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J. I. Foces
Martes, 2 de junio 2015, 21:16
Quien le ha conocido con el pelo negro y unas gafas inmensas de pasta, que más que para ver parecían para soldar o para bucear, y le mira ahora, con el pelo completamente grisáceo, tirando ya a blanco, y con lentillas y le escuchaba hablar entonces y ahora es quien mejor puede comprender la evolución que se ha registrado en este corpulento agricultor de Tornadizos de Arévalo, en pleno corazón de La Moraña, en los últimos 35 años: En Julio López solo ha cambiado el aspecto físico. La ideología, la militancia permanente y la actividad se han mantenido intactas. Con la evolución lógica que pueda haber marcado el paso del tiempo, claro, pero sin haber mudado un ápice ninguno de sus principios esenciales, que bien pueden quedar resumidos en esta sentencia suya que pronuncia, eso sí, con los ojos vidriosos por la emoción: «Para mí siempre han sido más importantes un agricultor y un ganadero que la agricultura y la ganadería».
No es una declaración rimbombante en el momento de la despedida: es el principio que le ha guiado en su vida desde que, en sus primeros años de la adolescencia, se puso frente a los dos modelos agrarios: el economicista-liberal y el social. Optó por este, llevado también en buena medida por sus orígenes humildes en una familia rural, cuyo padre, el señor Adrián, le dejó «hacer» y le escuchó siempre, desde jovencito. «Y eso es de valorar. Mi padre solo me decía: Tened cuidado, tened cuidado», recuerda ahora Julio López cuando rememora, desde la distancia y el poso que dan 35 años, aquella etapa en la que Nacho Senovilla, un icono del campo y prototipo de agricultor preocupado por el cuidado del medio ambiente, empezó a hablar con él, en cierta medida le situó frente a la realidad que vivían (finales de los 70), le ayudó a intuir el dificilísimo futuro de un sector complicado y le puso en contacto con otros agricultores y ganaderos de la zona abulense en la que nacieron. Paneras, bodegas, colgadizos... cualquier sitio servía para reuniones, en la que analizar, debatir, discutir cómo no y llegar a la principal y casi única conclusión posible: «Algo hay que hacer». Vaya si hicieron aquellos 16 agricultores y ganaderos que gestaron y ayudaron a alumbrar la Asociación Campesina Abulense (ACA), de tan buen recuerdo, que hoy en día se escucha a alguno decir aún «voy a ACA». Los 16 de Arévalo también se preocupaban, claro está, de no despegarse de sus raíces y de asentar en el campo su futuro laboral, su forma de vida en el sentido más pragmático de la expresión. Ellos fueron los que trajeron a Castilla yLeón los primeros equipos de descompuesto de remolacha y fueron pioneros en agruparse para hacer las compras de abono o de gasóleo en conjunto, para que les saliera más barato. Hasta en eso empezaron a interiorizar desde el principio que «la unidad es lo que te da la fuerza. Es lo único que necesitamos en el campo. Y que seguimos necesitando, claro», sentencia hoy Julio López a modo de advertencia sobre que no hay que bajar la guardia en el medio rural.
«Fuimos innovadores a más no poder. Tanto que hicimos el primer colectivo de remolacheros, sacamos los tractores a la carretera nacional, que entonces no había autovías. Siempre hemos hecho lo que hemos creído y lo que creemos. Siempre hemos creído que estábamos en una reivindicación justa. Pero lo más gordo es que había que demostrar que era justa». Y realizable, claro. Y posible, también. Porque, como muy bien aclara, reclamar en el campo algo que tiene una traslación a dinero «no es como el convenio colectivo de una fábrica, que firmas un 2% de subida y al mes siguiente aparece ya en la nómina. No, en el campo lo que acuerdas, pactas, consigues no se ve de inmediato. Y, claro, luego te vienen reproches de los tuyos, de los que te dicen que si para haber logrado eso había que haber hecho tanto ruido. Por eso añade desde su más que acreditada experiencia es mejor apostar por la negociación».
Dice esto quien un día sí y otro también si ha tenido que ir a Bruselas a protestar, ha ido; si ha tenido que estar en Madrid tres días a la semana quejándose, ha estado; si ha tenido que hacer frente a agentes porra en mano, que las descargaron bastantes veces sobre sus costillas, lo ha hecho. «En el fondo, el mayor fracaso es hacer una movilización, porque no logras nada y te calienta la Guardia Civil.La movilización sentencia es el pataleo por la frustración de no haber logrado nada». Y remata: «Lo más grave, lo peor de todos estos años es que después de tanto protestado, tanto negociado, tanto recorrido, en el sector agrario seguimos teniendo los mismos problemas, o al menos parecidos».
En sus tres decenios y medio de actividad reivindicadora en el campo, mañana, tarde, noche, días laborables, domingos y fiestas de guardar, Julio López ha estado 22 años al frente de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) de Castilla yLeón. Y recalca con orgullo la coletilla de «... y Castilla yLeón». Porque también desde el sindicalismo agrario se ha construido la comunidad autónoma. Quizás la contribución del sector ha sido de las más decisivas para ello y, dentro de él, la del sindicalismo agrario se ha presentado esencial.
Pasado mañana, día 4, en el congreso regional de UPA Julio López cederá los trastos. Se cortará, como los grandes maestros, la coleta. Es el más veterano de los líderes agrarios. Con él se cierra una etapa brillante, por sus resultados, de la lucha agraria. Y él, a sus 61 años, abrirá otra que centrará en dos pasiones: la familia y su explotación de Tornadizos de Ávila. La primera, integrada por Belén, su esposa, su Belén del alma, y sus dos hijos, Julio y Teresa, a los que ha enseñado que «no hay nada más grande en esta vida que hacer cosas por los demás» y que siguen su ejemplo en esto de ayudar al de al lado. «Les miro y compruebo con orgullo cómo están deseando hacer algo por la gente. Lo hacen, vaya si lo hacen». Y en su explotación de Tornadizos, de donde un día hace 22 años Nacho Senovilla le bajó del Barreiros para que compaginara agricultura y reivindicación, volverá a subirse al tractor, ya sin la responsabilidad de dirigir la organización agraria que ayudó a construir en toda España desde las raíces en las que la asentó en Castilla yLeón, y podrá mostrarse orgulloso de que i en el campo se ha aprendido a conjugar el verbo reivindicar es en buena medida por su constante hacer.
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Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Quique Yuste | Segovia
Jon Garay e Isabel Toledo
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