FRANCISCO CANTALAPIEDRA
Viernes, 16 de julio 2010, 02:31
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Lo que más me interesa del trabajo de hoy es que habla de viviendas de alquiler, un sistema de vida que cada día me convence más. Y lo digo yo, que todavía me quedan restos de la hipoteca que pedí a mediados del siglo pasado para hacerme con una en propiedad. Con los años he descubierto que vivir arrendado no es un desdoro propio de tiñosos que no tienen dinero para hacerlo de otra manera, sino una manera inteligente de plantearse la vida. Aunque no es cierto que una casa propia sea para siempre (he vivido en tres), es verdad que tenemos mucha más querencia a comprarnos la cueva que la que tienen otros países igual de civilizados como Holanda, Bélgica, Alemania o Estados Unidos, por poner solo cuatro ejemplos. Los que tienen mucha pasta suelen comprar cinco o seis y unos locales comerciales, pero no lo hacen para vivir en todas ellas a la vez, sino para garantizarse una renta alquilándolas a otros. Sin embargo, los que somos de medio pelo, nos empeñamos hasta las cejas y durante años para poder tratar de tú a la casa de nuestros sueños, que a veces es la de nuestros desvelos. Si sabemos que en un piso de alquiler todos los males (averías, cambio de ascensores, vecinos coñazo o bares dando la matraca) le ocurren al dueño y nunca al inquilino, ¿por qué seguimos comprando? Misterio misterioso.
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