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Miércoles, 27 de junio 2012, 15:54
El debate sobre la naturaleza de los videojuegos (simple entretenimiento, producto cultural o incluso obra de arte) es recurrente en la industria: cada cierto tiempo el tema vuelve a salir a la palestra y nos vemos otra vez discutiendo sobre si los juegos son esto o aquello. Ya he dicho mi opinión en unas cuantas ocasiones: el videojuego no es, de por sí, nada más que un soporte; del mismo modo que un libro no es literatura por el hecho de ser un libro, que un juego sea algo más depende de lo que hagan sus creadores con el formato. ¿Puede un videojuego ser una obra de arte? Aquí tienen la respuesta: Spec Ops: The Line es la demostración de que sí se puede.
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He hablado tanto en los últimos meses sobre Spec Ops que, mientras introducía el disco en mi consola y comenzaba a arrancar el juego, por un momento temí que ya no tendría nada que decir a la hora de escribir esta crítica. Tras acabar el juego el problema al que me enfrento es bien distinto: no sé cómo estructurar este artículo para que sea capaz de transmitir lo vivido en Spec Ops. Seré claro: The Line es uno de los mejores títulos que he jugado en mi vida. Una obra de arte que, si fuera una película, sería candidata indiscutible a arrasar en Cannes y los Oscars. Si confían ustedes en mi criterio, háganme caso: no pierdan ni siquiera el tiempo necesario en leer este artículo y vayan ahora mismo a comprar Spec Ops.
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