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Mariana y Rubén, ante la fachada de su restaurante. / ARGI
Comer e ir de piñas
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Comer e ir de piñas

Es el único restaurante de Villaverde y tiene sumiller, maestro asador y jefe de cocina. Estos días invita a sus comensales a visitar una explotación piñera

J. P. A.

Viernes, 10 de julio 2009, 03:09

E l restaurante Los Chicos está situado en la localidad segoviana de Villaverde de Íscar, a muy pocos kilómetros de la villa medieval y maderera y de Pedrajas de San Esteban, epicentro del procesado del piñón ibérico. Esta ubicación le ha sugerido a Rubén García invitar a sus comensales, después de comer, a visitar una explotación piñera. En estos días, la piñas se extienden al sol en las eras para abrirse y soltar el cotizado piñón denominado 'oro blanco' en la gastronomía de la Tierra de Pinares. En Villaverde también existen varias explotaciones piñeras.

Rubén García es de Villaverde y su mujer, Mariana Narros, de Navas de Oro. Por eso aseguran que los pinares son una parte de su cultura y por eso la suman al cochinillo, al lechazo, al parro asado -hay una larga tradición en el consumo de este pato en la zona- y a los platos de temporada, y todo ello maridado con vinos de la región, de otras partes de España y, por supuesto, con los de Valtiendas.

El restaurante Los Chicos es el bar de la familia. Precisamente, al padre y a los tíos de Rubén les llaman 'los Chicos'. Hasta hacer unos años era uno de los tres bares del pueblo, que apenas tiene 600 vecinos. Gracias al interés por formarse y a las inquietudes de Rubén, desde hace siete años Villaverde cuenta con su primer restaurante. Pero no se trata de un mesón más. Es el resultado del esfuerzo y de una buena planificación. Rubén García es sumiller y, como su mujer, jefe de cocina. Además, pertenece a la Marca de Garantía Cochinillo de Segovia. Su cocina es tradicional, sin excesivos guiños a la modernidad, generosa en pescados y arroces, y comprometida con los asados, sin olvidar al mencionado parro segoviano.

Lo más curioso es que mantiene una carta de vinos muy completa, donde se aprecia la formación del jefe de sala, aunque no oculta en su carta la sangría o el tinto de la casa. Este restaurante es un magnífico ejemplo de apuesta por la restauración de calidad en el medio rural. Su decoración rústica lo encuadra en los mesones tradicionales y la amabilidad de Rubén y Mariana garantiza un servicio agradable, además de profesional. Fue finalista en la Nariz de Oro del 2005 y del 2006.

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