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redacción / word
Domingo, 20 de diciembre 2015, 12:56
El año que viene se cumplirán 90 desde que naciera uno de los salmantinos que más huella han dejado en el ámbito cultural no solo de la ciudad sino también más allá de sus fronteras. José Ledesma Criado, Pepe Ledesma para el público en general, es hoy ese hombre de bronce que vigila el transcurrir de la ciudad pegado a la muralla que tanto glosó en vida. Salamanca no le olvida y con motivo del décimo aniversario de su muerte, los más allegados celebraron ayer un homenaje, en el mismo rincón de la calle San Pablo. Sentido y emotivo tributo, que tuvo como colofón y acto central el descubrimiento de un mural escultórico, obra de su hijo Fernando, que desde ayer acompaña a la estatua, capa incluida, realizada por Fernando Mayoral.
Al acto acudieron amigos y familiares, caso de Ángel González Quesada, Andrés Alén, Pilar Fernández Labrador o el Mariquelo, y también el alcalde de la ciudad, Alfonso Fernández Mañueco, que estuvo acompañado por otros miembros de la corporación municipal, caso de las concejalas Carmen Sánchez Bellota y María José Fresnadillo o el concejal de Ciudadanos, Fernando Castaño.
Un homenaje al hombre que aglutinó y dio voz al mundo literario de la capital en el que no faltaron versos y notas musicales, además de las habituales fotos en torno a su imagen.
Dinamizador de la cultura
José Ledesma Criado (Salamanca, 26 de mayo de 1926), poeta y doctor en Derecho, ejerció la abogacía en su ciudad, donde promovió actividades literarias, sobre todo en torno a la revista Álamo. Murió el 19 de diciembre de 2005 inesperadamente en Alicante a causa de un aneurisma en su periodo vacacional. La aportación más destacada de José Ledesma fue la de dinamizador del ambiente literario salmantino, que se proyectó al ámbito nacional.
Entre sus libros destacan Poemas de Salamanca (1966), Biografía de urgencia (1968), Diálogo con España (1968), Libro de canciones (1970), Cronista de la muerte (1971), Epistolario de un recuerdo (1973), Ceremonial (1974), Del amor y el silencio (1981), Piedras albas (1990), Color ceniza el agua (1997), Memoria de la hiedra (2001) y la antología Todas mis palabras. Antología poética 1964-1992, publicada por la Diputación de Ávila en 1992.
En 1978 fue finalista del Premio Nacional de Literatura, y perteneció a la Academia Castellana y Leonesa de Poesía.
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