Felipe Bobillo: Ejemplo de saber hacer profesional y de elegancia personal
José María Eiros
Lunes, 27 de mayo 2019, 01:49
Nos sorprendió la noticia del fallecimiento del doctor Felipe Bobillo cuando asistíamos al Congreso de nuestra Sociedad Científica en el que tantas veces habíamos ... disfrutado de su compañía. Personalmente sentía por él una honda empatía, que se remonta a 1984, cuando me incorporé como residente de microbiología al Hospital Clínico Universitario de Valladolid, donde él era ya médico adjunto de la Unidad de Cuidados Intensivos.
A lo largo de su vida profesional nos ha dado testimonio de profunda caballerosidad, rehuyendo los honores y trabajando siempre en lo cotidiano con disposición de ayuda al enfermo grave y atención a las personas de su entorno.
Años más tarde, desde la Gerencia del Hospital comprobé su discreción, comprensión y elegancia, cediendo protagonismos a otros colegas y ofreciéndome siempre sus consejos prudentes y acertados. En su última etapa condujo el Servicio con la misma discreción y estilo que mostró en toda su carrera.
Desde el inicio me impresionó su profunda inquietud por colaborar con las diferentes especialidades y ponderaba nuestro criterio con profundo respeto, al tiempo que, en nuestro caso, nos participaba de sus inquietudes en el ámbito de la patología infecciosa de los pacientes críticos. Inteligente y de gran corazón, me descubrió la importancia de las micosis invasivas en los pacientes graves e inmunodeprimidos. Actuó como impulsor del trabajo multidisciplinar en común y pude compartir con él colaboraciones en el seno de la comisión de infecciosas, sesiones, cursos, congresos, y grupos de trabajo.
Discreto, estudioso, atento a la innovación y siempre agradecido con nuestro grupo. Demostraba pocas veces en público su particular ingenio, que resultaba brillante y ameno en la presentación de los foros profesionales que coordinaba.
Profundo conocedor del sufrimiento humano, a él no se le ahorró la prueba y le llegó la enfermedad como a los miles de pacientes a los que había asistido en la UVI. Felipe, fiel a su discreción, se dejó cuidar por su entorno familiar y de amistades y rehuía hasta el final el protagonismo.
Nació en Cuéllar en el seno de una familia numerosa con casa en la campa próxima al Santuario del Henar, en la que le gustaba descansar. Cuando algún mes de septiembre acudí a la Romería, nunca me faltó su ofrecimiento para compartir un rato de tertulia, que no siempre se nos lograba. Tengo para mí que Nuestra Señora del Henar ha acompañado a Felipe al paraíso eterno. Le recordaremos siempre a pie de cama, con su pijama blanco y su tono tan castellano de recibirnos cuando acudíamos a una interconsulta en la que nos recomendada: «A a ver si trabajamos más juntos y mejoramos un poco las cosas».
Testimonios como el suyo en el ejercicio de la profesión enaltecen la labor de tantos sanitarios que optan en su vida por los enfermos 'críticos' que por ser asistidos en las condiciones más graves no son conscientes de la dedicación que los profesionales les prestan. Felipe ha dejado entre nosotros una impronta de elegancia personal y saber hacer profesional que nunca olvidaremos.
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