaciones en zonas como los Balcanes o Latinoamérica. Gordon Ramsay y Sam Robertshaw, del King's College de Londres, cambian el concepto 'fake news' por el de 'weaponising news', que podría traducirse como 'noticias armadas'. Analizaron 2.641 artículos de estas plataformas relativos a asuntos domésticos de Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Suecia o Alemania. El 81,7% «tenía contenidos relacionados con disfunciones políticas» en esos territorios, con especial incidencia en los conflictos sociales.
Lo importante es el modo en que estos medios propagandísticos o desinformativos hacen circular sus contenidos. Se valen de la posibilidad de segmentar audiencias y difundir bulos por las redes sociales. Brittany Kaiser, ex trabajadora de Cambridge Analytica y autora del libro «La dictadura de los datos» (Harper Collins, 2019), describe el método cuando cuenta cómo fueron llamados para trabajar con los partidarios del Brexit agrupados en Leave.EU. «El grupo quedó impresionado. Les sorprendió lo fácil que resultaba segmentar a la gente en función de sus personalidades y preocupaciones para poder microfocalizarlos», dice. «Lo que Cambridge Analytica podía aportar a la ecuación era la capacidad de realizar una campaña de abajo arriba. Seríamos capaces de entender por qué la gente deseaba abandonar la Unión Europea y conseguiríamos un índice de participación mucho mayor».
La clave, por tanto, está en ofrecerle a cada uno lo que quiere oír para movilizar o desmovilizar, según los intereses. Lo cuenta así Peirano: «Las plataformas de publicidad segmentada ofrecen distintas versiones de la realidad a diferentes grupos políticos, socioeconómicos, étnicos, geográficos, culturales o religiosos, pero los usuarios no se dan cuenta de que son diferentes». A eso se une un efecto de la comunicación actual que Eli Pariser llama 'El filtro burbuja' (Taurus, 2017). Los algoritmos deciden qué es lo que nos gusta en función de nuestro comportamiento en las redes y a partir de ahí nos recomiendan contenidos similares para que sigamos enganchados a sus plataformas, sean Facebook, Youtube o Tiktok. A medida que nos adentramos en ellas, todo a nuestro alrededor parece coincidir con nuestro modo de pensar, mientras que lo discrepante, lo que nos molestaría, desaparece. Con este sesgo, nuestras posiciones se reafirman y se acrecienta la polarización. La radicalización de las posturas.
José María Lassalle advierte en 'Ciberleviatán' (Arpa, 2019) de que «hoy, los algoritmos configuran nuestro entorno como si fuesen el oxígeno que permite al ser humano sumergirse en las corrientes oceánicas del data tsunami que fluye a su alrededor». Y eso es tanto o más peligroso en cuanto que los propietarios de esos algoritmos no se someten a ningún control. Explica Lassalle en 'El liberalismo herido' (Arpa, 2021) que «[…] El asalto al Capitolio no prosperó porque las redes sociales fueron silenciadas gracias al bloqueo de las cuentas de Trump en Twitter, Facebook, Instagram y Youtube. Con esta decisión se frustró, afortunadamente, la insurrección. Pero evidenció, también, la debilidad extrema de una democracia liberal que se mostró desguarnecida institucionalmente para contrarrestar la intentona. No solo frente al ciberpopulismo […] sino frente a unas plataformas tecnológicas que demostraron por la vía de los hechos que ejercen una soberanía digital que actúa sobre los algoritmos y que es independiente de la soberanía democrática». Una decisión, añade, que se basa en sus intereses corporativos, «que pueden coincidir, o no, con los generales».
Los intereses de RT y Sputnik son los del Gobierno ruso, impulsor de estas plataformas. Y su modo de funcionamiento se basa en la rapidez, la renovación continua de contenidos y su propagación por todos los medios posibles. Kakutani recuerda cómo «el empleado de una fábrica de troles de Rusia, de nombre Vitaly Bespalow, que trabajaba en una fábrica de propaganda de San Petersburgo llamada The Internet Research Agency, dijo a NBC News que el trabajo era «un tiovivo de mentiras». Los empleados de la primera planta escribían noticias falsas haciendo referencia a entradas de un blog que escribían los empleados de la tercera planta, y sus colegas comentaban esas noticias con nombres falsos y las difundían en otras redes sociales».
El libro 'Confesiones de un bot ruso' (Debate, 2021) dedica varios capítulos a explicar paso a paso un caso práctico de desinformación.
«RT y Sputnik ofrecen una mezcla de información y entretenimiento, con formatos que adquieren la apariencia de un programa serio»
RAND CORPORATION
La periodista del New York Times cita un informe de Rand Corporation que analizaba el modo en que RT y Sputnik movían sus contenidos. «Los canales de noticias rusos, como RT y Sputnik News, ofrecen una mezcla de información y entretenimiento, más que periodismo serio, con unos formatos que adquieren la apariencia de un programa de noticias propiamente dicho».
En ese informe, que rubrican Christopher Paul y Miriam Matthews, se explican algunas bases psicológicas que contribuyen al éxito de este modo de desinformación masiva. Por ejemplo, que llegue por diferentes fuentes, porque eso le concede una pátina de verosimilitud, «recibir la misma información por distintos sitios es más persuasivo». Al mismo tiempo, cuanta más gente perciba el medio como 'creíble' o 'confiable', más fácil es que otros tengan la misma percepción. «La credibilidad es social. La gente es más receptiva para considerar una fuente creíble si otros perciben esa fuente como creíble», dicen los autores.
Meta ha anunciado que retirará contenido de las páginas de Facebook e Instagram de cuentas de «medios controlados por el Gobierno de Rusia»
En el fondo, las mismas teorías de la información que llevan años formando parte de los estudios académicos se aplican aquí con éxito. Con el agravante de la capacidad tecnológica para intervenir de manera más precisa y efectiva para conseguir el efecto deseado. De ahí que la Unión Europea, lejos de considerar a Russia Today y Sputnik como medios de comunicación, haya decidido calificarlos como «armas» y, por tanto, suprimirlas. Aquí parece contar, esta vez, con el apoyo de Meta (Facebook), empresa que posee también Instagram y Whatsapp. La compañía publicaba el martes, día 1 de marzo: «Para restringir el acceso a RT y Sputnik en la Unión Europea, estamos retirando globalmente contenido de las páginas de Facebook e Instagram de cuentas de los medios controlados por el Gobierno de Rusia, y haciendo más complicado encontrarlos en nuestras plataformas». Además, en los próximos días añadirán «etiquetas a estos enlaces» y ofrecerán información a la gente antes de que puedan compartir sus contenidos», como por ejemplo que se trata de enlaces a sitios web controlados por el Estado ruso.
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El matiz entre la censura de un medio de comunicación con una línea editorial prorrusa -o cualquier otra- y la censura a RT y Sputnik se encuentra, en fin, en la veracidad de los contenidos. Desde un punto de vista occidental, de naciones criadas en la democracia liberal, la censura chirría. Desde el punto de vista de una guerra, la desinformación es un arma de destrucción de consensos y aumento de la polarización que se ha mostrado muy efectiva y la censura, en este caso, es el único modo que se ha encontrado para combatirla, a pesar de los riesgos que supone para un derecho a la libertad de expresión que en su enunciado ya excluye los límites.
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