
César Alonso de los Ríos, que acaba de fallecer, a los 82 años, en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, fue un intelectual adelantado en la denuncia de la progresión del nacionalismo supremacista.
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Gran admirador de Unamuno, militó en la organización más eficaz contra el franquismo: el PCE; y posteriormente en el PSOE. Siempre se mostró comprometido en la defensa de España como Nación, la libertad y la civilización occidental y escribió en El Norte de Castilla, donde tuvo una especial relación con Miguel Delibes, al que consideraba su maestro en el periodismo.
Castilla era el crisol de su personalidad, Valladolid forjó su madurez, Madrid, el hábitat de su permanente militancia política y periodística y Comillas, donde pasaba las vacaciones al pie del Cantábrico, el reposo que moldeó su genio.
Tuve ocasión de comprobar su pasión combativa en La Tasca Suprema, donde le gustaba compartir tertulia con colegas periodistas y políticos veteranos. Conocía al dedillo a personajes que protagonizaron la intelectualidad, el periodismo y la política de los últimos 50 años.
Nacido en Osorno, CAR, como le gustaba firmar sus notas y correos, tras colgar los hábitos de jesuita en Carrión de los Condes, llegó a Valladolid, una ciudad con alcalde socialista y notoriedad falangista, según él «vencida», ya que la guerra de clases e ideas la convirtió en un campo trágico.
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Allí estudió Derecho y Filosofía y Letras y más tarde llegó, de la mano de Carlos Campoy, a la redacción de El Norte, un diario liberal, agrario y castellanista. Tiempos de optar entre la 'discreta disidencia y la correosa obediencia'. Aquella era una redacción en la que al periodista se le ofrecía obedecer o ser sancionado, pues los censores no se contentaban con la censura previa y orientaban la información de forma activa e inexcusable.
Para el Régimen, aquellos sospechosos (Umbral, Leguineche, Jiménez Lozano…), con veleidades democráticas, eran de la cáscara amarga.
La miseria cultural y la bajeza moral de sus pugnados exégetas, recordaba Alonso de los Ríos, obligaron al periódico a quitar de la mancheta la palabra 'independiente' y exigieron censurar a Ortega y Gasset, negándole la denominación de 'maestro'.
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También escribió en medios ya desaparecidos, testigos de una época: 'Cuadernos para el Diálogo', 'Triunfo', 'La Calle', 'El Independiente' y 'El Sol'...y hasta el final de sus días llevó su extensa cultura e inconformismo a las páginas de ABC.
Con una memoria prodigiosa, crecía su pesimismo sobre el presente y el futuro de España y su final resultó unanuniano, hasta en su aspecto físico. Había ido aumentando su desazón por la deriva soberanista, lo que le llevó a clamar por «el fracaso de España con los nacionalismos, el de toda una generación, el de la izquierda anti franquista y el de mi propia trayectoria vital».
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En Tierra de Campos, Osorno, descansarán las cenizas de este barojiano patriota de acción, que se ha nos ido con una angustia: «La izquierda sigue en buena medida sin entender el concepto nacional».
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