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Imagen tomada en el Casino Republicano de Valladolid en 1932; en detalle, el periódico 'Adelante', del PSOE.
El PSOE lidera la alianza progresista

El PSOE lidera la alianza progresista

Las primeras elecciones generales de la Segunda República, el 28 de junio de 1931, confirmaron la victoria de las candidaturas republicanas; el PSOE triunfó en Valladolid

Enrique Berzal

Sábado, 9 de julio 2016, 19:10

Hubo un tiempo en que el Partido Socialista barría en las urnas al frente de una coalición progresista; ocurrió hace justamente 85 años, en una España rendida a la euforia antimonárquica. Era el 30 de junio de 1931 cuando el editorial de El Norte de Castilla se refería a las elecciones celebradas dos días antes con frases tan contundentes como ésta: «La izquierda ha triunfado en toda línea. () Se hizo en las primeras elecciones, en las de abril, una división: monarquía y república; se ha trazado en éstas otra diferenciación esencial: izquierdas y derechas».

Era cierto. Convocadas en plena euforia republicana -apenas dos meses antes, los comicios municipales habían obligado al monarca a salir de España-, las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931 confirmaron el buen estado de salud de la conjunción republicano-socialista, formada por PSOE, Partido Republicano Radical Socialista, Partido Republicano Radical, Acción Republicana y Derecha Liberal Republicana. Su triunfo sobre las candidaturas de la derecha no republicana, que concurrieron mucho más divididas a los comicios, fue general en todo el país.

Lo cierto es que aquellas elecciones de junio de 1931 marcaron un tiempo nuevo; no tanto por el triunfo de la izquierda, más que cantada en esos momentos, cuanto por el inicio de un proceso político mucho más democrático. Especialistas en historia electoral como Javier Tusell han calificado dichos comicios como de transición desde un sistema oligárquico y caciquil a otro mucho más democrático. En esa dirección se encaminaban medidas adoptadas desde abril por el gobierno provisional, como, por ejemplo, la supresión del célebre artículo 29, que desde 1907 permitía la designación directa de los candidatos únicos a un distrito sin hacer elección; la sustitución de los pequeños distritos uninominales por circunscripciones provinciales; la creación de once circunscripciones especiales para ciudades de más de 100.000 habitantes; o la asignación de un diputado por cada 50.000 habitantes.

La edad de votar se rebajó de 25 a 23 años y las mujeres aún no pudieron votar, aunque sí ser votadas. Con todo, diversos especialistas también han llamado la atención sobre algunos vicios poco democráticos heredados de etapas anteriores, tales como la injerencia gubernamental o la existencia de candidatos oficiales, así como el peso del caciquismo en algunos territorios.

Alianzas

Así establecido, el sistema electoral primaba las alianzas, aunque fuera de partidos no afines. La conjunción republicano-socialista acudió a la cita favorecida por la euforia republicana de abril, pero también por la desunión de las derechas. El PSOE fue el partido más votado a escala nacional, con cerca de 120 diputados, liderados por Julián Besteiro; le siguieron el Partido Radical de Lerroux, con 90, y el Radical-Socialista de Marcelino Domingo, con cerca de 60.

Valladolid no fue una excepción, de modo que cuatro de los seis diputados elegidos lo fueron por la conjunción: el militante de Acción Republicana Isidoro Vergara Castrillón, que fue el más votado con cerca de 36.000 sufragios, los socialistas Remigio Cabello y Luis Araquistain, ambos con más de 30.000 votos (Araquistain sería más tarde reemplazado por José Garrote Tebar); y el radical socialista Vicente Sol. En aquel momento, Araquistain y Vergara eran dos pesos pesados a escala nacional: el primero como subsecretario del Ministerio de Trabajo, y el segundo en el mismo puesto de responsabilidad en el Ministerio de Hacienda.

Las derechas vallisoletanas estarían representadas en el Congreso por dos candidatos de fuste: el catedrático y periodista Antonio Royo Villanova, ex director de El Norte que se presentaba como agrario independiente, y el también agrario Pedro Martín Martín. Sin escaño se quedaron Rafael Serrano Serrano, Mariano Valdés García y José Serrano Pacheco.

Como bien señalaba El Norte de Castilla, el PSOE se había erigido en auténtico forjador del triunfo progresista, al revelarse como el partido más moderno y mejor amoldado a los nuevos tiempos democráticos: «Los partidos republicanos han organizado sus comités rurales sobre la base de los viejos partidos, en tanto que los socialistas han atraído hacia sí a la masa obrera (), han dado una gallarda muestra de cohesión, de disciplina y de fuerza. El bloque de la coalición lo han mantenido ellos».

Aquel domingo, 28 de junio de 1931, fue un día sereno y cálido, de pleno verano. En Valladolid no hubo altercados a destacar durante las votaciones, tan solo anécdotas como la del joven que trató de votar haciéndose pasar por uno de los candidatos o la de aquel que intentó suplantar a «una dignidad de la Catedral», señalaba el decano de la prensa. Ni siquiera la hora del almuerzo, tan dada en tiempos anteriores a «trucos y coladuras», registró incidente alguno. El Norte se Castilla alabó la inhibición absoluta del gobierno, celebró el «ejemplo de educación política» que había dado «el cuerpo electoral» y resaltó, como dato a tener en cuenta, «la avalancha juvenil que ha engrosado en una mayoría abrumadora las filas izquierdistas».

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