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'Vía Crucis' del retablo mayor de la catedral. Marta Moras
El enigma de Juan de Flandes 500 años después de su muerte

El enigma de Juan de Flandes 500 años después de su muerte

Palencia homenajea a uno de sus vecinos más ilustres, del que se desconoce desde su apellido hasta su fecha y lugar de nacimiento

Marco Alonso

Palencia

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Domingo, 1 de diciembre 2019, 08:19

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Se cumplen 500 años de la muerte de Juan Flandes en Palencia y su figura sigue aún rodeada de un aura de misterio que parece imposible de desvelar. ¿Quién era este fascinante pintor? Esa es la gran pregunta que han intentado responder decenas de especialistas a lo largo de los años, pero los cabos que se han atado sobre los pocos detalles conocidos de la vida de este exponente de la pintura flamenca no han permitido aún conocer datos fundamentales del que fuera, además, uno de los vecinos más ilustres de la capital palentina.

La vida de Juan de Flandes está llena de incógnitas y salpicada de algunas certezas. Tantos son los interrogantes que planean sobre él que no se sabe siquiera su nombre completo, ni su fecha y lugar de nacimiento. De hecho, el nombre de Juan de Flandes no pudo pasar a la historia hasta el año 1800, cuando en Palencia se revisó la información del archivo de la catedral y se recuperaron los documentos de la contratación del artista para la elaboración de las tablas del retablo mayor. Allí aparecía ese nombre y con ese seudónimo pasó a la posteridad, como explica Ana Diéguez-Rodríguez, directora del Instituto Moll. «El 'de Flandes' hace referencia a su lugar de origen. Se cree que se podría usar ese genérico porque para los hispanohablantes podría ser complicado pronunciar su apellido, aunque Flandes es un territorio muy amplio. Va desde las 17 provincias que hoy identificamos con los Países Bajos hasta el norte de Francia. No sabemos de dónde viene, ni las influencias que tiene», recalca.

Obras de Juan de Flandes en la catedral de Palencia. Marta Moras
Imagen principal - Obras de Juan de Flandes en la catedral de Palencia.
Imagen secundaria 1 - Obras de Juan de Flandes en la catedral de Palencia.
Imagen secundaria 2 - Obras de Juan de Flandes en la catedral de Palencia.

La documentación recabada en la Bella Desconocida también ha sido determinante para saber que cuando vivió en Palencia estaba casado y que ahora, en 2019, se cumplen 500 años de su muerte, según explica Pilar Silva Maroto, antigua jefa del departamento de pintura española y flamenca del Museo del Prado. «Cuando muere, le están pagando el retablo. Hay documentos que atestiguan que su mujer fue a cobrar 20 ducados en octubre por ese concepto y que el 13 de diciembre, que es la última cita que se tiene en relación a Juan de Flandes, dicen los documentos consultados que 'se paga a la viuda de Juan de Flandes', por lo que de esta manera sabemos el año de su muerte», explica Pilar Silva Maroto.

La ciudad no ha permanecido ajena al 500 aniversario de la muerte de este misterioso vecino y esta semana se han organizado una serie de conferencias magistrales en colaboración con la Junta, la Diputación y el Obispado. En esas charlas, reputados especialistas han tratado de arrojar luz sobre la figura de Juan de Flandes y alguna de las informaciones aportadas han permitido a los asistentes conocer lo que diferentes documentos han revelado sobre este enigmático personaje.

Juan de Flandes llegó a Palencia en diciembre de 1509. Le contrató el obispo para hacer once tablas en el retablo mayor de la catedral. En su origen, el retablo mayor estaba ubicado en la capilla del Sagrario, pero cambió de ubicación una vez que se acabó la capilla mayor. Se decidió que esta monumental estructura de estilo plateresco –ornamentado ya en aquel momento con esculturas de Felipe Vigarny– presidiera ese privilegiado espacio de la seo. Una vez que finalizaron las obras de la capilla mayor, se trasladó el retablo de la capilla del Sagrario a su nuevo espacio, pero el continente era demasiado amplio para el contenido y el conjunto de obras quedaba deslucido en esa ubicación. Por esa razón se decidió contratar a Juan de Flandes, con el objetivo de que pintara esas once tablas que permitieran ampliar el retablo y que le dotaran de mayor altura y esplendor.

El obispo que le contrató, Juan Rodríguez de Fonseca, fue miembro del consejo de los Reyes Católicos y llegó a ejercer como embajador en Flandes, lo que le hizo convertirse en un fiel seguidor del arte flamenco. Precisamente fue durante sus servicios a Isabel y Fernando cuando conoció a Juan de Flandes, que entre 1496 y 1504 realizó funciones de pintor de la Corte hasta la muerte de Isabel la Católica. Fernando de Aragón decidió entonces prescindir de su contrato y se quedó sin trabajo, pero en lugar de volver a su tierra, decidió quedarse primero en Salamanca y después recaló en Palencia. Fonseca se enamoró de la cuidada técnica del pintor de origen flamenco y decidió contratarlo durante su etapa como obispo de Palencia y, de esta forma, este pintor extranjero llegado de algún lugar de Flandes se convirtió en vecino de la capital palentina.

Lo que se conoce

  • 1496 Es el año en el que por primera vez hay un documento que habla de Juan de Flandes, tras su encuentro con Isabel la Católica en Almazán (Soria).

  • 1509 Fue el año en el que el pintor recaló en Palencia para realizar las tablas del retablo mayor de la catedral.

  • 1519 En ese año murió el artista, tal y como se puede extraer del recibo del pago de las tablas de la catedral, que se expidió el 13 de diciembre a nombre de su viuda y no al de su mujer, como en octubre.

«Lo debe pintar en Palencia, donde le vean cada día y cada hora». Eso es lo que ponía en el contrato con el objetivo de que las piezas estuvieran entregadas en tres años, sin demora. No obstante, las once tablas no fueron entregadas hasta 1518, por lo que Juan de Flandes tardó ocho años en acabar ese encargo que pintó en Palencia, donde le vieron cada día y cada hora, como rezaba el documento. Tanto tiempo pasó el artista en Palencia, que acabó sus días a orillas del Carrión, solo un año después de entregar el encargo de Fonseca.

Juan de Flandes no terminó las once tablas, y es que dos de ellas –'La Visitación' y la 'Adoración de los Reyes Magos'– se encargaron a uno de sus seguidores, presumiblemente a Juan Tejerina, aunque en los documentos no consta que fuese el pintor de Paredes de Nava el que culminó la obra encargada al maestro flamenco.

Un artista sin patria

Juan de Flandes tuvo la mala fortuna de estar entre dos mundos. No ocupó el espacio que merecía la calidad de su obra ni en su país de origen ni en la España que le acogió. «Para mí no es un pintor hispano-flamenco, sino flamenco puro. Los artistas extranjeros que se hispanizan suelen perder calidad, pero él sigue siendo un flamenco, aunque se adapta a lo que le piden. Lo único que incorpora de España es la moda, los escenarios o los paisajes, pero no la manera de pintar ni las iconografías. Es un flamenco, pero desconocido», asegura la antigua jefa del departamento de pintura española y flamenca del Museo del Prado, que solo tiene palabras de elogio para este vecino de la Palencia del siglo XVI. «La originalidad es la característica que más destaca en este pintor. Le ponen un tema que se ha repetido mil veces y siempre hace cosas creativas, diferentes a lo que se había hecho», explica Pilar Silva.

La exjefa de pintura española y flamenca del Prado, Pilar Silva, junto al especialista en arte Víctor del Campo, en el retablo mayor.
La exjefa de pintura española y flamenca del Prado, Pilar Silva, junto al especialista en arte Víctor del Campo, en el retablo mayor.

Nada se sabe de la etapa flamenca de Juan de Flandes, salvo que sus trabajos dejan entrever que probablemente fuera seguidor de la escuela pictórica de Brujas, y por lo tanto, también de Jan van Eyck. El primer documento que habla de él está datado en 1496, en su encuentro con Isabel La Católica en Almazán (Soria). Desde ese momento, comienza a labrarse una fama en España como pintor de la reina que se difuminó tras su muerte. Como añadido para complicar la investigación sobre su figura, en la época no era habitual firmar los cuadros y eso ha hecho más difícil identificar la obra de este enigmático pintor que ahora, 500 años después de su muerte, recibe el homenaje de los vecinos de la ciudad en la que acabó sus días. Palencia recuerda a Juan de Flandes y ese recuerdo se centra en su legado en la catedral, porque poco más se conoce de este enigma que llegó de algún lugar de Flandes y regaló a Palencia varias joyas con las que engrandecer el retablo mayor de su templo catedralicio.

Arriba, 'La Crucifixión'. Abajo, el espacio que ocupaba en el retablo, tapado ahora por el tabernáculo. Marta Moras

La obra que compró un ministro de Franco y vendió Ferrovial para pagar impuestos

La mente de Juan de Flandes era una de las más creativas de su tiempo, pero ni él mismo hubiera podido imaginar las vueltas que ha dado la tabla de 'La Crucifixión' que él mismo pintó para la catedral de Palencia. Y es que esta obra icónica del arte flamenco pasó muy poco tiempo en su ubicación original y, tras siglos de olvido, fue comprada por un ministro franquista, después por la empresa Ferrovial y ahora es admirada por millones de personas cada año en el Museo del Prado.

34 años. Ese es el tiempo que pasó en su ubicación original la obra más importante de las once encargadas al pintor flamenco para la catedral de Palencia. Juan de Flandes entregó su trabajo en 1518, un año antes de su muerte, pero no fue hasta 1525 cuando se montaron todas las pinturas y los palentinos las pudieron contemplar en la parte baja del retablo, lugar para el que fueron creadas, aunque pronto tuvo que ser modificado. Las exigencias del Concilio de Trento, que obligaron a que la imagen del titular presidiera el retablo, llevaron a remodelar el mueble plateresco para que se pudiera ubicar un San Antolín y, posteriormente, un tabernáculo. La llegada del patrón a la parte central del retablo tapaba la imagen de 'La Crucifixión', que coronaba las once piezas encargadas a Juan de Flandes, por lo que esta obra fue retirada en 1559.

Las modificaciones obligadas llevaron la tabla a un lugar mucho más discreto: la sacristía, en la que permaneció mucho mejor cuidada de lo que hubiera estado en el retablo, donde hubiera corrido el riesgo de haber sufrido alguna quemadura con los cirios, como sucede a alguna de las otras diez piezas que permanecen en el retablo mayor. La obra pasó siglos olvidada y relegada a un segundo plano, para el que no fue creada. No obstante, en 1944 fue vendida a Manuel Arburúa de la Miyar, que en aquella época ostentaba el cargo de director del Banco Exterior de España, que ocupó hasta ser nombrado por Franco ministro de Comercio en 1951.

La tabla permaneció en la colección particular de la familia Arburúa hasta 2005. Ferrovial la compró ese año para después entregársela al Estado en pago de impuestos que ascendían a siete millones de euros mediante el sistema de dación –que permite la transmisión al acreedor del dominio de un objeto como forma de pago de una deuda–. El Estado adjudicó la obra posteriormente al Museo del Prado, en el que permanece desde mayo de 2005 como una de las pinturas flamencas referentes de la pinacoteca madrileña.

Ventas en la posguerra

La venta de obras de arte sacro tras la Guerra Civil fue una constante ante las necesidades de la época y otra de las pérdidas patrimoniales que sufrió Palencia fue la del retablo de San Pablo, estructura en la que también trabajó el propio Juan de Flandes, tal y como explica Ana Diéguez-Rodríguez, directora del Instituto Moll. «En esa época en España, lo importante realmente era sobrevivir. En ese sentido, nos toca ahora a las nuevas generaciones ser conscientes de todo lo que tenemos para poder valorarlo y preservarlo», afirma Diéguez-Rodríguez.

El retablo de San Lázaro que se vendió tras la guerra fue encargado por don Sancho de Castilla, antiguo preceptor del malogrado infante don Juan, heredero de los Reyes Católicos, que fue señor de Palencia. En 1952, el Museo del Prado adquirió cuatro de estas tablas, entre las que destaca 'La Resurrección de Lázaro', que se pintó entre 1514 y 1519, año este último de la muerte del autor. Ahora, tras la venta de las obras en aquella época de penurias, las tablas con las que contaba el retablo de la iglesia de San Lázaro se pueden admirar en la National Gallery de Washington y en la sala 057 del Museo del Prado.

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