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Pascual Martínez Sopena posa antes de la conferencia.
El Duero, pulmón y diafragma de Valladolid

El Duero, pulmón y diafragma de Valladolid

Martínez Sopena desmenuza el devenir de la provincia desde la derrota de Abderramán III en Simancas, en el siglo X, hasta la construcción del castillo de La Mota por los Católicos, en el XV

Teresa de Lapuerta Montoya

Viernes, 30 de mayo 2014, 11:13

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Durante seis siglos Valladolid aún no era una provincia y, sin embargo, fue en ellos cuando forjó la mayoría de sus señas de identidad. En aquellos tiempos, los vallisoletanos pasaron de ser orgullosos mestizos a aplaudir la persecución de los conversos. Esos años presenciaron la construcción de decenas de castillos y monasterios. En ellos, las pequeñas aldeas crecieron hasta convertirse en pueblos, ya con los nombres y apellidos que llevan hoy. Valladolid, epicentro del Reino de Castilla, se erigió en epicentro del mundo. Sus habitantes vivieron penurias «como las que se viven en la crisis actual, pero acabaron superándolas, como se superarán estas». El catedrático de Historia Medieval Pascual Martínez Sopena desmenuzó con maestría el tránsito del territorio vallisoletano por el medievo en la segunda mesa sobre la historia provincial celebrada en las Casas del Tratado de Tordesillas. Un periodo largo, con tres fases muy específicas: el siglo X, la plena Edad Media (del año 1000 al 1300) y la baja Edad Media (hasta el siglo XV); y un espacio geográfico dividido en dos. El Duero, aclaró el historiador, «fue el diafragma, y los territorios situados al norte y al sur del río adquirieron en esta época características diferentes».

A finales del siglo IX, los cristianos asturianos comenzaron su extensión por la tierra de afuera y llegaron, precisamente, a esa línea marcada por el río Duero. Martínez Sopena resumió el paisaje de ese Valladolid del siglo X en tres estampas (diapositivas) tremendamente simbólicas. La inicial fue la primera referencia histórica a una collatione o concejo de notables en Europa, en el año 932 en Melgar de Arriba. La siguiente fue la iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote, en honor al santo norteafricano, que ejemplifica el contraste entre la cristiandad del norte y la influencia sureña. Tal como apostilló, «quienes construyeron San Cebrián en los Torozos lo hicieron en clave cristiana, pero inspirados por la Mezquita de Córdoba». Era una sociedad mestiza, en la que el Califato ejercía la hegemonía cultural y los reyes de León compartían su autoridad con poderes territoriales, como los de los condes de Carrión, «que unas veces velaban por los intereses del monarca y otros, por los suyos propios».

160 años de compromiso con Tordesillas y el Tratado

  • El presentador de la jornada, el historiador y colaborador de El Norte Enrique Berzal, volvió a convertirse en altavoz del compromiso de El Norte de Castilla con la provincia de Valladolid a lo largo de sus 160 años de existencia. Y qué mejor manera de atestiguarlo que con informaciones referidas al Tratado de Tordesillas, ya sea reivindicando su importancia histórica, ya apostando por la restauración del edificio que la noche del miércoles acogió la conferencia. Se remontó a un ejemplar de 1885, cuando El Norte dedicó un especial a la Historia Moderna y al Tratado, o del año 1945, con la publicación de la reseña de la conferencia Cuando los españoles y portugueses se partieron por la mitad el mundo. Pero, sobre todo, Berzal se detuvo en la apuesta del diario por la recuperación del palacio que acabaría albergando las Casas del Tratado y por la celebración, el 7 de junio de 1994, del quinto centenario de la histórica firma, con la presencia en Tordesillas de los Reyes de España.

sLa tercera imagen, la del puente de Simancas, fue símbolo de la primera gran victoria de los cristianos en la Reconquista, el enfrentamiento bélico de las tropas de una coalición encabezada por el rey de León, Ramiro II, y Fernán González, contra los musulmanes asentados en la Córdoba del califa Abderramán III. La batalla tuvo lugar junto a los muros de la ciudad simanquina, en el año 939.

La caída del califato

El inicio del periodo de la plena Edad Media lo protagoniza el caudillo Almanzor, que no solo toma venganza de aquella derrota y destruye Simancas, sino que arrasa ciudades de la talla de Barcelona o Pamplona pero que, con su muerte (año 1002), preconiza la rápida caída del Califato de Córdoba. La reconquista de Toledo por parte de Alfonso VI supone un punto de inflexión: España abandona paulatinamente el espíritu visigótico, con su mestizaje, y se catoliza, «porque era cristiana, pero no se hace católica hasta finales del XI».

El desembarco de nuevas órdenes religiosas lega a la provincia monumentos que ejemplifican ese cambio, como la colegiata de Santa María la Mayor de Valladolid (en ruinas), construida por el conde Pedro Ansúrez «a él le debemos la Colegiata; a su nieta, Matallana y a sus biznietos, Palazuelos y la Santa Espina»; y monumentos como la iglesia de San Gervasio y San Potasio, en Santervás de Campos, o el monasterio cisterciense de Valbuena de Duero. Hacen acto de aparición, asimismo, las órdenes militares de la iglesia del temple de Ceinos de Campos solo se conservan algunas imágenes, que simbolizan «ese espíritu de Cruzada que acaba con el mestizaje de los siglos X y XI».

En esta época y de forma paralela se produce un proceso de urbanización diferente en el norte y en el sur provinciales. En el segundo se afianzan los concejos de villa y tierra, con Medina del Campo, Olmedo, Portillo, Íscar y Peñafiel como grandes núcleos que dominan un vasto territorio y que concentran el mercado, la justicia, la fiscalidad y las campañas militares. «Lo más parecido a las gentes que habitaban entre el Duero y el Tajo eran los cosacos», bromeó el historiador.

En el norte, Alfonso VII de León decide que Valladolid se convierta en dote de las reinas (de su segunda mujer, Riquilda de Polonia, de Doña Berenguela, de María de Molina, etc.), por lo que la villa acaba transformándose en el lugar donde se educarán los reyes. En el resto del territorio norteño comienzan a aparecer nuevas villas como Mayorga «el nombre es un homenaje a la breve conquista de Mallorca por Ramón Berenguer III», que agrupan a la población hasta ese momento desperdigada en multitud de aldeas.

También a partir del siglo XII cempieza a tejerse una malla de ferias que permiten la salida de productos locales (el grano, el vino, el cordero...) y la llegada de otros desde el bosque Atlántico (de los frutos secos a los productos metalúrgicos). «La primera vez que se configura un circuito comercial en la Península Ibérica se produce en la segunda mitad del XII y Valladolid fue clave», recordó el conferenciante.

La frontera entre los reinos de León y Castilla se convierte en foco de conflictos que tienen su reflejo en castillos como el de San Pedro de Ltarce, o el de Tiedra, en el lado leonés; y en otras nuevas aglomeraciones de aldeas como Urueña, Aguilar de Campos o Villafrechós. «Los vecinos de las aldeas de Villafrechós, por ejemplo, se llevaron los santos de sus iglesias y volvieron a fundarlas allí», apuntó el catedrático, quien hizo especial hincapié en el parcelario urbano regular de algunas de estas villas, como sucede con Tordehumos.

El final de esta etapa y el inicio de la Baja Edad Media lo protagoniza Alfonso X El Sabio, «que se plantó en Castilla y comenzó a distribuir el Fuero Real, unas normas comunes que, poco a poco, sustituyeron a los distintos fueros municipales», ya que su programa fue reemprendido por sus seguidores. En los dos últimos siglos de la Edad Media, la nobleza comparte con la Corona y con la Iglesia la hegemonía social. Las distintas casas nobiliarias construyen una serie de fortalezas que acaban conformando el estilo de Valladolid, como la de Torrelobatón (los Almirantes de Castilla), la de Portillo (los condes de Benavente) o la de Peñafiel (la familia Girón). Otras villas, como Valladolid y Tordesillas, sobre el Duero, o Medina del Campo, en el sur, se mantienen como lugares fundamentales del Reino.

Red ferial

En el siglo XV la red de ferias (Medina, Medina de Rioseco y Villalón), ocupa un lugar protagonista en el comercio de la Península; mientras que en lo religioso, Valladolid va convirtiéndose paulatinamente en la «capital del rigor», no solo en lo que hace referencia a la persecución de judíos y conversos, sino en la proliferación de órdenes observantes rigurosas, como los Jerónimos, en el Monasterio de Prado, las Clarisas de Tordesillas, los Dominicos de San Pablo o los Cistercienses de Laguna de Duero.

Martínez Sopena concluyó la conferencia y la etapa recordando la importancia de los Reyes Católicos, ejemplificada en otro castillo, el de La Mota, que ya no solo es una fortaleza contra los enemigos, sino un símbolo del prestigio de la monarquía en direcciones muy diversas. También, cómo no, hacia el Atlántico. Un vecino de la tierra, el santervaseño Juan Ponce de León, descubrirá La Florida y será nombrado gobernador de Puerto Rico.

La charla de Martínez Sopena fue la segunda del ciclo que comenzó el pasado 8 de mayo en Almenara con el catedrático de Prehistoria Germán Delibes de Castro, organizado por El Norte de Castilla con la colaboración de la Diputación para celebrar con los vallisoletanos el 160 aniversario del periódico. El lugar de la celebración tiene su razón de ser, y si en el yacimiento de Almenara se habló de prehistoria e historia antigua, la noche del miércoles se eligió Tordesillas por ser en esta villa donde se rubricó, en 1494, el famoso Tratado entre los representantes de los Reyes Católicos y los de la Corona de Portugal para repartirse las zonas de navegación y conquista del Nuevo Mundo, tal y como recordaron el ponente y el alcalde del municipio, José Antonio González Poncela.

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