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Segovia, una de las ciudades de España donde el adoquín tiene mayor presencia, cuenta desde este sábado con cuatro nuevos y muy especiales. Tienen alguna que otra similitud con cualquiera de los miles que hay colocados en la céntricas calles de la ciudad, como el tamaño o el peso, pero cuentan con un significado mucho mayor. Porque aunque algunas de las piedras rectangulares de la ciudad hayan sido testigo de decenas o incluso siglos de historia de Segovia, ninguna de ellas tienen como objetivo recordar y evitar el olvido.
Mantener viva la memoria de Antonio Arranz Barrio, Florencio Abad Albertos, Fermín Cristóbal López y Agustín San José Calasanz es la meta perseguida durante más dos años y medio por 'Segovia Decide República', una organización que ha investigado durante este tiempo la deportación de cuatro vecinos de Segovia capital a campos de concentración nazis. El proceso de investigación –en el que han colaborado otras instituciones como la Real Academia de San Quirce, el instituto Giner de los Ríos, el Foro de la Memoria de Segovia, el sindicato CNT o la asociación Amical Dachau– concluyó ayer con la colocación de un adoquín junto a las casas en las que vivieron los cuatro segovianos antes de acabar en campos de concentración. Cada pequeño bloque de cemento tiene incrustado sus nombres y datos de sus vidas. Están ubicados en la plaza Avendaño, en la calle Cronista Lecea, en la calle Daoiz y junto al antiguo convento de Santa Cruz la Real (hospicio durante las primeras décadas del siglo XX).
«Para nosotros hoy es un día de fiesta. Reivindicamos la figura de estas cuatro personas», dijo Daniel Herrero, coordinador de 'Segovia Decide República'. Y aunque es cierto que las sonrisas estuvieron presentes en la mayor parte del recorrido por las cuatro calles, la emoción tampoco se pudo ocultar. «Por mi mente pasa la vida de mi padre, de mi abuelo, de mi abuela... de tanta gente que tuvo que dejar sus familias, su ciudad y su país. Unos murieron en campos de concentración, como mi abuelo; otros vivieron, pero en qué condiciones. No pudieron volver y vivieron con la angustia de saber que sus compañeros habían muerto», comentó Cristina Cristóbal Mechó, nieta del periodista Fermín Cristóbal López. Junto a la que fue su vivienda en la calle Daoiz ya se observa un adoquín que mantiene viva la memoria de un segoviano que murió en el campo de concentración de Dachau el 8 de febrero de 1945, dos meses antes de la liberación del campo.
La colocación de los adoquines en cada una de las cuatro calles contó con la presencia de alrededor de un centenar de segovianos. En el acto, que se desarrolló durante toda la mañana, se recordó la vida de los cuatro deportados a campos de concentración y se dejaron ver flores con los colores de la bandera de la república. También se leyeron poesías y se interpretaron canciones, como el himno de la CNT.
«Nuestro objetivo es traer la memoria para actuar en el presente», declaró Herrero. La exconcejala de Servicios Sociales, Ana Peñalosa, insistió en la idea y en apoyar iniciativas que sirvan para integrar el recuerdo del holocausto y de las víctimas del nazismo en las conciencias individuales y colectivas de Segovia. «Aún queda mucho por hacer. Es algo cada vez más necesario teniendo en cuenta el preocupante resurgimiento de ideologías de extrema derecha», dijo. Sergio Calleja, concejal de Educación del Ayuntamiento, puso en valor el significado que tienen los pequeños adoquines, «que recuerdan y que hacen pensar».
«Una persona solo es olvidada cuando su nombre es olvidado. Eso es lo que hacemos hoy. Recordar para no olvidar», añadió el edil, quien subrayó la importancia de conocer la historia «para no volver a cometer los errores del pasado».
Con ese mismo objetivo, Segovia Decide República trabaja ya en extender la iniciativa –se denomina 'Stolpersteine' y ha colocado ya más de 75.000 adoquines en veinte países– a otros lugares de la provincia para recordar a los 28 segovianos que murieron en campos de concentración nazis. Con los cuatro de Segovia capital, en la provincia ya hay siete. Hay dos en La Granja de San Ildefonso y uno en Valverde del Majano.
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