
Emilio de Diego: «Prim y libertad llegaron a ser palabras sinónimas»
El autor presenta esta tarde en la Academia de San Quirce su último libro, ‘Prim, mucho más que una espada’
Carlos Álvaro
Martes, 28 de abril 2015, 11:48
La antigua iglesia de San Quirce, sede de la Real Academia de Historia y Arte del mismo nombre, acoge esta tarde (19:30 horas) la conferencia de Emilio de Diego, historiador y especialista en la Guerra de la Independencia y en la crisis de finales del Ochocientos. Autor de Prim, la forja de una espada, De Diego profundiza en una de las figuras más relevantes del siglo XIX español, el general Juan Prim y Prats (1814-1870), con un nuevo título, Prim, mucho más que una espada, que hoy presenta en Segovia.
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«Más que una espada porque su dimensión es extraordinaria y trasciende el ámbito militar. Prim fue un liberal progresista que tenía muy claro un proyecto: armonizar la soberanía nacional, como expresión de la libertad, y garantizarla en un marco jurídico aplicado, es decir, una constitución, con la garantía de la Corona», explica el historiador.
El bicentenario del nacimiento de Prim, el pasado diciembre, y libros como el de Emilio de Diego, han contribuido a rescatar una figura perfectamente reconocible desde el presente. «Prim creía en el modelo de monarquía parlamentaria, es decir, en el sufragio universal como expresión de la soberanía, cuya supervisión, vigilancia y ejecución correspondía a la Corona. Él estaba por regenerar el sistema, pero la reina Isabel II se convirtió en un obstáculo. Por eso, ante el grado de corrupción existente y el distanciamiento entre las instituciones y el pueblo, decide embarcarse en la revolución del 68, que termina con la monarquía isabelina».
Pero Prim, más que un revolucionario de barricada, era un conciliador que acabó templando la revolución y ganándose la enemiga de los extremos. Visto con los ojos del siglo XXI, es imposible no compararlo con Adolfo Suárez. Al fin y al cabo, el catalán se dejó la vida en un sueño: construir una España como la que tenemos hoy. Pero Emilio de Diego no es muy amigo de buscar similitudes: «Salvando las distancias, en la historia las analogías son inevitables, aunque también peligrosas, porque corremos el riesgo de caer en anacronismos. En este caso, podemos afirmar que el legado de Prim es la llamada a la transparencia política, el juego político de participación ciudadana, el esfuerzo, el desarrollo de la riqueza del país...» Y Prim es, en palabras de De Diego, «un catalán grande y un grande de España» porque supo conjugar el sentimiento y la entrega a la patria chica y a la patria común, y su vida constituye una lectura muy positiva de nuestra propia historia. «En Prim no existe fisura alguna entre la patria chica y la patria grande, entre Cataluña y España. En absoluto concibe una Cataluña fuera de España». Y a Emilio de Diego le da rabia la nula atención que las instituciones catalanas han hecho del bicentenario de Prim, cuando hasta la Corona, hoy encarnada en Felipe VI, ha entendido que Prim coadyuvó al derrocamiento de la reina Isabel II porque esta había perdido el sentido de su función. «Don Felipe es un gran conocedor de la historia de España», dice.
Jefe del Gobierno desde junio de 1869, Prim auspició la llegada del rey Amadeo de Saboya, elegido para desempeñar ese papel arbitral que debía ejercer la Corona, pero el presidente fue asesinado en diciembre de 1870, unos días antes de la llegada del monarca. «En la calle del Turco, que es donde se produjo el atentado, se quedó un modelo que él había diseñado y que necesitaba de su propia colaboración para su éxito».
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Conocedor de las instituciones, viajó a México y Estados Unidos, donde se entrevistó con el presidente Lincoln, y a diferencia de otros espadones, como Espartero, Narváez u ODonell, fue un general de extracción popular, de abajo a arriba: «Prim y libertad llegaron a ser palabras sinónimas en las manifestaciones de la época, en la prensa, etcétera. Él encarnaba la libertad».
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