Desembarco militar desde barcazas en la playa de Cebadilla, al oeste de la bahía de Alhucemas. Mundo Gráfico

1925: España se venga en Alhucemas

165 aniversario de El Norte de Castilla ·

El exitoso desembarco de miles de soldados, en 1925, fue vivido como la justa respuesta a la derrota de 1921 y aportó argumentos a Primo de Rivera para prolongar su dictadura

Martes, 3 de noviembre 2020, 07:30

Tengo satisfacción comunicarle que a las doce del día de hoy se ha desembarcado en la playa de Cebadilla (Alhucemas), y media hora después han sido tomados los crestones inmediatos, con escasa resistencia. Cuando tenga más noticias se las comunicaré».

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El escueto telegrama del subsecretario de la Gobernación, reproducido literalmente por 'El Norte de Castilla', alegró el día al gobernador civil de Valladolid. Fechado el 8 de septiembre de 1925, daba cuenta de lo que no tardaría en convertirse en el gran éxito militar de la dictadura impuesta dos años antes.

Una situación más que paradójica: el mismo militar que anteriormente había apoyado la retirada de las tropas españolas de Marruecos no solo acababa de ordenar el que sería, en definitiva, el gran ataque que pondría fin al problema marroquí, sino que incluso actuaba como comandante en jefe de las operaciones. Porque el célebre 'Desembarco de Alhucemas' terminaría figurando como la gran hazaña de Miguel Primo de Rivera en política exterior, el motivo y la excusa perfecta para la legitimación de la continuidad de su régimen dictatorial.

Llegada de las tropas españolas a la Cala del Quemado.

«A las doce las tropas han puesto pie en la bahía de Cebadilla. A las doce y media han coronado la posición tras breve preparación de fuego y sin gran resistencia»; el autor del telegrama era, en esta ocasión, el mismo Primo de Rivera a bordo del acorazado que llevaba por nombre al destinatario del mismo, el rey Alfonso XIII.

¿Cómo se llegó a ese 8 de septiembre en el que 13.000 soldados españoles, trasladados desde Ceuta y Melilla, desembarcaron de manera triunfal en la playa de Cebadilla? La cuestión marroquí escocía a los militares españoles desde el tremendo fracaso de Annual, en 1921; curiosamente, en aquel momento Miguel Primo de Rivera se mostraba claramente «abandonista», consciente como era de la pésima imagen que la empresa marroquí tenía entre las clases populares, pero también de la escasa capacidad operativa del Ejército español.

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Es más, hasta 1924 parecía dispuesto a seguir una política acorde con las tesis favorables al abandono de las tropas españolas de Marruecos, pero fue entonces cuando las circunstancias le empujaron a dar un giro de 180 grados en su posicionamiento: nuevos ataques del caudillo rifeño Abd-el Krim obligaron a otro repliegue español en las zonas de Tetuán, Ceuta y Melilla.

En el mes de octubre, Primo de Rivera decidió asumir la Alta Comisaría de Marruecos; entonces ocurrió lo inesperado: errores de cálculo de los rifeños, que consideraban a España un enemigo prácticamente derrotado, les llevaron a avanzar hacia las posiciones francesas. Aquella primavera de 1925 cambió la suerte de Abd-el Krim; y de España en Marruecos, por supuesto.

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La imprudencia del caudillo marroquí posibilitó el entendimiento bélico entre España y Francia, que en junio de 1925, en la llamada Conferencia de Madrid, acordaron el desembarco español en la bahía de Alhucemas con la cooperación y apoyo de una flota combinada, naval y aérea, de ambos países.

Las tropas españolas en Alhucemas. La Esfera

El mariscal Petáin se encargó de las operaciones francesas y por parte española hicieron otro tanto el propio Primo de Rivera y el general José Sanjurjo en calidad de jefe ejecutivo. Entre los militares españoles destacados en la operación figuraba el mismísimo Francisco Franco, entonces al frente de las tropas de la Legión; de hecho, gracias a su actuación en Alhucemas sería ascendido a general de brigada.

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Previsto para el 7 de septiembre, el desembarco hubo de retrasarse 24 horas debido al mal tiempo. En total actuaron 75.000 soldados españoles y 160.000 franceses; la flota la formaban dos acorazados, cuatro cruceros, dos destructores, seis cañoneras, otras tantas guardacostas, seis torpederos, cuatro remolcadores, dos aljibes y veinticinco mercancías españoles, a los que se sumó el apoyo francés de veintiocho buques.

El desembarco se desarrolló en las playas de Ixdain y La Cebadilla y al final del día ya eran 13.000 los soldados españoles en tierra. El éxito de la operación lo destacó a tres columnas 'El Norte de Castilla': «Francia y España en Marruecos. Nuestras tropas ocupan Morro Nuevo y Morro Viejo, en la bahía de Alhucemas», rezaba el titular. Y a continuación reproducía el parte oficial de Miguel Primo de Rivera, dirigido al marqués de Magaz, presidente interino del Directorio Militar:

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«Desembarcada totalmente columna Saro y firmemente establecida. Bajas no llegan a cincuenta, más de la mitad de la harca. Se han cogido al enemigo dos cañones, siete ametralladoras, bastante material y prisioneros. Todo el mundo ha cumplido con su, deber; pero debe señalarse la eficaz cooperación de la escuadra francesa, que ha tirado mucho y bien».

Los regulares de Melilla camino de Alhucemas. Mundo Gráfico

Según el historiador Miguel Cardona, lo de Alhucemas fue una «acción meritoria para un pequeño y pobre ejército como el español», aunque tampoco conviene olvidar que el enemigo carecía de organización, aviación y marina, que sus cañones estaban mal dirigidos y que su gran fuerza era, en realidad, la guerra de guerrillas. El Ejército español empleó 15 días para ampliar la cabeza de puente y hacer de ella una base ofensiva. Enseguida las tropas españolas pasaron al ataque apoderándose de Axdir, mientras las francesas llevaban a cabo una perfecta maniobra de envolvimiento. A finales de mayo de 1926, Abd-el Krim firmaba la rendición y partía al destierro.

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La respuesta española no se hizo esperar, y en poco tiempo se procedió al sometimiento y desarme de las tribus rifeñas. Este hecho supuso ahondar en la penetración del territorio, reconquistar posiciones y regresar a la zona abandonada en 1924. El Ejército español debía permanecer en Marruecos y el gobierno continuar con el enorme gasto en hombres y dinero. En 1930, éste ascendía a cerca de 300 millones de pesetas, casi tres veces más del límite que Primo de Rivera se había marcado.

Y es que el exitoso 'Desembarco de Alhucemas' provocó un espectacular aumento de la popularidad del dictador, además de servirle de eficaz propaganda para prolongar su régimen político. Valladolid celebró con júbilo lo acontecido, el Ayuntamiento felicitó por telegrama al general y los balcones se engalanaron para festejar la rendición del caudillo rifeño. El eslogan no se hizo esperar: gracias a la pericia y determinación de Primo de Rivera se había podido resolver el viejo cáncer de la guerra marroquí.

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Ultimátum al Rif

El 8 de septiembre de 1925, día del Desembarco de Alhucemas, El Norte de Castilla informó de la presencia de España y Francia en Marruecos y del lanzamiento desde aviones de una proclama del general Primo de Rivera dando un ultimátum a todos los habitantes del Rif.

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