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Santiago López homenajeado por la Asociación de la Prensa, presisida por Sánchez Merlo, en 1966.
Cuando Valladolid impidió que se cesara al alcalde

Cuando Valladolid impidió que se cesara al alcalde

Hace medio siglo Santiago López González, artífice de la industrialización de la ciudad, dejaba el Ayuntamiento después de dos intentos para dejar el cargo

Enrique Berzal

Sábado, 13 de junio 2015, 12:28

Por dos veces quiso cesar como alcalde pero ni sus superiores jerárquicos ni la mayoría de los ciudadanos le dejaron. Los primeros se lo ordenaron y los segundos se lo rogaron: y no le quedó más remedio que seguir en el cargo. Hasta un día como hoy de hace 50 años. Fue entonces, 11 de junio de 1965, cuando Santiago López González dijo definitivamente adiós a la alcaldía; sus colegas de Corporación lo lamentaron. También, desde luego, El Norte de Castilla.

La situación podría dar juego a raíz de lo ocurrido tras las elecciones del pasado 24 de mayo, pero es imposible hacer paralelismo alguno: la época en la que Santiago López González, empresario de pro y artífice del desarrollismo en la ciudad, ejerció el cargo de alcalde nada tenía que ver con la que vivimos hoy en términos políticos. Bien es cierto que la dictadura del general Franco había evolucionado en el terreno económico, pero la «democracia orgánica» que pretendía vender a Europa nada tenía que ver con un régimen constitucional.

De hecho, era el ministro de la Gobernación, cartera que en la época de Santiago López ostentaba el teniente general Camilo Alonso Vega, el encargado de designar a los alcaldes en aquellos núcleos de más de 10.000 habitantes, pala lo cual se requería ser español, mayor de 25 años y con condiciones de idoneidad, competencia y arraigo en la localidad.

Se trataba de un cargo con carácter obligatorio y gratuito, si bien es cierto que en dichos núcleos de más de 10.000 habitantes el alcalde podía tener asignada una cantidad fija en gastos de representación, que no podían exceder del 1 % del presupuesto ordinario. El mandato tampoco tenía una duración determinada y el cese podía ser dispuesto en cualquier momento en el que por razones de interés público se considerase conveniente desde el Ministerio.

Esto último fue lo que supuso un verdadero quebradero de cabeza a las partes implicadas. El mismo Santiago López González confesó a El Norte de Castilla que ya cuando en febrero de 1961 el ministro le designó para suceder a José Luis Gutiérrez Semprún al frente de la alcaldía, dejó claro que su compromiso era solo por tres años. «Hombre hecho a sí mismo», según confesión propia, este cántabro nacido en Pesquera en 1918 y fallecido en Valladolid en 2007, padre del ex director general de la Guardia Civil, Santiago López Valdivielso, ya había sido elegido concejal en 1949 dentro del llamado «tercio sindical».

El prestigio alcanzado en su labor empresarial figuraba entre los fundadores de FASA y como contable asesoraba a varias empresas de la ciudad, entre ellas el Banco Castellano- hizo que en febrero de 1961, el gobierno acordara elegirle para asumir la alcaldía de la ciudad. Según contaba él mismo, Camilo Alonso Vega le convocó para transmitirle la designación por cuatro años, y como el empresario se mostrara reticente aduciendo la saturación de sus ocupaciones, el ministro fue implacable: le dijo que sería alcalde de Valladolid le gustase o no, y que si no hacía bien las cosas, le destituiría de inmediato, pero que si las hacia bien permanecería en el cargo hasta que él autorizase su marcha. Lo cierto es que el mandato de Santiago López supuso la llegada al poder local de una nueva elite social modernizadora y desarrollista, alejada, por tanto, de los principios que conformaban el grupo falangista local.

Como alcalde, además de dejarlo todo listo para la celebración, en septiembre de 1965, de la I Feria de Muestras de Castilla y León, que él mismo presidió, consiguió que la ciudad fuese designada para acoger el Polo de Desarrollo Industrial. Durante su mandato se instaló la nueva depuradora que empleaba el agua del Canal de Castilla garantizando el suministro para 200.000 habitantes, abrió sus puertas la Casa-Museo de Colón, el Paseo de Zorrilla fue convertido en moderna avenida y eje principal de la ciudad, el de las Moreras fue reestructurado, pavimentó numerosas calles, del centro y de los barrios, además de modernizar el alumbrado, comenzó su andadura la urbanización de la Huerta del Rey y se construyeron el Parque Infantil de Tráfico, miles de viviendas y varias escuelas (La Overuela, Puente Duero y Barrio España). De hecho, el barrio de Los Pajarillos puso su nombre a su grupo escolar.

También, merced a la «Operación Barrios», realizó el dragado y encauzamiento del río Esgueva, construyó el parque infantil del Barrio de San Juan, llevó el abastecimiento de aguas a la carretera de Segovia, Barrio Girón, Pajarillos, Barrio España y La Esperanza, pavimentó las calles de Pajarillos y La Victoria así como la Plaza de los Vadillos, e impulsó el proyecto de crear la nueva playa en las márgenes del Pisuerga. Finalmente, saneó la Hacienda Municipal de modo que a su marcha, la caja municipal presentaba superávit.

Por eso cuando en noviembre de 1964 anunció por segunda vez la primera fue rápidamente acallada por las autoridades- su intención de dejar la alcaldía, hubo una movilización generalizada. El día 22, con la excusa de la concesión de la Gran Cruz del Mérito Civil por parte del Jefe del Estado, 15.000 vallisoletanos se manifestaron frente al Ayuntamiento para aclamarle y, de paso, rogarle que continuara en el cargo. Esas «amables y abrumadoras solicitaciones de importantes núcleos ciudadanos», reconocía él mismo, surtieron efecto y decidió continuar. Hasta que por fin, las posibilidades abiertas por el desarrollo industrial que él mismo propició le animaron definitivamente a abandonar el cargo. Había llegado la hora de retomar sus potentes y fructíferos negocios privados.

Era junio de 1965 y, temeroso de que el ministro de la Gobernación tomara represalias (por su carácter, a Camilo Alonso Vega apodaban «don Camulo»), se entrevistó con Franco: éste le tranquilizó y atendió su deseo de presentar la dimisión. La despedida oficial, verificada el día 11, fue lamentada por colegas de la Corporación y demás autoridades en un almuerzo homenaje. Hasta los vallisoletanos residentes en Madrid «comentamos con amargura que este momento, aunque ya previsto, haya llegado», aseguraba el corresponsal de El Norte, Ángel Lera de Isla.

«Estamos seguros que la ciudad guardará un grato recuerdo de la labor del señor López González, a quien muy de mañana ya se le podía ver recorriendo las distintas zonas de la capital, unas veces solo y otras en compañía de los técnicos y de los cronistas municipales, con el fin de inspeccionar las distintas obras», apostillaba Antonio Hernández Higuera. Era el adiós definitivo de quien muchos apodaban el «alcalde milrayas» no precisamente por los trajes que vestía, sino porque cuando llegó a la alcaldía apenas había pasos de cebra y semáforos.

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