
CANO BALLESTEROS
Domingo, 18 de agosto 2013, 19:46
En 1987 se juntaron en el equipo de Washington Bullets dos jugadores muy distintos, al menos en lo exterior. El primero era Manute Bol, que con 2,31 metros era el jugador más alto de la historia; con el tiempo sería superado por Gheorghe Murean en un centímetro. El segundo era una tercera parte de la pareja, y es que los 1,60 metros de Tyrone Muggsy Bogues fueron decisivos en todos los momentos de su carrera. Pese a la altura que los separaba, durante un año fueron compañeros y amigos, a pesar de todo lo que los rodeaba.
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Tyrone, el pequeño con perseverancia
Tyrone Bogues, apodado Muggsy, era capaz de superar el metro en salto vertical. Esto lo logró con su empeño y muchas horas de juego en Baltimore, donde nació y se crió. En el instituto comenzó ya a destacar por su juego, asistencias y robos. Gracias a sus números logró entrar en la Universidad de Wake Forest de Carolina del Norte. Al acceder gracias a una beca, no lo trataron bien, y esto hizo que incluso se planteara abandonar el baloncesto. Tras terminar sus estudios se presentó al draft de 1987, donde los Washington Bullets le dieron la bienvenida a la familia en el décimo segundo puesto de la primera ronda. Con su elección se lograron dos cosas: él consiguió dinero suficiente para un buen abogado que sacó a su padre de la cárcel, donde llevaba desde que él tenía 12 años, y Manute conoció al pequeño; se juntaron al fin.
El bajito era también un novato, y ambos parecieron transformarse en la feria de la liga. Los convirtieron en el epicentro de la infravaloración colectiva. En el caso de Bogues, quien lo hizo en su primer año fue su entrenador, Kevin Loughery, que pretendió cambiar su juego, sin éxito. En parte gracias a esto, el bajito se fue de aquel equipo con tan solo un año en sus filas. En sus palabras quedaron comentarios contra la prensa, a la que tachó de haber atacado su amistad con su gran amigo, aunque sin éxito.
Tras dejar el equipo, se fue a otro en construcción, los Charlotte Hornets. Ahí se mantuvo durante 10 años con el 1 bordado en su camiseta. Sus números mejoraron al tiempo que lo hizo su fama. En 1997 apareció como figura de gran importancia en la NBA, en la película Space Jam. Si logró eso fue gracias a su empeño, y es que daba igual contra quien se enfrentara, aunque el mismo Jordan fuese a por él, Muggsy pretendería el balón desde tan abajo como pudiese para molestar lo más posible. Parte de esa condición física la logró en su juventud gracias a los campeonatos de lucha para los que se entrenaba, y así, consiguió repartir bien los 62 kilos que solía pesar.
El pequeño de este dúo logró estar 14 temporadas añadiendo a su lista de equipos: Warriors, Toronto, Nueva York y Dallas, aunque no llegó a disputar un solo partido en estos dos últimos. Al terminar su carrera, se dedicó al mercado inmobiliario, hasta 2005, que Charlotte Sting le ofreció el puesto de entrenador, que duró hasta 2007. Después ha ejercido tareas como representante de los Charlotte en varios lugares. Además, ha llegado incluso a estar de gira por España para promocionar la NBA. Antes había venido en otra ocasión, en 1987, cuando, junto con el resto del equipo de Estados Unidos, logró el oro en el Campeonato del Mundo. También se dedica ahora a ayudar a los chavales de barrios marginados con su tiempo y dinero, para que eviten una mala vida. El pequeño de la NBA, quien no podía hacer un mate porque le era imposible sujetar el balón con una mano, da aún grandes lecciones.
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Manute, el grande con corazón
Manute nació en Sudán. Pertenecía a una tribu, llamada Dinka. Procedía de una casta noble; su padre era el jefe de la misma, y él estaba llamado a sucederlo. El legado que también llegaría a él fue el de la estatura, y es que si sus 2,31 metros parecían demasiado, los 2,39 de su abuelo simulaban ser pura ficción. Bol continuaba con sus tradiciones, como por ejemplo la de que, con cinco años, los niños se debían desprender de sus dientes para dar paso a la edad adulta. Algo parecido, aunque sin intención, le pasó cuando probó el baloncesto. Su tío y su padre lo llevaron con su primo. El deporte no convenció del todo a Manute, pero esto cambió cuando su familiar le comentó el dinero que podía hacer con ese balón. Cuando estaba con este, intentó su primer mate, y al saltar, la pelota dejó de ser lo importante, para serlo los dientes que fueron desde su boca hasta el suelo por culpa del aro.
La llegada del africano a la liga fue complicada. Fue gracias a una demostración en su país que se fijaron en él. Lo trajeron desde Sudán hasta los Estados Unidos. De ahí se trajo parte de la esencia en su pasaporte; en este se podía leer que su estatura era de 1,58 metros, algo que él explicó que se debía que lo habían medido sentado. Cuando sus pies se posaron en la tierra de las barras y las estrellas, era analfabeto, y su inglés escaso. El segundo lo mejoró con telenovelas y demás programas que vio por la televisión. El primero le trajo problemas, e hizo que pasase entre dos universidades por irregularidades en su beca deportiva. Bridgeport se convirtió al final en su casa y Universidad. Decidió presentarse al draft en 1983, y entonces los Clippers lo eligieron en la cuarta posición de la quinta ronda. Al pensarlo decidió que no era aún el momento de entrar en la NBA, y tras dos años se volvió a inscribir. Fue entonces cuando los Washington Bullets se hicieron con él.
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A los dos años llegó el bajo de la pareja, y con él, comentarios negativos. A Manute lo acusaban en su comienzo de no ser tan bueno en el juego como debería, y pasó a protagonizar apuestas como la que hicieron los Celtics, que habrían dado 600$ a quien hubiese sido capaz de machacar el aro sobre él. En ese encuentro no solo no lo consiguió ninguno, sino que además el sudanés colocó 9 tapones.
Manute se caracterizó toda su vida por ser tan delgado como pudo. Bol, con su gran estatura, pesaba tan solo 80 kilos. A pesar de eso, no tenía miedo en ninguna defensa, lo que lo hizo que, en su primer año, batiera el récord de más tapones en una temporada. Quizás, el número más llamativo de este jugador sean los bloqueos, pero comparados con los puntos, y es que, al final de su carrera, tenía más de los primeros que de los segundos. Aún así, no solo vivía de esto, sino que, cuando fue traspasado a los Warriors, se decidió a perfeccionar su triple hasta tener unas buenas estadísticas. Tras este pasó por muchos otros equipos como Philadelphia, Miami, vuelta a Washington, Philadelphia de nuevo y otra vez los Warriors. Al final los equipos lo pretendían, más que por su juego, por sus posibilidades como maestro de jugadores altos. Sus últimos años en la NBA estuvieron marcados por su empeoramiento físico.
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Manute, al terminar su carrera, tenía claro qué debía hacer; volver a su hogar. Durante sus años en la NBA, ya había visitado Sudán para ver a su gente. Su país estaba dividido y la guerra acabó con unos 2 millones de personas asesinadas. Debido al fundamentalismo islámico, en el país había cada día cerca de 10.000 muertos que caían como lágrimas sobre el pecho de Bol.
Lo llamaron para que intercediera en el conflicto, y, en busca del bien para todos, eso hizo. Se presentó en unas negociaciones de paz, pero en estas le exigieron que cambiara de religión, algo a lo que él no estaba dispuesto. Tras este episodio, lo mantuvieron prisionero en su casa durante 3 años. Al terminar, volvió a Estados Unidos arruinado. Sus dólares habían volado en las ayudas que había dado a su pueblo. Desde entonces hizo cualquier cosa para lograr así dinero con el que vivir y ayudar a los suyos. De nuevo, en 2004, el destino chocó contra Manute, y el taxi en el que iba tuvo un accidente. Acabó recuperándose, y decidió regresar al lugar del que procedía. En Sudán estuvo, y por Sudán murió. Pese a que lo llevaron al hospital de Virginia, no lograron evitar su muerte por el síndrome de Stevens Johnson, que se lo llevó el 19 de junio de 2010. Siguiendo sus deseos lo enterraron en su pueblo natal, Turalei.
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Los dos jugadores, tanto el alto como el bajo, han recibido mucho palos en la vida, pero ambos han sabido levantarse y reponerse a lo que les pasó. Bol salvó varias vidas, y su hijo, Bol Bol ya empieza a destacar en el mismo deporte en el que lo logró su padre. Por su parte, el mérito de Tyrone Bogues viene por sobreponerse a todo, por difícil que fuera. Después ha ayudado a los chavales que nacieron en un lugar no muy próspero, igual que él, para que logren un buen futuro. Los ochenta se recuerdan aún las piernas abiertas de Jordan, pero quizás se debería dedicar uno de esos minutos al menos a pensar en el bajito y el alto que formaban ese paréntesis dentro del cual se encontraban los demás. A lo mejor por ellos, vale la pena cavilar un poco más.
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