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En el CEO El Mirador de la Sierra, en Villacastín, los alumnos de cuarto de ESO saben muy bien lo que es aprender divirtiéndose. Motivados y guiados por su profesor de Inglés, Ignacio Ortega García (Madrid, 1987), han llevado a cabo un proyecto educativo revolucionario: De la Sierra al Desierto, iniciativa que a través de la conversión de un Mini clásico en un coche preparado para competir en un rally en pleno desierto, ha transformado la forma de enseñar y aprender las distintas materias académicas.
La idea surgió en el curso 2022-2023, cuando el director del CEO propuso hacer «algo diferente» a Ortega, que en ese momento estaba inmerso en el estudio de metodologías activas y el aprendizaje basado en proyectos. Tras un intento previo de construir un coche de Scalextric desde cero, el profesor propuso un desafío mayor: adaptar un vehículo normal a fin de que pudiera participar en un rally, siempre contando con la complicidad y colaboración de los profesores de todas las asignaturas. Aunque la falta de fondos frenó el plan inicial, Ortega lo retomó como base de su tesis doctoral, teniendo en cuenta el perfil de salida de la LOMLOE, marco legal que evalúa las competencias clave de los alumnos a la hora de orientar su futuro.
«Nos propusimos investigar cómo un proyecto transdisciplinar puede repercutir en el rendimiento, la motivación y el trabajo cooperativo», explica el profesor. El objetivo era ambicioso: preparar un coche en Segovia para competir en el Rally Dakar de los Estudiantes, prueba benéfica que dona material escolar a comunidades rurales marroquíes. «Entre enero y junio de 2024, diseñé el proyecto alineando los criterios de evaluación de la LOMLOE con la temática del rally. Y después empezamos a desarrollarlo en septiembre de 2024, con el apoyo de la Consejería de Educación, la Subdelegación de Defensa, Manos Unidas y el Parque Científico de la UVA».
El proyecto giró en torno a un Morris Mini de 1974 que Ortega adquirió con tres mil euros de su propio bolsillo tras descartar un Opel Corsa de 1986, propiedad de su padre, que le resultaba «poco llamativo». Cada asignatura asumió un desafío distinto. En Lengua Castellana, los alumnos leyeron 'Las 24 horas de Le Mans'; en Física y Química, calcularon las fuerzas de rozamiento tras conducir karts en el circuito Karpetania; en Matemáticas, midieron ruedas para estudiar geometría; en Historia estudiaron en profundidad las relaciones entre España y Marruecos, en Expresión Artística, exploraron distintos diseños, y en Inglés escribieron críticas de películas automovilísticas.
La colaboración interinstitucional resultó clave. Los alumnos del CEO trabajaron con estudiantes de primero de Bachillerato de Artes de la Escuela de Arte para diseñar la pintura y los logos del Mini. En el IES La Albuera, estudiantes de grado básico de Mantenimiento de Vehículos revisaron la mecánica, ajustaron los frenos y cambiaron la palanca de cambios, mientras alumnos de grado medio de Chapa y Pintura aplicaron la pintura. «En diciembre, todos pintaron juntos los logos con spray. Los profesores solo observábamos», relata Ortega.
El proyecto trascendió el aula. Personal de la Subdelegación de Defensa impartió talleres de supervivencia y orientación que incluían prácticas con brújulas en un bosque cercano a Villacastín. Manos Unidas dio a conocer a los alumnos la cooperación internacional, y el Parque Científico de la UVA analizó el 'marketing' automovilístico. «Usamos rúbricas del INTEF (Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formación del Profesorado) y excels de la propia Consejería, todo adaptado a los parámetros oficiales», subraya Ortega.
Durante el primer trimestre del curso, el proyecto quedó integrado en la rutina del CEO, y en febrero de 2025, Ignacio Ortega y su padre trasladaron el Mini de Segovia a Merzoug, en Marruecos, tras cruzar el Atlas y pasar por Marrakech. Pese que tuvieron que improvisar el tapón de la gasolina con cinta americana, pudieron completar el rally y donar cuarenta kilos de material escolar. «Mis alumnos vivieron la aventura muy pendientes desde Villacastín. No uso redes sociales, pero constantemente envié fotos al director del centro para que pudieran seguir las evoluciones del Mini que ellos, con tanto esmero, habían preparado». El coche está ahora expuesto en el Museo Histórico de la Automoción de Salamanca. Los propios estudiantes lo presentaron a la prensa. «Fue un momento muy potente».
El balance no puede ser más positivo. «El proyecto mejoró el rendimiento académico, especialmente en alumnos con resultados iniciales bajos, según cuestionarios pre y post. También aumentó la motivación y el trabajo cooperativo, mientras orientaba a los estudiantes hacia áreas STEAM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Art y Matemáticas), Bachillerato de Artes o Formación Profesional. Científicamente, hemos demostrado que funciona». La colaboración del claustro fue esencial: todos los profesores adaptaron sus materias, haciendo gala de una flexibilidad ejemplar. «Lo que más me satisface es que un grupo de profesores de un instituto rural, alejado de la capital, un CEO rural, cuando muchas veces se desconoce que es un CEO, ha sido capaz de desarrollar un proyecto de este calibre». Aunque el elevado coste complica la repetición del proyecto si no hay patrocinios, Ortega sueña con reeditarlo.
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Juanjo González | Salamanca, María Pedrosa y Francisco González
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