Tiritas para la herida invisible del coronavirus en los escolares
Unos talleres de verano intentan resolver las carencias que la suspensión de las clases presenciales por la covid ha provocado en alumnos con dislexia y dificultades de aprendizaje
Han sido demasiadas semanas con la mesa de la cocina como pupitre, con la pantalla del móvil como encerado. No vale que la profe sea un puñado de píxeles al otro lado del ordenador o el maestro un nombre al final del correo electrónico. No es lo mismo, claro, seguir las clases rodeado de compañeros que en total soledad desde casa. No lo es. «Y todo esto, al final, pasa factura», asegura Nuria Geijo, logopeda, pedagoga, una de las profesionales que durante esta semana imparte unos talleres de verano para menores con dificultades de aprendizaje.
La asociación Vallalexia y el Centro de Evaluación e Intervención Educativa Corat (perteneciente a la Fundación Aprender) han llegado a un acuerdo para organizar este verano unos cursos que refuerzan la ayuda «académica y emocional» que reciben niños y adolescentes (entre 8 y 14 años) con dislexia y otras dificultades específicas de aprendizaje.
Son chavales que han sufrido en mayor medida la suspensión de las clases presenciales por el coronavirus y que ahora disponen de una herramienta presencial para restañar las posibles heridas educativas causadas por la pandemia.
Durante el confinamiento, las asociaciones de familiares de estudiantes con dislexia alertaron de dificultades sobreañadidas o problemas de ansiedad detectados entre los alumnos con dislexia a la hora de seguir el ritmo impuesto por las clases a distancia. Esa atención a la diversidad que se puede dar en el aula ha quedado diluida con la enseñanza 'on line', como señalan desde Plataforma Dislexia, entidad que agrupa a 16 asociaciones provinciales. «Casi todos los hogares se vieron colapsados por el teletrabajo y la educación a distancia y muchas familias no pudieron afrontar la labor que hacen los docentes. Su trabajo no puede ser sustituido por una persona sin formación ni capacidad para ello, pese a la buena voluntad que se pueda tener», aseguran desde la asociación.
«Habrá que ver cómo es el regreso al colegio en septiembre, pero está claro que la situación que se ha vivido durante los últimos meses (porque ha sido mucho tiempo) va a tener consecuencias. Los niños tal vez no verbalicen sus miedos, su estado emocional, pero todo lo que han pasado desde marzo está ahí. Y el problema es que, de momento, tampoco sabemos cómo será la situación a partir de ahora», dice Geijo.
Los talleres de verano (que se desarrollan en la calle Santuario) abordan cuestiones vinculadas con lo educativo, pero sobre todo lo emocional. «Les ayudaremos a expresar lo que han vivido. Y no tiene por qué ser de forma oral, también se puede hacer a través de la plástica, las artes, el movimiento. Este aspecto también es importante, porque han sido muchos meses de inactividad. Pasaron demasiado tiempo sentados y eso, al final del confinamiento, se notó. Estaban debilitados, anquilosados», añade Geijo.
«El objetivo es que puedan soltar todas las agonías que hayan podido tener», añade Lourdes Lezcano, psicopedagoga y maestra de Infantil y Primaria. «En todas las actividades tendremos que respetar la distancia de seguridad, con mascarilla y desinfección de las aulas, pero queremos que sean clases lúdicas y divertidas. Que las técnicas de estudio se impartan también a través del juego», añade. El reto, como subrayan Irene Ranz, presidenta de la Fundación Aprender, y Ana Sobrino, portavoz de Vallalexia, es que se puedan «retomar hábitos y competencias perdidas durante el confinamiento, como la relación presencial con iguales, así como aspectos emocionales y académicos clave».

Porque hay que volver a conectarse directamente con los amigos, con los compañeros. Una relación directa que no tenga como intermediario a Internet, el móvil o 'zoom'. «Los juegos a través de la red, de aplicaciones, no son reales. Eso no vale. Es ficticio. El niño puede malinterpretar que ese tipo de relaciones son las habituales y no es así. Necesitan estar cerca, jugar juntos (aunque ahora sea con las medidas de seguridad necesarias). Y también es importante que se puedan crear pequeños conflictos entre ellos y se puedan resolver cara a cara. Esa convivencia ha faltado durante todo este tiempo», indica Geijo. «El coronavirus nos va a dejar un residuo a todos. Lo que estamos viviendo no se va a olvidar tan pronto», concluyen.
La dislexia es la dificultad de aprendizaje más extendida, aunque no hay datos precisos. se calcula que afecta a entre el 8% y el 15% de la población. Así, en una clase con 25 alumnos, casi seguro habrá uno o dos estudiantes con dislexia.
Las más conocida de sus manifestaciones es la dislexia fonológica, con errores de rotación (sustituir la p por la q), inversión (intercambio de letras), adición u omisión (leer letras que no están o comerse otras). Esto se traduce en lectura dificultosa, por ejemplo, lo que influye en el ritmo de aprendizaje y asimilación de contenidos, algo que se ha notado más durante el confinamiento al no tener cerca un docente profesional.
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