La victoriosa carrera de Óscar contra el cáncer
Médico, cooperante y aficionado a los maratones, publica un libro que servirá para financiar al CIC de Salamanca
VÍCTOR M. VELA
Viernes, 3 de marzo 2017, 20:55
«Por muy preparado que me sienta, por muy fuerte que me crea, esto no es para vivirlo solo». Lo escribía por la noche, en su diario, con la casa vacía y sus sentimientos volcados en una hoja de papel. Óscar-Hugo Martín del Barco (Barcelona, 1967, desde los cinco años en Valladolid) lo tenía claro entonces, cuando la enfermedad arreciaba, y lo defiende ahora, cuando aquello es más que recuerdo.
«No es para vivirlo solo».
Y por eso lo comparte.
Óscar ha publicado Mi maratón contra el cáncer, un libro que recopila aquellos escritos nocturnos que quieren ser guía y compañía para enfermos y cuidadores. Con un mensaje claro: no hay que abandonarse. Ni hay que esquinar a seres queridos ni hay que sumirse en pozos de rutina. Nada de desterrar aficiones. La quimioterapia no arrasa con la curiosidad, no se lleva por delante las pasiones. Hay que luchar contra el cáncer. Pero también hay que pelear para seguir siendo uno mismo.
Eso es lo que Óscar ha querido transmitir a través de un libro en el que narra su día a día con el carcinoma de cavum (parte superior de la faringe) que le diagnosticaron en el verano de 2014. Sus jornadas cotidianas con la quimio y la radio. Su montaña rusa de sesiones y recuperaciones. Los efectos secundarios del tratamiento y los afectos primarios de sus seres queridos. «He escrito lo que sentía. Y si le puede ayudar a alguien...».
Recuerda en un pasaje del libro la primera vez que compartió sala de espera con otros pacientes y cómo todo a su alrededor eran dudas, todo preguntas. Que si habrá dolor, que si afectará al sueño, que si influirá en las comidas. Pasados unos meses, convertido en veterano, era él quien ofrecía respuestas a los que estaban a punto de comenzar el tratamiento. «En esos casos, no nos cuesta hablar; entre nosotros nos enseñamos y nos aconsejamos por unas situaciones ya vividas. En momentos de incertidumbre, nos damos confianzo. Nos encontrábamos en las salas de espera, de radio, en el hospital. Eso crea una relación».
¿Y con el resto? ¿Cómo era, cómo es la comunicación con los amigos, con la familia?
Aunque aprendas a convivir con el cáncer, a veces cuesta arrancar a contarlo de nuevo. Siempre había pensado que era positiva esa actitud de hablarlo, de no callárselo. Pero se me hacía muy repetitivo el relato de la enfermedad. Cada uno tiene que saber dónde poner el límite. Hay veces que no te apetece contarlo de nuevo, otra vez lo mismo. No siempre hay que coger el teléfono cuando te preguntan qué tal estás... porque a veces no tienes ganas de hablar de eso. Ya te lo contaré luego, ahora no me apetece. No siempre es buen momento para hablarlo.
Y una persona con cáncer no es solo una persona con cáncer.
«Eso es algo que yo tuve claro desde el primer día. Hubo momentos en los que lo pasé muy mal, te machacan mucho, el cuerpo sufre mucho... pero no quería que eso me impidiera hacer otras cosas». Ese, cuenta, es otro de los objetivos del libro: demostrar que un enfermo oncológico no tiene por qué abandonar sus aficiones. La vida tal vez se vea sacudida, pero nunca arrinconada. «Yo me exigía hacer ciertas actividades porque eso me ayudaba a superar la enfermedad».
En su caso, el deporte era un punto fundamental. «Creo que fue de las primera cosas que pregunté: ¿puedo seguir haciendo deporte? La ongóloga me dijo que sí, que la actividad moderada era buena». No cabían las largas tiradas, los maratones y la competición, pero Óscar intentó siempre que pudo calzarse las zapatillas de deporte. «Cada uno tene su propia enfermedad, con sus altibajos, sus reflexiones, su tratamiento personalizado, sus alegrías y su propio mundo. Utilizando el símil, es como cuando corres una maratón, detrás de cada persona hay un mundo de horas de entreno, de lesiones, de tiempo robado a las familias». La carrera del cáncer debe correrla cada uno a su ritmo.
¿Y pensabas en alguna meta?
Nunca hago planes de futuro. Bueno, cuando estaba cerca del final del tratamiento sí que pensaba: Si esto sale bien, voy a ir a Gambia, voy a hacer esto. Pero durante el tratamiento no lo pensé demasiado. Hubo, eso sí, muchas noches de insomnio.
¿Y ahí que pensabas?
Silencio.
Cuenta en el libro que el paso del cáncer por su cuerpo le enseñó que «no más llanto a solas». Que «en el sufrimiento merece la pena sonreír». Que «hay que pensar en las personas y no tanto en las cosas». Que hay gestos más valiosos de lo que estaríamos dispuestos pagar.
¿Por ejemplo?
Un abrazo.
Y sigue. Que «estamos metidos en una sociedad en la que parece todo nos lo dan hecho, que todo está montado», que todo es consumo, todo rutina. Que hay que pararse a pensar «quiénes somos, a quién queremos». Que hay que acercarse al mundo desde una mirada crítica («estamos ante una crisis de valores humanitarios impresionante»), con una aspiración igualitaria.
Y entonces llega la respuesta a esa pregunta del insomnio. Aquellas noches en las que costaba dormir, Óscar pensaba en las posibilidades de ayudar a los demás. En su labor como cooperante. En su ayuda frente a las catástrofes de Haití, de Filipinas, del terremoto de Nepal. Los campamentos de refugiados. Es médico de familia en Pilarica. Buena parte del año la dedica a colaborar con diversas ONG (Amigos de Gambia, Bridge2, Proactiva Open Arms, Bomberos en Acción, Samu) en aquellas zonas en las que más necesitan su trabajo.
¿Cómo afronta un médico su propia enfermedad?
Yo seguí el mismo consejo que les doy a mis pacientes. Cualquier duda, al médico. Nada de buscar por Internet, de informarse por su cuenta. Las preguntas, al médico. Me he visto en su lugar, con sus miedos, con sus incertidumbres. Y luego tuve una cosa clara: no quería tantos por ciento. ¿Qué más la estadística? ¿De qué sirve un 99% si tú estás en el 1% restante?
Óscar ha editado 500 ejemplares de su historia. El dinero recaudado, íntegro, irá destinado al Centro de Investigación del Cáncer de la Universidad de Salamanca y a dos de las asociaciones con las que trabaja: Amigos de Gambia y Bridge2. Acaba de llegar de Libia. Su próximo destino es, precisamente, Gambia. El mes que viene. Para desarrollar un programa de educación sanitaria y social. «Vendré además con una chica de 18 años que no puede comer y a la que ofreceremos una operación maxilofacial en el hospital Río Hortega». Por causas como esta es por la que Óscar emprendió su carrera contra el cáncer.
La ganó en marzo de 2015, cuando la oncóloga le dio la buena noticia. Prueba superada. Hoy siguen las revisiones. También las carreras. Óscar no ha dejado de correr, aunque ahora ya con el ritmo recuperado. Cuatro meses después de terminar su tratamiento, apenas un mes después de que le dijeran estás curado, participó en la maratón de París. Llegó hasta el final. Atravesó la meta. Y durante esos más de 42.000 metros, Óscar no dejó de pensar. «Mientras corría, le daba vueltas a la cabeza sobre lo que había pasado, toda la gente que había estado a mi lado... que la vida me había dado otra oportunidad y que quería aprovecharla».
Y en eso anda (en eso también corre) Óscar.
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