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César Combarros / Ical
Miércoles, 13 de marzo 2024, 10:43
«Soy un artista plástico, matérico, y he dedicado toda mi vida a hablar en espacios con imágenes y formas, comunicándome a través de ellas con el lenguaje que les es propio». Con esas palabras Gonzalo Borondo iniciaba el pasado verano su discurso de ingreso como académico de número en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. Hablaba entonces de la necesidad que sintió «desde muy temprana edad» de «involucrar, sorprender y, al fin y al cabo, compartir». «Parece una obviedad, pero no se da en todos los artistas. Yo he necesitado hablar con el mundo, estar con el mundo, que mi trabajo forme parte de él», apuntaba.
Nacido en Valladolid en 1989, cuando apenas contaba tres años sus padres se instalaron en Segovia, la ciudad que le vería crecer y donde ahora ha asentado su proyecto vital. Mientras disfrutaba de su infancia en la ciudad del Acueducto, el paisaje segoviano se incrustó en su retina, configurando su imaginario y trenzando un «vínculo invisible» que, años después, ha condicionado su paleta de colores e incluso los materiales que utiliza para abordar sus proyectos. Con catorce años sus padres se trasladaron a Madrid, donde él ingresó en el IES Margarita Salas y, coincidiendo con la rebeldía propia de la adolescencia, descubrió el mundo del graffiti en un momento de «mucha efervescencia y mucha libertad creativa».
Un brillo especial irrumpe en sus ojos al citarle a José García Herranz, su «maestro». De la mano del pintor de Turégano, comenzó a trabajar técnicas más convencionales, como el óleo o la acuarela, mientras experimentaba con todo tipo de materiales y herramientas. Con él, preparó su ingreso en la Facultad de Bellas Artes de la Complutense, y fue a través de él cuando comenzó a acercar su trabajo en el espacio público a las tradiciones artísticas españolas.
En 2010 pintó su primer mural fuera de España, en el festival Jangle Jam de Estambul (Turquía), y desde entonces ha desplegado esa faceta en ciudades de todo el mundo, desde Torun (Polonia), hasta Boulogne-sur-Mer (Francia), pasando por Lisboa, Roma, Copenhague, Berlín, Las Vegas, Atlanta Nueva Delhi, Kiev o La Paz, entre otras muchas.
En 2012 se instala en Roma, tras conseguir plaza en la Academia de Bellas Artes. «El contraste entre grandeza y decadencia», así como la ingente cantidad de patrimonio y las «leyendas infinitas» que la ciudad esconde en cada esquina, cautivaron a Borondo, que tras sentirse en cierto modo incomprendido por sus profesores en Madrid, fue recibido con los brazos abiertos en Roma. «Pasaba las noches buscando nuevos proyectos e interviniendo en espacios, lo documentaba y luego le mostraba a los profesores los procesos. Fue muy fructífero». A partir de entonces protagonizaría exposiciones individuales y colectivas por toda Europa: Roma, Madrid, París, Londres, Marsella, Milán, Múnich, Burdeos, Bolonia… además de incursiones en Estados Unidos.
En 2018, junto a su amigo el ingeniero Manuel Ayuso, puso en marcha a escasos metros del Jardín Botánico de Segovia Spazio en Blanco, un lugar de encuentro de artistas concebido como «fábrica de creación» multidisciplinar, que a día de hoy acoge su taller.
Poco después, en 2020, regresó a la ciudad de su corazón para dar forma a 'Insurrecta', un proyecto de intervención en vallas publicitarias abandonadas para conmemorar el quinto centenario de la revuelta comunera.
«Planteé ese proyecto en Segovia porque me sentía en deuda con el lugar donde había crecido, viviendo una infancia muy bella».
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Juanjo González | Salamanca, María Pedrosa y Francisco González
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