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Gala nacional del deporte

El cronista deportivo de 1517

Laurent Vital acompañó al príncipe (luego Carlos V) en su entrada hace 500 años en Valladolid. Las justas que relató de forma pormenorizada y que se celebraron en la plaza del Mercado (actual Plaza Mayor) pueden considerarse el primer gran acontecimiento predeportivo internacional de la Edad Moderna

santiago hidalgo chacel

Domingo, 19 de marzo 2017, 11:17

Cuando uno tiene padrino se bautiza. Por mor de mi padrino, José Luis Chacel, nos llega este relato que bien circunda la Gala Nacional del deporte que tuvo lugar en el Teatro Calderón. Es la historia de Laurent Vital, el cronista de Carlos V. Suyo es el mérito. De los dos. Laurent y Chacel.

El príncipe Carlos entró en Valladolid procedente de Flandes en la tarde del 18 de noviembre de 1517. Contaba con 17 años de edad, hacía veintidós meses que había muerto su abuelo el rey Fernando el Católico y ocho años que la reina Juana, su madre, había sido recluida en una casa palacio en Tordesillas. Tomó tierra en Asturias, bien Tazones o bien Ribadesella, después de una tempestad, y a Valladolid llegó acompañado de su hermana Leonor, dos años mayor que él, y de su hermano Fernando, que contaba 14 primaveras. Por caprichos del destino, el pequeño Fernando, nacido y criado en Castilla, no tuvo la oportunidad de convivir con los dos mayores, crecidos en tierras europeas. Apenas hacía una semana que se habían abrazado por primera vez en la villa de Mojados.

La estancia de los tres hermanos en nuestra ciudad se prolongó hasta el día 22 de marzo de 1518, día en el que partieron en dirección a Zaragoza. Durante ese cuatrimestre, Carlos tuvo dos comparecencias ante las Cortes castellanas en la iglesia de San Pablo: la primera, el 7 de febrero, cuando fue proclamado rey de Castilla. La segunda, el 5 de marzo, momento en que notificó los nombramientos de primer ministro, gran canciller y administrador del Reino a sus hombres de confianza: Chevres, Sauvage y Adriano.

Valladolid acogió a numerosas personalidades que querían conocer al nuevo monarca, rendirle honores y estar presentes en el momento de su coronación. Con tal motivo, y para agasajar a todos los visitantes, hubo justas, juegos de cañas, toros y diversos actos que produjeron mucha diversión y gran regocijo. Los gentilhombres de armas y apellidos al servicio de Carlos de Habsburgo se encargaron de estas llamadas justas.

La primera se celebró en las navidades de 1517, en la plaza del Mercado de Valladolid (actual Plaza Mayor), con arnés de guerra y a hierro afilado. Participaron 60 caballeros de armas (51 de ellos extranjeros), organizados en cuatro grupos de quince. Tras enfrentarse en grupos de tres en tres, de acuerdo con lo especificado en los capítulos que regulaban la justa, pasaron al tropel, un enfrentamiento de todos contra todos.

El segundo festejo, también con arnés de guerra, se inició el día 11 de febrero, que era jueves lardero. Se denominó Justa del Escudo de Oro con Roeles y en ella participaron dos mantenedores que justaron individualmente en el palenque con quince caballeros de armas para, posteriormente, enfrentarse todos en tropel.

La tercera justa, del Escudo de Pensamientos Naturales, llamada también de la Caléndula, se celebró el día 20 de febrero y contó con dos mantenedores que justaron indistintamente contra 22 caballeros, entre los que estaba incluido el rey Carlos. A continuación todos, excluido el rey, participaron en un tropel.

Varios jóvenes nobles señores de Castilla llegados de diversas comarcas organizaron un juego de cañas, en homenaje y para diversión de Carlos y su séquito, el domingo 6 de marzo en el Mercado de Valladolid. Los participantes iban vestidos a la morisca y portaban antifaz y grandes tarjas para protegerse contra el golpe de las cañas. Fue tanta la gente que quería presenciar el juego que entraron en el cercado invadiendo el espacio de los corredores, a resultas de lo cual fueron atropellados varios espectadores.

La cuarta y quinta justa tuvieron lugar ante el Palacio donde residía el rey durante los días 14,15 y 16 de marzo. Se titularon las justas de la Empresa Amorosa. La cuarta se denominó Justa Real por celebrarse a la antigua, es decir llevando manteletes por encima de los arneses, grandes tarjas y lanzas con borne. La quinta cumplió con los requisitos de las justas con arnés de guerra y lanzas de hierro afilado. Las dos contaron con la participación de cuatro mantenedores y una numerosa representación de corredores.

Estuvieron presenciando las justas más de un centenar de miembros de la nobleza nacional y europea, entre ellos el rey Carlos y la reina Germana, cuatro infantes, cinco comendadores, trece miembros del alto clero, dos condestables, seis embajadores, diez duques, ocho marqueses, 29 condes, dos vizcondes, dos almirantes y catorce señores. Actuaron como jueces, mantenedores y corredores más de 100 caballeros de armas (no se contabilizan en este número los 80 que participaron en el juego de cañas, que en su mayoría fueron caballeros castellanos).

Al finalizar, se cuantificó que fallecieron siete caballeros y tres espectadores, y resultaron numerosos caballeros heridos. En cuanto a los caballos, doce perecieron y muchos otros fueron gravemente lesionados. El rey mandó que se cargasen en su cuenta los gastos derivados de estas fiestas, que alcanzaron la cifra nada desdeñable de cuarenta mil ducados.

Por la concentración de justas y torneos, por la cantidad de nobles y autoridades que las presenciaron, por las cifras de participación de caballeros, por la internacionalidad de los mismos, donde hubo castellanos, aragoneses, navarros, neerlandeses, borgoñones, alemanes, belgas, franceses, ingleses, flamencos, napolitanos y saboyanos, se puede asegurar que aquellas justas fueron el primer gran acontecimiento predeportivo internacional de la Edad Moderna. Detrás de esto, apuntándolo todo a modo de alineación, minuto y resultado, estaba el bueno de Laurent Vital.

Al afortunado cronista que redactó lo acontecido en aquellas justas vallisoletanas se le puede considerar como el primer gran cronista deportivo de nuestra época. Él mismo reseñó: «En doscientos años, no había habido en Castilla, Francia, Inglaterra ni otra parte, justas y torneos tan ruda y vistosamente ejecutados como estos».

Después de estas fiestas y bizarrías en Valladolid, entró en ella una pestilencia tan grande, que hubo día que se enterraron más de cuarenta cuerpos. Como se daba por cierto que en entrando la peste en una casa no quedaba persona con vida en ella, la ciudad se despobló, huyendo de ese terrible enemigo que provocaba la muerte.

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