Javier Reyes: «He tenido que pelear y tirar muchas puertas en la universidad»
Ciego desde los 26 años por la explosión de un artefacto en acto de servicio, este guardia civil jubilado ha publicado tres novelas en tansolo cuatro años
virginia gómez
Lunes, 29 de diciembre 2014, 12:41
Perdió la vista con 26 años. Entonces estaba en Castellón, en un curso de los TEDAX (técnicos en desactivación de artefactos explosivos). Quinta generación de una familia de guardias civiles, la explosión de un artefacto que manipulaba dejó ciego a este madrileño afincado desde hace más de 20 años en El Espinar, donde conoció a su esposa.
Retirado desde aquel fatal episodio, ya con 38 años y en plenos estudios de Psicología, descubrió su nueva faceta: la de escritor. «Fue espontáneo, en mitad de la carrera, que me ha influido mucho, porque me ha ayudado a expresarme mejor», revela Javier Reyes, que confiesa que antes de eso nunca le dio por sentarse a escribir y que ahora no para de hacerlo. Tanto es así, que ha conseguido publicar tres novelas.
Sus historias reflejan grandes temas bien conocidos por él y eso, asegura, es lo que le ha permitido avanzar más rápido en su producción. En Las lágrimas de Gorka (Ediciones Atlantis) abordó el terrorismo de ETA, mientras que en Esperanza ciega, de la misma editorial, trató el tema de la discapacidad.
La última, Su compañero (Editorial ViveLibro), subvencionada por la ONCE, retrata un día cualquiera en la vida de un guardia civil de la vieja escuela, tradicional, un agente de los 90, los años que él conoce del Cuerpo que marcó su destino. Marcelino, como así se llama el protagonista, va recordando episodios vividos tiempo atrás, como la huida de un niño por los maltratos que sufre por parte de su padre o el atraco a una casa de un constructor. Y así, se va hilando un relato de acción que mezcla realidad y ficción.
Javier Reyes quiso ambientar esta historia casi íntegramente en su tierra de adopción, El Espinar, aunque también refleja La Granja, e incluso Granada y Castellón en uno de los fragmentos. La narración, concebida como una novela circular, presenta un giro inesperado al final y descubre anécdotas y «chascarrillos» propios de la Guardia Civil.
Un público fijo
Las reacciones que Su compañero ha generado en sus lectores le han permitido descubrir la imagen aún distorsionada que algunos mayores tienen de un Cuerpo que, según dice, «ha sabido adaptarse a los tiempos». «No tiene nada que ver con hace años, es uno de los cuerpos que más ha evolucionado, pero hay quien lo relaciona con el general Franco porque cree que lo creó», subraya este agente jubilado, quien recuerda que la fundación de la Benemérita se remonta a hace ahora 170 años.
Después de tres novelas, Javier Reyes se ha hecho con un público fijo, principalmente en El Espinar, pero también en Segovia, donde tiene repartidos ejemplares de su última obra prácticamente por todas las librerías. Próximamente tiene previsto presentar Su compañero en La Granja. Mientras tanto, este amante confeso de los retos se dedica a escribir relatos porque quiere probar en certámenes y, quizás en un futuro, recopilarlos en una nueva publicación o, por qué no, según reconoce, alargar uno de ellos hasta transformarlo en una nueva novela.
Padre de tres hijos, Reyes decidió años después del accidente estudiar Psicología, lo que le permitió conocer que en las cabezas humanas hay auténticos mundos por descubrir.
También, lamenta, le hizo darse cuenta de las barreras que aún faltan por destruir para que exista igualdad real para todos. Cuenta que en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), donde estudió una de las pocas carreras accesibles para él, no tenían «ni pajolera idea» de lo que tenían qué hacer con él cuando llegó. «Tuve que ir tirando puertas y los últimos exámenes pude hacerlos por fin con mi ordenador. Me tocó pelearme mucho y encontrarme a profesores que no son abiertos a las personas como yo», incide.
Sin embargo, y pese a que muchos como él se quejan de que faltan lugares adaptados y puestos de trabajo, asegura que se ha hecho mucho en los últimos 20 años. «No hay color, siempre parece que falta algo, pero cada vez contamos con más avances, como el teléfono móvil, que hace unos años hubiera sido impensable», resalta
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