Enrique Loewe, ayer en Valladolid. / G. VILLAMIL
ENRIQUE LOEWE LYNCH PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN LOEWE

«El lujo es experiencia, no acumulación de objetos»

El responsable de la expansión de la firma española cree que la idea de moda se está transformando

A. CORBILLÓN

Jueves, 15 de mayo 2008, 07:16

Su apellido habla por él. Enrique Loewe (Madrid, 1941) lleva 44 años marcando tendencia pero no dejándose esclavizar por ella (ayer sólo su corbata delataba la marca de la casa). Asegura que el concepto de lujo está cambiando en la sociedad de la opulencia y admite «dolores» en el proceso de absorción por Louis Vouitton (1996). El presidente de la Fundación Loewe visitó ayer Valladolid invitado por la asociación Avenir-Cultura para hablar sobre moda.

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-Hablan sobre 'Incidencia de la persona en la moda' ¿No es al revés?

-Yo distingo entre moda y modo. Tendría mucha dificultad para decir que hay una cosa libre de control que tiene influencia sobre mí. No existe una mafia aislada en una cueva que decide en París qué vestiré en cinco años. El proceso de formación de tendencias está poco estudiado en nuestro país y tiene mucha 'tela' detrás. La moda hoy es un ejercicio de democracia y libertad. Yo nunca me he puesto unos vaqueros y moriré sin hacerlo.

-La imagen pública es distinta.

-Cuando vemos la tele o la prensa del corazón con esas pequeñeces de la pequeñez humana tendemos a confundir eso con la moda. Todo lo que ocurre va creando en el subconsciente colectivo de los creadores sensaciones que luego se traducen en obras.

-¿No está sobredimensionado el rol social de algo que muchos creen que es para cuatro privilegiados?

-¿Es que es para cuatro! La explicación a esa imagen pública es muy sencilla. En París hay 500 desfiles en una pasarela. Yo tengo 20 o 25 minutos para lograr atención y está demostrado que un desfile de más de media hora no se sigue. ¿Qué hace todo el mundo? Llamar la atención. Pero no con lo que se vende sino impresionando. Pero entre eso y lo que luego ofrecemos en una tienda con nuestro nombre hay un abismo.

-¿No hay algo de obsceno en el culto del lujo en un mundo como éste?

-¿Y cuántas cosas obscenas hay en este mundo? Esto nos llevaría a la filosofía de San Agustín... El lujo está sufriendo una profunda revisión. El lujo de sultán no interesa. Siempre habrá el que, si no se pone un reloj carísimo y de marca, no se sentirá realizado. Pero cada vez hay más gente que sabe lo que es un reloj. El lujo se está convirtiendo en una experiencia y no en una acumulación obscena de objetos de valor y epatación social sobre los demás. Va a influir mucho el tema de la ecología, con una calidad de vida diferente. Le quita esa obscenidad al fenómeno, que pueda que la tenga, y le está dando una mayor humanidad. Pero las sociedades son asincrónicas y tal vez Europa esté preparada para esta reflexión, pero China, donde se impone aún la cantidad, todavía no.

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-¿Dónde está el alma que da prestigio a una firma como Loewe?

-Antes, las grandes marcas tenían alma, un dueño, una familia. Hoy día se producen grupos como al que nosotros pertenecemos (Louis Vuitton) que tienen 15 o 20 marcas de lujo... y no puede tener 15 o 20 almas. Y se produce un proceso de banalización, que también le afecta al lujo, que hay que buscarlo en una experiencia de vida, en el tiempo y su mejor aprovechamiento. El nuevo rico sólo durará en países emergentes.

-¿Doce años después de esa absorción de Loewe, qué queda?

-Loewe es mucho Loewe y son 163 años. Ha habido dolores de crecimiento, es verdad. La filosofía de Loewe era de abajo a arriba y otros van de arriba a abajo.

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-¿La imitación es su 'top manta' o la venganza por la exclusividad?

-Un 20% de una empresa como la nuestra se pierden por esto y esto encarece los precios. Pero, si la calidad la cuidas, permanece esa diferencia. Y la gente ya sabe diferenciar. He visto muchas copias en China que, al mes, son un 'churro', aunque des el pego durante ese tiempo. Pero es un drama.

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