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Un alumno come en el un comedor universitario tras una jornada de estudio. Alberto Mingueza
Los menús universitarios a examen: cada vez más calidad y variedad

Los menús universitarios a examen: cada vez más calidad y variedad

Los comedores de las facultades se convierten en una económica alternativa para los estudiantes más perezosos en la cocina o los que apuran hasta el último momento con una apretada agenda

andrea d. sanromá

Sábado, 12 de octubre 2019, 08:03

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Ha llegado el día.La ansiada emancipación para muchos coincide con el inicio del curso universitario.En pisos compartidos o residencias arranca una nueva etapa en la que no se deben descuidar las cuestiones alimentarias. Y no es que vayamos a hablar de hacer régimen, sino de una amplia propuesta de menús basados en la dieta mediterránea y los productos de cercanía que tienen en cuenta los restaurantes para universitarios. Los precios oscilan entre los seis y siete euros, en el caso de los ubicados en Valladolid, una cantidad asequible que presenta su oferta más económica a través de bonos, como es el caso del comedor universitario Alfonso VIII.

Charo Gómez y Lourdes Morales son las encargadas de la cocina, el centro de operaciones desde donde salen hasta ciento cuarenta platos diferentes cada año. Y en ocasiones puntuales, las hasta 1.500 albóndigas hechas a mano y croquetas que se sirven puntualmente. «Hay que trabajar con tiempo, pero preferimos esta línea que el producto congelado», explica Álvaro da Costa, el gerente de Servaemp, empresa adjudicataria del servicio desde hace seis años y que opera con comedores en línea y servicio de cáterin para congresos.

A estas instalaciones, acuden diariamente cientos de estudiantes que necesitan recuperar energía para afrontar el desgaste físico e intelectual de los estudios, porque «es más cómodo no tener que pensar qué vamos a comer», explican un grupo de cuatro estudiantes de primer año que optaron por comprar un bono de 30 comidas para «ahorrarnos quebraderos de cabeza».

En otra de las mesas se sientan cinco estudiantes de tercer año que también lo tiene claro. «Ninguna somos cocinillas. La variedad está bien y es más cómodo», argumentan mientras otra de ellas añade: «si venimos aquí no tenemos que estar pensando qué preparar o comprar». Les dejamos que terminen de comer porque «luego volvemos por la tarde, que tenemos prácticas».

Hora punta

En la barra del restaurante comienzan a aglutinarse los jóvenes porque se acerca la hora punta y el servicio de platos se agiliza. Encontramos dos tipos de menús para afrontar el ritmo de la semana. Por un lado, una opción con contenido más calórico basado en pastas y arroces, y por otro, un segundo que se inclina por las verduras. Así que encontramos en la misma semana una amplia variedad de preparaciones como, por ejemplo, unas lentejas castellanas que ayudan a reducir el colesterol y el tránsito intestinal, una pasta a caballo, alubias pintas con chorizo, paella, caracolas carbonara, menestra imperial, colas de rape en salsa verde, salmón con verduritas, pechuga de pollo rebozas, salchichas al vino o puré de calabaza. «El sábado colgamos el menú de la semana, basado en veinticuatro platos distintos. Siempre nos movemos con menús estacionales que nos permite ajustar costes», indica Álvaro, que además recuerda que «estamos abiertos al público en general». En cuanto a los postres, no puede faltar la fruta, imprescindible para una buena alimentación y caseros. El agua está incluida en el menú diario de 6,50 euros, pero al resto de bebidas se le aplica el suplemento correspondiente.

En una línea similar trabajan en la Cafetería Campus de Valladolid, donde el menú para universitarios cuesta 5,60 euros y 5,90 para los que no lo son. Además, también disponen de otro de diez euros, que «nos lo suelen pedir más los profesores», aclara Juanjo González, encargado de estas instalaciones, distribuidas en dos salas. Una con capacidad para un centenar de comensales y otra, de hasta doscientas personas, donde atienden congresos o eventos relacionados con la universidad. Tres cocineros se encargan de pensar el menú de la semana, que supervisa Sara Díez, química y responsable de seguridad alimentaria. «En algunos sitios, el problema está en que las cantidades y la calidad no son adecuadas. Así que nos encargamos de dar las correspondientes recomendaciones», explica. En el lineal, está todo preparado para las ochenta personas que habitualmente optan por estas instalaciones y que dependiendo de la semana eligen entre tres primeros y tres segundos. Lentejas, canelones y guisantes con jamón como primera opción, y de segundo, pescado, marrajo o carne –chuletas en salsa–.

Servicio de buffet en un comedor universitario de Valladolid. Alberto Mingueza
Imagen principal - Servicio de buffet en un comedor universitario de Valladolid.
Imagen secundaria 1 - Servicio de buffet en un comedor universitario de Valladolid.
Imagen secundaria 2 - Servicio de buffet en un comedor universitario de Valladolid.

Los más agradecidos

Con más de treinta y cinco años de experiencia en los fogones, el cocinero Pablo Maestre reconoce que «los estudiantes son los más agradecidos, y la verdad es que no hay queja». En cuanto a su trabajo, «la experiencia es un grado». Manejarse con grandes cantidades de alimentos en cazuelas, ollas y sartenes no son un secreto. «Te acostumbras y ya calculas sin problema», detalla. El autoservicio, para los estudiantes, se coordina con el servicio de atención en mesa.

Hay quienes prefieren o pueden gastar un poco más y optan por el menú de diez euros, que ofrece diez primeros y segundos. «Hay revueltos, ensaladas, legumbres, solomillo, ternera, bacalao, salmón...», enumera de memoria Juanjo. Los fines de semana no cierran, a excepción del domingo por la tarde, y además de las comidas también disponen de servicio de cenas o de comida por encargo. «Los sábados y domingos trabajamos mucho también con las familias del barrio»

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