
TRINIDAD DE LEÓN SOTELO
Domingo, 9 de septiembre 2007, 03:11
«Yo soy la marquesa viuda», dijo Begoña Aranguren tras la muerte de José Luis de Vilallonga, con quien estuvo casada desde 1999 al 2002. Su voz tenía el tono ácido que produce el orgullo femenino al ser herido y la detonación de la inflexibilidad de un carácter que desea reafirmar, más allá de una sonada separación y colosales batallas familiares, la condición inamovible de su estado civil. Mujeres ha habido y hay que, sabedoras de la existencia de una amante con la que compartir a su marido, han desatado su humillación en una frase: «Tendrá a la que sea, pero yo soy la Catedral».
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Sin embargo, no parece ser éste exactamente el caso de la periodista vasca, ya que hacía años que no convivía con Vilallonga. Cuando éste enfermó con seguro destino hacia la muerte, aceptó el ofrecimiento de su ex esposa Syliane Stella Morell -contrajeron matrimonio en París en 1974, unión que se rompió en 1995-, y, así, pasó el desmoronamiento de su salud en el hogar que Syliane había formado con Jorge Bascones, el hombre que había enamorado a la mujer, dicen que antes de su separación del aristócrata.
A su muerte, acaecida en Mallorca el 30 de agosto, siguieron unas jornadas de silencio en las que se dejó ver una familia dolorida. Pero no estaban todos. En la esquela que 'ABC' publicó el pasado día 2 como recuerdo del Excelentísimo Señor Don José Luis de Vilallonga y Cabeza de Vaca, marqués de Castellbell, Grande de España, Officier de la Légion d'Honneur, figuraban sus hijos, John y Carmen; su hermana, su cuñada, sus sobrinos, sus primos, la mayoría con títulos en su haber; Syliane Stella, Jorge Bascones, Fabricio Pastor... Begoña Aranguren no figuraba. También estuvo ausente del funeral del día 3 en Sant Antoni de Padua, en Barcelona.
La cuarta ex esposa del marqués (o tercera si descontamos a Ursula Dietrich, con quien sólo estuvo casado tres semanas) dijo que, «aunque muchos me insisten para que vaya, no voy a hacerlo». «No estoy dispuesta a aumentar el circo, aunque como creyente le diré una misa aquí, en Madrid».
El poder del hijo
Circos mediáticos aparte, Begoña olvidó que había participado en algunos, aunque esgrima que fue en defensa propia. La cuestión es que, durante la separación ella y él se dijeron de todo menos bonito. Pero Aranguren no lo tiene en cuenta y ante la muerte recuerda las palabras de su tío, el filósofo José Luis Aranguren, que afirman que «la ética y la estética deben ir unidas». Palabras que también aplicó en las ocasiones en las que llamaba a Syliane para pedirle «que no expusiera más ante la prensa a José Luis con un espantoso pijama gris, ni lo hiciera cuando ya no podía hablar». «¿Con lo que él era!», exclama dolida. Si a ella la familia del marqués de Vilallonga la ha dado por desaparecida, de reaparición repentina puede hablarse en el caso de John, hijo del primer matrimonio del marqués con la aristócrata inglesa Priscilla Scott. En el 2001, el padre dijo que no mantenía relación alguna con el primogénito y que el niño le pidió a los 6 años -¿ah, la disciplina inglesa!-, que no lo besara. Pero aquel hijo perdido lo encontró en Fabricio Pastor, hijo del primer matrimonio de Syliane, que incluso dejó de relacionarse con su madre para volcar su capacidad afectiva en José Luis. Precisamente a Fabricio achacó Begoña el fracaso de su matrimonio, llegando incluso en una ocasión a denunciarlo por maltrato, por lo que fue condenado a pagar una multa. No extraña que se planteara la elección propia de estos casos: «Él o yo». El marido eligió al hijo.
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La venganza
Con el paso del tiempo, la herida del desdén no había cicatrizado y Begoña escribió un libro, 'Vilallonga, un diamante falso', que parecía una venganza que ella calificó de «terapia». La escritora acusó a Fabricio de manejar al hombre que lo reconoció como hijo, ya que sólo actuaba como mánager y administrador. Aranguren, no obstante, basó su justificación en que ella también tiene hijos y no estaba dispuesta a que prevaleciera, con el tiempo, la imagen que de ella dieron otros.
La periodista conoció al aristócrata en 1964, aunque el amor hizo acto de presencia durante el rodaje de la serie de televisión 'Epílogo', en la que el entrevistado sabe que el programa se emitirá después de su muerte. En el plató en el que conversó con Vilallonga quedó fascinada por su planta, por el hombre que le pareció el más bello de entre todos los que había conocido, a lo que había que añadir su cultura, su inteligencia, su sentido del humor. Pero está demostrado y constatado que el amor obnubila y, al desaparecer, lo que fueron méritos van a dar al cajón donde se enredan las piezas del fracaso.
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