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Soledad y Agustina Miguel. en la actualidad y en la grada hace cincuenta años, y festejo taurino celebrado en la antigua plaza de La Seca .M. Á. R./A. Miguel/Samuel Suárez

El día que la plaza de toros de La Seca se vino abajo

El 26 de agosto de 1972, una treintena de personas resultaron heridas al derrumbarse parte del graderío de madera del coso durante las Fiestas de los Novillos. «Fue todo muy rápido»

Miguel Ángel Rochas

La Seca

Sábado, 27 de agosto 2022

Todo pueblo tiene en su calendario fechas marcadas en negro, jornadas que los vecinos no pueden olvidar, aunque desean que nunca hubieran sucedido. Pero también se rememoran para tratar de que no vuelva a ocurrir nada parecido. En el caso de la localidad de La Seca, una de estas fechas es el 26 de agosto de 1972. Hace medio siglo, en plena celebración de las Fiestas de los Novillos y cuando todo el mundo disfrutaba de los festejos taurinos, una parte del tablado principal se derrumbó, causando numerosos heridos. El pánico se adueñó de los presentes. El caos era absoluto.

Estas fiestas, que no se instauraron para honrar a ningún santo, sino por el fin de la recolección del cereal en el verano, se vinieron celebrando desde 1750 hasta 1872 en septiembre, adelantándose a partir de entonces a los últimos días de agosto. En la actualidad, tienen lugar la primera semana de este mes.

Aquel 26 de agosto de hace medio siglo se había celebrado, por la tarde, un encierro que transcurrió con total normalidad, si bien las reses habían sido muy bravas, lo que provocó que por la noche asistiera multitud de público a la capea (estaba prevista una verbena taurina). La plaza, que se hacía con palos ejerciendo de tablados para que la gente lo viera desde la parte superior, mientras los astados entraban por los laterales, estaba a reventar. A medianoche dio comienzo el festejo, con multitud de público. Durante la suelta del primer toro se escuchó un gran estruendo, causado por el desplome de una parte del tablado del Ayuntamiento, lo que dejó más de treinta heridos de diversa consideración.

Luis Gómez, hoy juez de paz, salió, como otros muchos vecinos, a ayudar a sacar a los heridos entre la montaña de personas y tablas que se había formado. Los que estaban arriba atraparon a los de abajo entre tablas y tablones. Familias enteras fueron víctimas del hundimiento.

Las hermanas Agustina y Soledad Miguel son dos de las vecinas que aquella noche se encontraban en la plaza para seguir el festejo taurino. La primera recuerda a la perfección cómo, de repente, todo se vino abajo y ella cayó encima de espectadores que estaban debajo de las tablas. «Todo fue muy rápido», rememora Agustina, que por entonces tenía 14 años. «Cuando me quise dar cuenta estaba encima de un montón de gente. Luego solamente recuerdo sentirme un poco atontada y estar en una sala grande del Ayuntamiento, donde iban metiendo a los heridos y los tumbaban en el suelo», comenta. Allí pasó un buen rato, hasta que después de atenderla y evaluar la gravedad de sus lesiones la mandaron a casa. Lo que sí tiene grabado a fuego es que ya no encontró el reloj que lucía en su mano izquierda y el bolso que llevaba aquel día.

Soledad, que entonces tenía 5 años, tuvo más suerte que su hermana, que estaba a su lado. Ella se quedó sentada y su padre, colgado agarrado a una tabla. La parte donde ellos estaban no se hundió. Agarrada de la mano de su madre, bajó al Consistorio. Recuerda que dos guardias civiles no dejaban entrar a su madre, «que lo único que decía era 'dejadme entrar, dejadme entrar, que está mi niña dentro'», relata Soledad.

Muchos gritos «y barullo»

Ramón, otro vecino de la localidad, vivía muy cerca de las tablas que colapsaron. Cuando se cayó la estructura, él y toda su familia estaban en casa. Todavía no habían ido a los toros, pero al oír «tantos gritos y barullo» se acercaron. Cincuenta años después, recuerda «mucho alboroto y cómo la gente se dirigía airosamente hacia el balcón del Ayuntamiento, donde por fin salió Luis Sanz, calmando a los vecinos y diciendo que si se suspendían, no volvería a haber fiestas». Preguntó a los vecinos «si querían seguir teniendo fiestas, y al contestar que sí procedieron al día siguiente arreglar el tablado en condiciones y siguieron las celebraciones con normalidad», señala Ramón.

Las tablas cedieron por la gran cantidad de gente que había arriba, tanta como abajo. Algunos asistentes oyeron un pequeño crujido antes del desplome, lo que les dio tiempo a retirarse. Finalmente hubo unos treinta heridos, ninguno de gravedad, aunque hubo vecinos que sufrieron roturas de las que tardaron tiempo en recuperarse.

En esa plaza empalizada, instalada cada año por carpinteros locales a los pies del consistorio, siguieron celebrándose festejos durante una década más, hasta que el Ayuntamiento de La Seca decidió reemplazarla por una más moderna de tubos de hierro, que es la que actualmente se utiliza. Quedan pocas plazas de toros conformadas por tablados en Valladolid, la más cercana en la vecina localidad de Serrada, donde todavía se sigue montando.

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