A Dios rogando y con el mazo dando

E ste refrán castellano, cargado de sabiduría popular, puede iluminarnos en estos tiempos recios de crisis que nos toca vivir. 'A Dios rogando, sí': Como creyentes, debemos revisar siempre nuestra actitud, pues en teoría podemos decir que creemos en Dios, pero en la práctica podemos estar viviendo como si no existiera. Un riesgo que tenemos al abordar la crisis actual y el futuro incierto de la humanidad es vivir estos momentos, prácticamente, de manera 'atea', sin recurrir a Dios en la oración y olvidando que el mundo está en sus manos y que Él cuida y guía la vida de cada ser humano. Aún los cristianos, tenemos el riego de vivir, en la práctica, como huérfanos que han perdido a su Padre.

Por eso, es bueno recordar la palabra de Jesús: «Mi Padre supera a todos y nadie puede arrebatar (las ovejas) de la mano de mi Padre». «Que nosotros estemos en crisis, no significa que Dios está en crisis. Que los hombres, incluso los cristianos, perdamos el ánimo, no quiere decir que Dios se haya quedado sin fuerzas para salvar y conducir la marcha del mundo. Que mucha gente se aleje e. incluso, ataque a la Iglesia, no quiere decir que se le escape a Dios de sus manos protectoras. Dios es Dios. Ninguna crisis y ninguna mediocridad nuestra podrán arrebatar de sus manos a esos hijos e hijas a los que ama con amor infinito. Dios no abandona a nadie. Tiene sus caminos para cuidar y guiar a cada uno de sus hijos, y sus caminos no son necesariamente los que nosotros le pretendemos trazar» (JA Pagola).

Pero, del 'a Dios rogando' es inseparable el 'con el mazo dando'. Dios nos habla también a través de los acontecimientos y signos de los tiempos (Concilio). Y parece evidente que Dios nos está invitando hoy, entre otras cosas, a «recuperar valores sociales que habíamos ido empujando al fondo del baúl» (Rafael del Río, presidente Nacional de Caritas). Para todos y especialmente para los cristianos, está en primer lugar recuperar y vivir solidaridad, que además de ser «un hecho y un beneficio para todos, es también un deber... Este deber (de solidaridad) concierne en primer lugar a los más favorecidos... La cuestión es grave, ya que el porvenir de la civilización mundial depende de ello» (Pablo VI). Y Juan Pablo II afirma, igualmente, con fuerza: «La solidaridad no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas; al contrario, es la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos» (SRS n. 38).

Necesitamos todos convertirnos a la solidaridad: hay necesidad de un nuevo modo de ver, de un nueva mentalidad solidaria; hay necesidad de un nuevo modo de ser, de un nuevo estilo de vida solidario; hay necesidad de un nuevo modo de actuar, de un nueva praxis solidaria. «Es deber del Pueblo de Dios...el socorrer, en la medida de sus fuerzas, las miserias de nuestro tiempo y hacerlo, como era antes costumbre en la Iglesia, no sólo con los bienes superfluos, sino también con los necesarios» (Concilio).

Don Ángel, nuestro obispo, ha valorado el apoyo mayoritario de los segovianos (82%) a la iniciativa que él mismo propugnó para que el clero diocesano aportara el 10% de su sueldo a las familias en paro a través de Cáritas, pero también se ha lamentado de que una gran mayoría de segovianos (73.40%) no hayamos realizado gestos solidarios hacia los que lo están pasando mal en los últimos meses. 'A Dios rogando', sí; pero también 'con el mazo dando', sin olvidarnos del dicho norteamericano «vale más encender una cerilla que maldecir de las tinieblas».